El alto al fuego como ficción útil
Tras el anuncio presidencial del 23 de junio, Israel admitió haber atacado una instalación de radar iraní cerca de Teherán antes del inicio formal del alto al fuego. Poco después, Irán lanzó una serie de misiles, uno de los cuales alcanzó Beersheba y causó la muerte de cuatro personas. Aunque ambas partes afirmaron su intención de respetar la tregua, las acciones sobre el terreno dicen lo contrario.
El presidente Trump, al ser informado de los hechos, condenó las violaciones y exigió el cumplimiento del acuerdo. Incluso se reportó que ordenó abortar una operación israelí de mayor envergadura tras una conversación directa con el primer ministro Netanyahu. Sin embargo, el episodio evidencia una realidad incómoda: ni la presión de Washington ni los compromisos formales garantizan el cese real de la violencia cuando la desconfianza y los objetivos estratégicos siguen intactos.
Un paralelismo inquietante: la guerra que sigue aunque se declare la paz
Este contexto recuerda poderosamente la lógica trágica de Sin novedad en el frente, la emblemática novela de Erich Maria Remarque sobre la Primera Guerra Mundial. En ella, los partes oficiales anunciaban que “todo estaba en calma”, mientras en la realidad los soldados seguían muriendo en las trincheras. Hoy, con drones, misiles y radares, la situación no es tan distinta: se proclama la tregua, pero la muerte continúa acechando.
Trump y la contención de una Tercera Guerra Mundial
Más allá de las acciones de Israel o Irán, y más allá de la fragilidad del cese al fuego, hay una realidad estratégica innegable: el liderazgo del presidente Trump ha contenido, al menos temporalmente, una espiral de violencia que pudo encender una guerra total en Medio Oriente.
No se trata solo de un logro táctico o de imagen. Se trata de un acto de diplomacia directa que ha abierto —aunque sea por milímetros— un canal para el entendimiento, incluso entre actores históricamente enemigos. La posibilidad de evitar una Tercera Guerra Mundial no descansa únicamente en tratados multilaterales o cumbres internacionales, sino en la voluntad firme de ejercer influencia en el momento exacto en que la historia puede fracturarse.
La paz no se decreta, se construye
Como nos enseña la novela de Remarque, la guerra persiste cuando las palabras se distancian de los hechos. Pero también nos enseña que un gesto auténtico de liderazgo puede marcar la diferencia entre una tregua aparente y una oportunidad real de paz.
Hoy, aunque las armas no han callado del todo, el liderazgo del presidente Trump ha cambiado el curso inmediato de los acontecimientos. El mundo respira con algo más de esperanza, porque una guerra que parecía inevitable fue, al menos por ahora, detenida.
Y eso sí es una verdadera novedad en el frente.
Miguel Ángel Martin @miguelmartint
Doctor en Derecho (UCV), Especialista en Derecho Público (UCAB). Magistrado principal de la Sala Constitucional del TSJ Venezuela (2017). Experto en seguridad y defensa, Centro William J. Perry, Washington DC. Promotor de democracia, justicia y derechos humanos.