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Robert Capa, testigo gráfico de los grandes conflictos del Siglo XX

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Robert Capa era un seudónimo. Un seudónimo que hizo pasar a la historia a Endre Ernö Friedmann como uno de los fotoperiodistas más famosos del mundo.

Por: National Geographic Historia

Sus ganas de triunfar y su ardiente deseo de que la sociedad despertara del letargo que, según él, provocaba el fascismo, estimularon al fotógrafo húngaro a embarcarse, armado solamente con su cámara, en todas las guerras que estallaron durante su vida y a tomar algunas de las fotografías más icónicas del periodismo gráfico de todos los tiempos. Tanto él como su novia, la también fotógrafa Gerda Taro, firmaron sus instantáneas bajo el mismo seudónimo, por lo que a día de hoy complica bastante a los expertos discernir cuáles fueron tomadas por él y cuáles por ella.

EL SEUDÓNIMO ROBERT CAPA

El futuro Robert Capa nació en Budapest el 22 de octubre de 1913. Sus padres, de origen judío, gozaban de una buena posición económica y, como era costumbre en la Hungría de aquella época, el joven Endre ingresó muy pronto en círculos artísticos y políticos, donde fue conocido con el seudónimo de «Bandi». Al final, el joven Endre huyó de una Hungría en la que se disputaban la supremacía grupos de nacionalistas radicales y elementos fascistas locales fuertemente influenciados por Alemania. Después del acceso al poder de un gobierno fascista, Endre se marchó primero a Alemania y después se instaló en París, donde empezó a trabajar como reportero gráfico para el semanario de ideología comunista Regards. De aquella época son sus famosas imágenes de León Trotsky, por entonces en el exilio, tomadas con su pequeña cámara Leica cuando el dirigente comunista se mezcló con un grupo de obreros que habían acudido a escuchar uno de sus discursos en Copenhague.

Gerda Taro junto a su pareja, Endre Friedmann. Juntos inventarían el personaje de Robert Capa.

Durante su etapa parisina, Endre conoció a la fotógrafa de origen alemán Gerta Pohorylle, conocida como Gerda Taro. Ambos entablaron una relación amorosa y profesional. Junto a Gerda, Endre, aparte de acudir presto ahí donde estallaba un conflicto bélico, crearon el famoso seudónimo por el cual sobre todo Endre sería conocido desde entonces: Robert Capa. Este nombre sería para ambos una buena solución a los problemas de rechazo a sus trabajos con los que a menudo se encontraban. De esta manera, Endre y Gerda creyeron que, bajo el supuesto nombre de un fotógrafo de origen norteamericano, tendrían un mejor reconocimiento profesional. De hecho, en la actualidad aún sigue muy viva la controversia acerca de dilucidar quién es el verdadero autor de algunas de sus fotografías más reconocibles, si Endre o Gerda, ya que ambos utilizaban el mismo seudónimo para firmar sus trabajos.

18 de julio de 1936. Parte del ejército español da un golpe de Estado contra la II República. Su fracaso parcial conduciría a la Guerra Civil (1936-1939).
Foto: Muerte de un Miliciano, de Robert Capa

EL MILICIANO

Con el estallido de la Guerra Civil Española en julio de 1936, la pareja de fotógrafos viajó hasta España para cubrir la contienda. Implicados ideológicamente con el bando republicano, Endre y Gerda fotografiaron los combates desde la óptica de este bando y estuvieron presentes en los principales frentes de combate durante todo el conflicto. El 5 de septiembre de 1936, mientras cubrían el frente cordobés, Endre (o tal vez Gerda) tomó la inmortal fotografía Muerte de un miliciano. Aunque diversos expertos cuestionan la autenticidad de la imagen, otros, como un historiador de la localidad valenciana de Alcoi, han llegado a poner nombre a ese miliciano anarquista: Federico Borrell García. Al final, en 1937, los caminos de Endre y Gerda se separaron. Ella se quedó en España tras firmar un contrato con el periódico francés Ce Soir. La fotógrafa moriría ese mismo año atropellada por un tanque por accidente durante la retirada del ejército republicano de Brunete.

Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), Endre tampoco quiso perderse los momentos más impactantes de este conflicto. El fotógrafo estuvo presente en los principales escenarios de la contienda: Italia, Francia, el Norte de África … También fue testigo en primera persona del desembarco de Normandia, donde se popularizaron sus conocidas como «fotos movidas». Según contaría el propio Capa más tarde en el libro Ligeramente desenfocado, de las más de cien tomas que hizo aquel día tan solo sobrevivieron once. Conocidas más tarde como Las once magníficas, aquellas imágenes han sido consideradas como el mayor y más importante rescate gráfico de aquel acontecimiento histórico. La liberación de París también fue captada por su objetivo durante el mes de agosto de 1944, tres años antes de que el fotógrafo aunara sus esfuerzos con otros cuatro grandes de la fotografía como Henri Cartier-Bresson, George Rodger, William Vandiver y David Seymour, con quienes fundaría la prestigiosa agencia fotográfica Magnum.

LA INSTANTÁNEA FINAL

Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, Capa obtuvo la nacionalidad estadounidense. Así, con la identidad oficial de Robert Capa, el fotógrafo empezó a realizar trabajos que no le llenaban en absoluto. Por eso, mientras estaba llevando a cabo un reportaje en Japón, aceptó el encargo del editor de la revista Life, Ray Mackland, para cubrir la guerra de Indochina, un conflicto que había estallado en 1946 (terminó en 1954) entre Francia y el Viet Minh, un grupo que luchaba contra la ocupación colonial francesa. «La guerra es como una actriz que envejece. Cada vez es menos fotogénica y más peligrosa», llegó a decir el fotógrafo, pero a pesar de eso, y sin pensarlo demasiado, cogió su equipo sin atender al consejo que un viejo amigo y fotógrafo como él, llamado John G. Morris, le lanzó desde Nueva York antes de que partiese hacia Laos: «¡Bob, no tienes por qué hacer ese trabajo, no es nuestra guerra!». Pero Capa había estado alejado de la primera línea durante mucho tiempo y vía telegrama le contestó: «Ni el sentido del deber, ni el dinero; realmente me apetece».

Aeródromo de Luang Prabang, Laos, 25 de mayo de 1954. Con las manos en los bolsillos y con su vieja cámara Contax colgada del cuello, Capa pasa el tiempo antes de embarcar junto al fotógrafo de Paris Match, Michel Descamps, que, sin saberlo, sería el último en tomar una foto de Robert Capa con vida mientras paseaba por la pista. El paisaje con el que se encontró Capa a su llegada no era el mismo que en tantas otras ocasiones; aquí la selva lo invadía todo. Montado en un vehículo de una unidad francesa, el fotógrafo tomaba instantáneas del paisaje mientras los soldados iban desactivando lentamente las minas que infestaban la carretera. Pero Capa no estaba satisfecho con los encuadres que le ofrecía su cámara y decidió bajar del vehículo. Un error que se demostraría fatal.

UN LEGADO UNIVERSAL

Un grupo de militares al que también acompañaba el redactor de Life, John Martin Mecklin, que también formaba parte del lento convoy, escucharon entonces una terrible explosión. Cuando llegaron al lugar de la detonación, donde podía verse una espesa columna de humo, encontraron a un Capa ya moribundo, con la pierna destrozada y agarrado a su cámara, intentado balbucear algunas palabras. Sin darse cuenta, el fotógrafo había pisado un mina antipersona. Sin perder un segundo, los militares organizaron una operación de evacuación, pero ya era tarde. La vida de Robert Capa se había desvanecido de la manera más violenta posible, aunque en el ejercicio de la profesión que tanto amaba, como hizo su querida Gerda: buscando el encuadre perfecto. Robert Capa, se convirtió, así, en el primer corresponsal norteamericano muerto en combate.

Robert Capa fue un fotógrafo que se inventó a sí mismo y se guió profesionalmente por una frase que él mismo popularizó: «Si tus fotos no son lo suficientemente buenas, es que no te has acercado lo suficiente». De lo que no cabe ninguna duda es de que la enorme cantidad de material que el famoso fotoperiodista dejó tras su muerte ha logrado conformar de un modo imborrable la memoria visual que todos tenemos del siglo XX.

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