En un giro histórico que cambió el curso de Oriente Medio, la Revolución Islámica de Irán de 1979 marcó el fin de la dinastía Pahlavi, una monarquía que había gobernado Persia durante más de dos milenios. En apenas 14 días, el Shah Mohammad Reza Pahlavi, aliado clave de Estados Unidos, fue exiliado, y el clérigo exiliado Ruhollah Khomeini regresó para liderar la primera teocracia moderna del mundo. Revisitamos este hito histórico a través de un análisis cronológico, enriquecido con datos históricos y perspectivas contemporáneas.
Orígenes: La Ascensión del Shah y la Modernización Forzada (1941-1963)
La historia comienza en 1941, cuando Mohammad Reza Pahlavi ascendió al trono tras la abdicación de su padre, Reza Shah, forzada por la invasión anglo-soviética durante la Segunda Guerra Mundial. Educado en Suiza y con un dominio del francés, el nuevo Shah soñaba con transformar Irán en un imperio moderno. Financiado por el petróleo y protegido por armas estadounidenses, impulsó la occidentalización a través de reformas como la Revolución Blanca de 1963, que nacionalizó industrias y redistribuyó tierras, pero también desestabilizó las estructuras feudales y enfureció al clero. Según un informe del Banco Mundial, el PIB per cápita de Irán alcanzó los 10,261 dólares en 1976, un pico histórico, pero la inflación, la pobreza y la represión de su policía secreta, SAVAK, alimentaron el descontento popular.
La Semilla de la Revolución: El Surgimiento de Khomeini (1964-1978)
El principal opositor del Shah emergió en la figura de Ruhollah Khomeini, un clérigo austero que, desde el exilio, desafió las políticas seculares del monarca. Arrestado en 1963 por criticar la Revolución Blanca, Khomeini fue exiliado primero a Turquía, luego a Irak y finalmente a Francia en 1978. Desde un suburbio de París, utilizó cintas de casete contrabandeadas para difundir su visión de una República Islámica, detallada en su libro prohibido Gobierno Islámico. Este medio de comunicación revolucionario, analizado en estudios de los años 90 por Said Amir Arjomand, permitió a Khomeini inspirar a millones, mientras el Shah, al reprimir a la oposición secular, inadvertidamente fortaleció las redes religiosas.
El Estallido: Protestas y Caída del Shah (1978-1979)
En 1978, las tensiones explotaron. Protestas masivas, huelgas que paralizaron la economía y consignas como «¡Muerte al Shah!» llenaron las calles. Cada funeral se convertía en una manifestación, y cada represión generaba más mártires. El 16 de enero de 1979, el Shah huyó de Irán, dejando atrás una monarquía de 2,500 años. Dos semanas después, el 1 de febrero, Khomeini regresó en un avión de Air France, recibido por millones en Teherán. Según un artículo de Brookings de 2024, este regreso marcó el inicio de un nuevo orden, mientras el primer ministro interino, Shapour Bakhtiar, perdía el control frente a la marea revolucionaria.
El Nacimiento de la Teocracia: La Transformación de Irán (1979)
La revolución no fue solo un cambio de régimen, sino una inversión total del poder. El 11 de febrero de 1979, la monarquía cayó oficialmente, y Khomeini estableció la República Islámica tras un referéndum con apoyo casi unánime. La mezquita reemplazó al palacio, el Corán a la constitución, y el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica se creó para consolidar el nuevo orden. Khomeini eliminó rápidamente a nacionalistas, comunistas y liberales que habían apoyado el derrocamiento del Shah, imponiendo su doctrina de Vilayat-e Faqih (gobierno del clérigo). Este giro teocrático, detallado en Britannica, sorprendió a Occidente y redefinió la geopolítica regional.
Repercusiones Globales: Un Nuevo Orden en Oriente Medio
Las ondas de la revolución se sintieron más allá de Irán. Estados Unidos quedó atónito, Arabia Saudita se inquietó, y la dinámica de la Guerra Fría se alteró. El embargo petrolero iraní de 1979 elevó los precios globales en un 30%, según informes desclasificados de la CIA, utilizando el petróleo como arma contra Occidente. Dentro de Irán, la revolución fue compleja: mientras unía a diversos grupos sociales, también generó una represión interna que persiste. El Shah murió de cáncer en el exilio en 1980, y Khomeini, fallecido en 1989, fue enterrado como héroe ante millones.
Legado: Un Mundo Transformado
La Revolución Islámica de 1979 no fue solo un levantamiento, sino un punto de inflexión. Puso fin a la dinastía Pahlavi, dio origen a un nuevo tipo de Estado y desafió el control occidental sobre Asia Occidental. Sus consecuencias, desde el auge del fundamentalismo hasta las tensiones nucleares actuales, siguen moldeando el mundo. Como señala Nikki Keddie en Middle East Journal (1981), el subestimado poder de la religión y el resentimiento social fueron claves en este cambio histórico.
Conclusión: Una Lección para la Historia
A 46 años de distancia, la Revolución Iraní sigue siendo un recordatorio del poder de las ideas y la resistencia popular. Invita a reflexionar sobre cómo un clérigo exiliado y un Shah ambicioso reescribieron el destino de una nación y del mundo.