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Maurice Garin gana el primer Tour de Francia

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El 9 de julio de 1903, hace hoy 121 años, el ciclista francés Maurice Garin pasaría a la historia al convertirse en el primer ganador del Tour de Francia, convertida hoy en la prueba más prestigiosa del ciclismo en ruta profesional.

Joan Seguidor

Nacido en la localidad italiana de Arvier en el año 1871, Garin procedía de una familia de clase baja y trabajó en su juventud como deshollinador, cruzando la frontera entre Francia e Italia con regularidad. De reducida estatura —medía apenas 1,62 metros—, comenzó a destacar como ciclista en la segunda mitad de su veintena, y fue conocido popularmente como le petit ramoneur. Ganó en dos ediciones consecutivas la París-Roubaix, una de las pruebas de un día con mayor historia y prestigio en el ciclismo internacional, y alcanzó la gloria en la primera edición el Tour de Francia, celebrada en el año 1903, cuando sumaba 32 años de edad.

En una época en la que el seguimiento a cada deportista era evidentemente menor, fue descalificado de la edición siguiente del Tour, en 1904, tras descubrirse que había realizado una parte de su recorrido subido a un carro. Su nombre, de este modo, quedó casi instantáneamente ligado tanto a la gloria de La Grande Boucle como a la de su propia infamia.

El primer Tour

El primer Tour, en su planteamiento inicial, no tuvo éxito por la falta de inscripciones, como si nadie se postulara a ser el ganador.

O nadie se viera ganador del primer Tour.

Se tenía que celebrar en realidad en el mes de mayo. Los organizadores se vieron obligados a retrasar la competición un par de meses, dando más facilidades a los ciclistas para formular su participación y concediendo como atractivo, además, unas sustanciosas ventajas económicas. Se rebajaron incluso los derechos de inscripción de 20 a 10 francos, y, por otra parte, se aquilataron las dietas y premios de una manera más incentiva.

Se alinearon efectivamente en la línea de salida, emplazada en la misma París, 76 participantes, llegando a término tan sólo 21. La carrera finalizó a las afueras del suelo parisino, en la población Ville-d´Avray, dado que las autoridades no osaron a conceder el permiso correspondiente para que pudiera concluir en la misma capital francesa. Se cubrieron 2.428 kilómetros distribuidos en seis etapas, lo cual representaba una media por día del orden de 404 kilómetros, un dato ejemplar vivido en aquellos tiempos lejanos. De las seis etapas celebradas, aparte de vencer en la última jornada, fue ganador de la primera etapa, que concluía en Lyon, y en la quinta, con llegada a Nantes.

Maurie Garin, con sus 32 años y luciendo sus amplios bigotes engomados, alcanzó gran popularidad en la ronda gala, que se adjudicó con tres horas de ventaja sobre su compatriota René Pothier. Lo curioso del caso es que Garin, considerado francés más que otra cosa, había nacido en territorio italiano, y más concretamente en el Valle de Aosta, en un pequeño pueblo denominado Arviers, un diminuto conglomerado de casas, que no figuraba ni siquiera en los mapas regionales. Su familia pasó muchas penalidades para subsistir.

Nada mejor, pues, que emigrar al país vecino: Francia, en donde le cupo el honor de ejercer los más variados oficios con el fin primordial de ganar unos dineros que le sirvieran de alivio para él y para los suyos, una prolífera familia. Probó los más variados oficios; a cuál más duro. Hizo de minero, de albañil y incluso de deshollinador antes de adentrarse o identificarse en el mundo del ciclismo.

Garin, antes de llegar a ser calificado como digno “gigante de la ruta”, se había distinguido por su perseverante espíritu luchador, muy regular en su pedaleo y poseedor de una admirable resistencia frente a los esfuerzos que le obligaban el ciclismo. No era un corredor de mucha envergadura. Su altura era de un metro con 63 centímetros y un peso de 61 kilos. Se le denominaba en su época comúnmente como el “pequeño deshollinador”, recordándole sus ingratos principios.

Luego, lo que son las cosas, resultaría que el Tour de Francia le abrió inesperadamente las puertas de la fama. Contribuyó también su carácter enormemente locuaz, y a la vez un tanto pintoresco y hasta excéntrico. Le gustaba llamar la atención ante el gran público y eso constituyó un aliciente que le dio enorme popularidad, aunque procediera en su origen de territorio italiano, toda una paradoja.

Maurice Garin se impuso en su primera edición registrando un promedio de nada menos 25,679 kilómetros a la hora, cifra meritoria si se tiene en cuenta que las bicicletas de entonces solían pesar del orden de diecisiete kilos o más. Pedaleaban los ciclistas provistos de piñón fijo, equipados con pesados neumáticos de 400 gramos de lastre. Se debían preparar y entrenar por sí solos sin ayuda de nadie. Hubo etapas que duraron como mínimo unas diecisiete horas.

Toda una pesadilla con sufrimientos de toda índole. Se dice que Garin, al término de una dura jornada, devoró entera una pierna de cordero ante el asombro de las gentes allí presentes. Un hecho insólito. La primera etapa, sirva de ejemplo, se inició a la una de la madrugada bajo las luces mortecinas de los automóviles acompañantes…

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