A las 14:46 hora local del 11 de marzo de 2011 un poderoso terremoto de magnitud 9.1 en la escala de Richter estremeció las profundidades del Océano Pacífico, frente a la costa noreste de Honshu, la isla principal de Japón. Con su epicentro ubicado a 130 kilómetros al este de Sendai, en la prefectura de Miyagi, y a una profundidad de 29.9 kilómetros, el sismo desencadenó un devastador tsunami que arrasó la región de Tohoku, dejando a su paso una estela de destrucción sin precedentes en la historia moderna del país.
Armando Esteban Quito Grok-Musk
El terremoto, considerado el más fuerte jamás registrado en Japón y uno de los cuatro de mayor magnitud en el mundo en el último siglo, duró aproximadamente seis minutos. Sin embargo, fue el tsunami posterior, con olas que alcanzaron alturas de hasta 40.5 metros y penetraron hasta 10 kilómetros tierra adentro, el que causó la mayor parte de los daños. Las aguas arrasaron ciudades enteras, arrastrando casas, automóviles, barcos y toneladas de escombros, mientras los residentes luchaban por escapar del avance implacable del mar.
Pérdidas Humanas y Desplazamiento Masivo
Según las cifras oficiales reportadas por la Agencia Nacional de Policía de Japón en los años siguientes, el desastre dejó un saldo trágico de 15,839 personas fallecidas, 3,647 desaparecidas y 5,950 heridas. Más de 130,000 personas fueron evacuadas de las zonas afectadas, muchas de las cuales perdieron sus hogares y medios de subsistencia. Hasta diciembre de 2011, se reconocieron 922 muertes adicionales relacionadas indirectamente con el evento, atribuidas a las duras condiciones de vida tras la catástrofe.
Daños Colaterales: Infraestructura y Energía en Crisis
Los daños materiales fueron colosales. Se estima que 230,000 automóviles y camiones fueron dañados o destruidos, con 15,000 vehículos declarados irreparables en las prefecturas de Iwate, Miyagi y Fukushima. La infraestructura vial también sufrió un impacto severo: múltiples tramos de la Autovía de Tohoku quedaron inutilizables, y 319 puertos pesqueros —aproximadamente el 10% del total en Japón— resultaron dañados. Quince puertos clave en la zona de desastre, incluidos Hachinohe, Sendai, Ishinomaki y Onahama, fueron completamente destruidos.
El suministro eléctrico colapsó en amplias zonas del noreste, dejando a 4.4 millones de hogares sin energía, según Tohoku Electric Power (TEP). La Tokyo Electric Power Company (TEPCO), que abastece el área del gran Tokio, vio su capacidad reducida de 40 GW a 30 GW tras el cierre automático y el daño por el tsunami a los reactores nucleares de Fukushima Daiichi y Daini. Esto desencadenó apagones rotativos a partir del 14 de marzo y, más gravemente, una crisis nuclear en Fukushima Daiichi, catalogada como accidente de nivel 7, el más alto en la Escala Internacional de Sucesos Nucleares, debido a las emisiones radiactivas masivas.
El acceso al agua potable también se vio comprometido, afectando a 1.5 millones de hogares inicialmente, un número que se redujo a 1.04 millones para el 21 de marzo. La presa de irrigación Fujinuma, en Sukagawa, colapsó, causando inundaciones que arrasaron cinco viviendas y dejaron ocho personas desaparecidas.
Impacto Económico y Respuesta Nacional
El gobierno japonés estimó que los daños al capital físico —infraestructuras, fábricas y viviendas— oscilaron entre 16 y 25 billones de yenes (aproximadamente 198,000 a 308,000 millones de dólares), equivalente a entre el 3.3% y el 5.2% del PIB nacional. Esta cifra no incluye las pérdidas en producción ni el costo de la reconstrucción, que se anticipa como el esfuerzo más grande desde la posguerra.
Mientras tanto, las Fuerzas de Autodefensa de Japón desplegaron 50,000 efectivos, 190 aviones y 25 barcos para las labores de rescate. Sin embargo, la tragedia cobró la vida de tres de sus miembros durante las operaciones en Tohoku. En el ámbito internacional, países como Ecuador, Perú y Chile reportaron efectos del tsunami en sus costas, con daños materiales menores pero sin pérdidas humanas significativas gracias a las alertas tempranas.
Un País en Duelo
El Gran Terremoto y Tsunami del Este de Japón, como ha sido denominado oficialmente, no solo dejó cicatrices visibles en el paisaje, sino también en el alma de una nación conocida por su resiliencia ante los desastres naturales. A medida que Japón enfrenta esta catástrofe, el mundo observa con solidaridad, consciente de que la recuperación será un proceso largo y doloroso.