En el vasto lienzo de la historia mundial, ciertos días destacan como puntos de inflexión, momentos en los que convergen eventos que trascienden su tiempo y moldean el futuro. El 28 de mayo de 1937 es uno de esos días. En un mundo al borde de la Segunda Guerra Mundial, con tensiones políticas y sociales en ebullición, un hito industrial nacía en Alemania: la fundación de Volkswagen, una empresa que no solo revolucionaría el transporte, sino que también se entrelazaría con los complejos hilos de la política, la economía y la cultura del siglo XX.
El nacimiento de Volkswagen: El «automóvil del pueblo»
El 28 de mayo de 1937, en Berlín, se fundaba la Gesellschaft zur Vorbereitung des Deutschen Volkswagens mbH (Sociedad para la Preparación del Automóvil del Pueblo Alemán), el embrión de lo que hoy conocemos como Volkswagen. Este acto no fue un simple trámite empresarial, sino una iniciativa impulsada por el régimen nazi, encabezado por Adolf Hitler, con el objetivo de democratizar el acceso al vehículo y proyectar una imagen de progreso y prosperidad en la Alemania de la preguerra.
El concepto del «automóvil del pueblo» (Volkswagen en alemán) surgió de la visión de Hitler de hacer que el auto, hasta entonces un lujo reservado para las élites, fuera accesible para las masas. Inspirado parcialmente en el Ford Modelo T de Henry Ford, el proyecto buscaba un carro asequible, confiable y capaz de transportar a una familia promedio. El diseño recayó en Ferdinand Porsche, un ingeniero brillante cuya visión técnica dio vida al icónico Käfer o «Escarabajo», un vehículo que se convertiría en un símbolo global.
Sin embargo, la fundación de Volkswagen en 1937 no estuvo exenta de sombras. El régimen nazi, a través de la organización Deutsches Arbeitsfront (Frente Alemán del Trabajo), financió el proyecto, que también servía como herramienta de propaganda. Se prometió a los trabajadores alemanes que podrían adquirir un Volkswagen mediante un sistema de ahorro, pero la realidad fue más sombría: con el estallido de la Segunda Guerra Mundial en 1939, la producción se redirigió hacia automóviles militares, y muchos de los ahorradores nunca recibieron su carro. Además, la construcción de la fábrica en Wolfsburg se llevó a cabo con mano de obra forzada, incluyendo prisioneros de guerra y trabajadores esclavos, un capítulo oscuro que la compañía reconoció décadas después.
El contexto global de 1937: Un mundo en vilo
Para comprender la trascendencia del 28 de mayo de 1937, es crucial situarlo en el torbellino de eventos que definían esa época. El mundo estaba al borde del abismo. En Europa, el ascenso de los regímenes totalitarios marcaba el ritmo. En Alemania, el Tercer Reich consolidaba su poder, mientras que en España, la Guerra Civil (1936-1939) alcanzaba su apogeo con el bombardeo de Guernica apenas un mes antes, el 26 de abril, un acto que simbolizó la brutalidad de los conflictos modernos. En Asia, la Segunda Guerra Sino-Japonesa estaba a punto de estallar, con Japón invadiendo China en julio de 1937, desencadenando un conflicto que se entrelazaría con la Segunda Guerra Mundial.
En este contexto, la fundación de Volkswagen no fue solo un evento industrial, sino un reflejo de las ambiciones de un régimen que buscaba legitimarse a través de logros tecnológicos y sociales. La idea de un «vehículo del pueblo» resonaba con la propaganda nazi de unidad y progreso, aunque enmascaraba una realidad de represión y militarización. Al mismo tiempo, el proyecto sentaba las bases para una industria automotriz que, tras la guerra, se convertiría en un pilar de la recuperación económica alemana y un símbolo de la globalización.
El legado de Volkswagen y el 28 de mayo
El impacto de la fundación de Volkswagen trasciende su origen controvertido. Tras la Segunda Guerra Mundial, la empresa se reinventó bajo la administración aliada, comenzando la producción masiva del Escarabajo en 1945. Este auto, con su diseño redondeado y su simplicidad mecánica, se convirtió en un ícono cultural, asociado con la libertad, la contracultura de los años 60 y la accesibilidad. Volkswagen creció hasta convertirse en uno de los mayores fabricantes de automóviles del mundo, con modelos como el Golf, el Passat y, más recientemente, carros eléctricos como el ID.3, que reflejan su adaptación a los desafíos del siglo XXI.
Sin embargo, la historia de Volkswagen también es un recordatorio de las complejidades éticas de la innovación. La empresa ha enfrentado críticas por su pasado nazi y, más recientemente, por el escándalo de emisiones de 2015, conocido como «Dieselgate». Estos episodios subrayan cómo las grandes empresas no solo producen bienes, sino que también encarnan las contradicciones de las sociedades que las crean.
Reflexión final: Un día que sigue resonando
El 28 de mayo de 1937, con la fundación de Volkswagen, el mundo no solo vio nacer una marca, sino un símbolo de las ambiciones, contradicciones y transformaciones del siglo XX. En un día, convergieron la ingeniosidad técnica de Ferdinand Porsche, las maquinaciones políticas de un régimen totalitario y las esperanzas de una sociedad que soñaba con la movilidad. Hoy, al mirar atrás, este evento nos invita a reflexionar sobre cómo la tecnología puede ser tanto un vehículo de progreso como un espejo de los dilemas éticos de su tiempo.