En los anales del papado, pocos episodios resultan tan perturbadores como el Sínodo Cadavérico de 897, cuando el papa Esteban VI decidió someter a juicio al cadáver de su predecesor, Formoso, en un acto que combinó venganza política y un toque de locura medieval. Lo que ocurrió en Roma aquel año sigue siendo un recordatorio escalofriante de las luchas de poder que sacudieron a la Iglesia en el siglo IX.
Formoso, quien fue papa entre 891 y 896, había muerto nueve meses antes del juicio. Su papado estuvo marcado por tensiones políticas, especialmente por su apoyo a Arnulfo de Carintia como emperador, lo que lo enfrentó a la poderosa familia Spoleto y sus aliados, incluido Esteban VI. Cuando Esteban ascendió al trono papal, decidió que la muerte de Formoso no era suficiente castigo.
Ordenó desenterrar su cuerpo, vestirlo con las ropas pontificias y sentarlo en un trono para ser «juzgado» en un sínodo.
El espectáculo fue tan grotesco como suena. Según las crónicas de la época, como los Annales Fuldenses, el cadáver de Formoso fue acusado de violar normas eclesiásticas al haber aceptado el papado mientras era obispo de otra diócesis. Un diácono, temblando, tuvo que «responder» por el muerto mientras Esteban gritaba sus acusaciones. El veredicto fue unánime: Formoso fue declarado culpable, sus actos papales anulados, y su cuerpo despojado de honores. En un acto final de humillación, le cortaron los dedos que usaba para bendecir, y su cadáver fue arrojado al río Tíber.
Pero la historia no termina ahí. El pueblo romano, horrorizado por el juicio, se rebeló contra Esteban VI. El cuerpo de Formoso fue rescatado del río por simpatizantes y enterrado de nuevo, mientras Esteban fue depuesto y encarcelado, donde murió estrangulado meses después.
El Sínodo Cadavérico, lejos de consolidar el poder de Esteban, se convirtió en un símbolo de la decadencia moral y política de la época.
Este episodio, conocido como el «Sínodo del Terror», sigue fascinando a historiadores y curiosos por igual. Fue un momento en que la venganza y el fanatismo llevaron al papado a un extremo inimaginable, dejando una mancha imborrable en la historia de la Iglesia.
La imagen que ilustra esta nota es la pintura «El papa Formoso y Esteban VI» (1870) de Jean-Paul Laurens es una obra que captura uno de los episodios más sombríos y surrealistas de la historia del papado: el Sínodo Cadavérico de 897.
Este cuadro, alojado en el Musée des Beaux-Arts de Nantes, Francia, mide 100 x 152 cm y está realizado en óleo sobre lienzo. Laurens, un pintor francés conocido por su estilo académico y su interés en temas históricos medievales, recrea con dramatismo este juicio póstumo donde el papa Esteban VI sometió al cadáver de su predecesor, Formoso, a un proceso eclesiástico.