En la historia reciente de la Iglesia Católica, pocos pontífices han enfrentado el peligro directo como lo hizo Karol Wojtyła, conocido mundialmente como Juan Pablo II.
Su carisma, su mensaje de paz y su papel como líder global lo convirtieron en un símbolo de esperanza, pero también en un blanco.
Entre 1981 y 1982, el papa polaco sobrevivió a dos atentados que estremecieron al mundo y dejaron un legado de preguntas sin respuesta, fe inquebrantable y un perdón que marcó la historia. A continuación, reconstruimos esos momentos que pusieron a prueba la vida del «Papa Peregrino».
13 de mayo de 1981: El Horror en la Plaza de San Pedro
Era una tarde soleada en la Plaza de San Pedro, abarrotada de fieles que aguardaban la bendición de Juan Pablo II. A las 17:17, mientras el papa recorría la plaza en un jeep blanco descubierto, saludando a la multitud, el sonido de disparos quebró la alegría. Cuatro detonaciones resonaron. El papa, de 60 años, se desplomó, herido de gravedad. La multitud gritó, algunos corrieron, otros rezaban. El caos se apoderó del corazón del Vaticano.
El atacante, Mehmet Ali Ağca, un turco de 23 años con antecedentes en grupos extremistas, fue reducido por la seguridad y los fieles. En su poder, una pistola Browning 9 mm. Dos balas habían alcanzado al papa: una perforó su abdomen, dañando intestinos, y otra le hirió la mano izquierda. Las otras dos balas lesionaron a dos peregrinas. Juan Pablo II fue trasladado de urgencia al Hospital Gemelli, donde una cirugía de cinco horas le salvó la vida. «Solo un milagro me mantuvo con vida», diría después.
Ağca, un enigma andante, afirmó haber actuado solo, pero sus declaraciones cambiaron con los años. Habló de conexiones con los Lobos Grises, un grupo nacionalista turco, y sugirió vínculos con servicios secretos del bloque soviético, como la KGB, que veían en Juan Pablo II una amenaza por su apoyo al movimiento Solidaridad en Polonia. La llamada «pista búlgara» investigó una posible conspiración, pero nunca se hallaron pruebas concluyentes. En 1983, en un gesto que dio la vuelta al mundo, el papa visitó a Ağca en prisión, lo perdonó y sostuvo una conversación privada con él. «Hablamos como hermanos», reveló Juan Pablo II. Ağca fue condenado a cadena perpetua, pero indultado en 2000 a petición del pontífice.
El atentado ocurrió en el 64º aniversario de la primera aparición de la Virgen de Fátima, un hecho que el papa interpretó como señal divina. Una de las balas extraídas de su cuerpo fue donada al santuario de Fátima, incrustada en la corona de la Virgen. «Una mano disparó, y otra guió la bala», afirmó, atribuyendo su supervivencia a una intervención milagrosa.

13 de mayo de 1982: La Bayoneta en Fátima
Menos de un año después, el 13 de mayo de 1982, Juan Pablo II enfrentó un segundo intento de asesinato, esta vez en el santuario de Fátima, Portugal, donde había viajado para agradecer su recuperación. La amenaza vino de un lugar inesperado: un sacerdote español, Juan María Fernández y Krohn, de 32 años, ultraconservador y opuesto a las reformas del Concilio Vaticano II. Vestido con sotana, Fernández y Krohn se acercó al papa en medio de la multitud y, con una bayoneta oculta, intentó apuñalarlo.
El ataque fue rápido y discreto. Los guardias suizos y la seguridad portuguesa neutralizaron al agresor antes de que causara un daño mayor. Juan Pablo II sufrió un corte leve, pero el Vaticano mantuvo el incidente en secreto para evitar pánico. No fue hasta años después, tras la muerte del papa en 2005, que se revelaron detalles. Testigos recuerdan que el papa continuó la ceremonia, ocultando cualquier signo de dolor. «Su fortaleza era sobrehumana», relató un peregrino portugués presente ese día.
Fernández y Krohn, un sacerdote cismático que consideraba a Juan Pablo II un «traidor» por su apertura ecuménica, actuó solo, según las investigaciones. Su odio se alimentaba de una visión radical que rechazaba el diálogo interreligioso y la modernización de la Iglesia. Fue condenado a seis años de prisión en Portugal, de los cuales cumplió tres, y luego fue expulsado del país. Nunca mostró arrepentimiento.
Un Papa marcado por la Fe y el Perdón
Los atentados de 1981 y 1982 no solo pusieron a prueba la resistencia física de Juan Pablo II, sino también su mensaje espiritual. En ambos casos, el papa respondió con un perdón que desarmó a sus agresores y conmovió al mundo. Su devoción a la Virgen de Fátima se intensificó, y su pontificado, lejos de replegarse, se volvió aún más activo. Viajó a más de 129 países, desafiando riesgos y consolidándose como un líder global en un mundo dividido por la Guerra Fría.
Hoy, a 44 años del primer atentado, las preguntas persisten. ¿Quién estuvo realmente detrás de Ağca? ¿Por qué el Vaticano guardó silencio sobre Fátima? Lo que no admite duda es el impacto de aquellos días. Juan Pablo II, canonizado en 2014, dejó un legado de valentía y reconciliación. Como él mismo dijo en Fátima en 1982: «En los designios de la Providencia, no hay meras coincidencias». Su vida, marcada por el peligro, fue un testimonio de fe que aún resuena.