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Grenell, el “special envoy” que quiere engañar a Trump, por Marco de la Torre

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Cuando Richard Grenell apareció ante las cámaras celebrando la liberación del ciudadano estadounidense Joe St. Clair, lo hizo como un enviado especial del presidente Trump. Pero lo cierto es que no actúa en nombre de una política oficial. Grenell en la práctica está jugando un papel muy peligroso: el de agente de legitimación del narcorégimen de Nicolás Maduro.

Lo hace en nombre de una falsa estrategia de “Estados Unidos Primero” que, en realidad, pone los intereses de Chevron y del lobby petrolero por encima de la coherencia política de la Casa Blanca y de la seguridad hemisférica.

El mensaje no pudo ser más dañino: hay que “generar confianza” con Maduro. Así lo dijo. Como si el régimen venezolano fuera simplemente un gobierno difícil, y no la organización criminal transnacional que ha sido denunciada por el Departamento de Estado, el Comando Sur y la Corte Penal Internacional. A espaldas del Congreso y de los diplomáticos responsables, Grenell ha querido dar forma a una nueva narrativa: la de un Maduro con el que se puede negociar en privado mientras se condena en público.

Esta jugada no solo contradice la política histórica de Trump hacia las dictaduras del hemisferio, sino que mina tres pilares esenciales de su coalición de apoyo.

1. Una amenaza a la doctrina de seguridad nacional

El Comando Sur no ha dejado lugar a dudas: Maduro representa una amenaza directa. Su régimen da refugio a grupos narcoterroristas, encubre redes de tráfico de oro y de personas, y opera como plataforma de influencia para Irán, Rusia y Cuba. La doctrina de disuasión activa adoptada por la administración Trump no admite excepciones ni señales de debilidad. Convertir a un criminal en contraparte es enviar el mensaje equivocado al resto de los enemigos de Occidente.

2. Una fractura con el voto latino que decidió las elecciones de 2024

En las presidenciales del 5 de noviembre de 2024, Donald Trump sumó entre 4% y 6% adicionales del voto latino en estados clave. Esa ganancia se cimentó en una postura firme frente a las dictaduras que han destruido países como Venezuela, Cuba y Nicaragua. Cualquier señal de ambigüedad hacia Maduro pone en riesgo ese respaldo. Muchos de esos votantes huyeron de regímenes que hoy celebran cada movimiento como el de Grenell. No premiarán la traición con silencio.

3. Un choque con legisladores republicanos de origen latino

Senadores y representantes republicanos de origen venezolano, cubano o centroamericano han sido pilares fundamentales de la política hemisférica de Trump. Ellos no fueron consultados sobre el viaje de Grenell, ni participaron en la decisión, ni aprueban la narrativa de “confianza mutua” con Caracas. El resultado es una fractura interna que puede costar cohesión legislativa, liderazgo regional y credibilidad moral. Nadie quiere aparecer apoyando una claudicación frente al cartel de Miraflores.

Algunos justifican esta deriva con el pretexto de “impedir que China se apodere del petróleo venezolano”. Pero esta es una narrativa fabricada por Chevron para defender su monopolio sobre los crudos pesados. China no ha incrementado su presencia energética en Venezuela desde 2016 y sus inversiones principales en la región están ocurriendo en otros países. La amenaza china, en este caso, es una excusa mal construida para abrir la puerta al apaciguamiento.

No se trata de celebrar o condenar la liberación de un ciudadano. Se trata de no premiar el secuestro político como estrategia. Cada vez que se le concede a Maduro una victoria comunicacional sin costo, se refuerza su modelo de extorsión. Como bien ha dicho el secretario de Estado Marco Rubio, no se puede negociar con terroristas sin consecuencias. Lo que ha hecho Grenell es darle al régimen lo que más necesita: legitimidad internacional en tiempos de aislamiento.

El presidente Trump ha construido su liderazgo sobre la fuerza, la claridad y la defensa de los principios. No puede permitirse que operadores sin mandato contaminen esa visión por ambiciones personales o intereses empresariales. Grenell no es un “Special Envoy”, es un actor paralelo que, consciente o no, está tratando de engañar a Trump.

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