Vía Washington Post
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció este viernes que el gobierno federal tomará una participación del 10% en Intel, uno de los mayores fabricantes de semiconductores del mundo, tras llegar a un acuerdo con su director ejecutivo, Lip-Bu Tan.
Trump valoró el trato en unos 10.000 millones de dólares y aseguró que fue producto de una conversación directa con Tan: “Creo que debería pagarnos el 10% de su empresa. Le dije que sería bueno tener a Estados Unidos como socio. Estuvo de acuerdo, y así lo han hecho”, declaró el mandatario durante un acto público.
El secretario de Comercio, Howard Lutnick, calificó el hecho como “una noticia histórica” y destacó que la adquisición fortalecerá el liderazgo tecnológico de Estados Unidos en la industria de los semiconductores.
Intel no emitió comentarios oficiales, aunque las acciones de la compañía subieron un 7% en Wall Street tras el anuncio presidencial.
Un precedente poco común
Si bien el gobierno estadounidense ha tomado participaciones en empresas privadas en circunstancias de crisis —como ocurrió en 2009 con General Motors durante la administración de Barack Obama—, esta intervención se considera extraordinaria.
El secretario del Tesoro, Scott Bessent, había confirmado a principios de semana que el gobierno buscaba una participación en Intel, lo que despertó críticas y apoyos inesperados. El senador republicano Rand Paul calificó la medida como un “paso hacia el socialismo”, mientras que el independiente Bernie Sanders la aplaudió por ofrecer un retorno a los contribuyentes tras las millonarias subvenciones públicas recibidas por la empresa.
Intel entre la presión y la transición
La compañía, otrora líder mundial en semiconductores, atraviesa un período complejo tras años de decisiones cuestionadas, pérdidas millonarias y la presión competitiva de rivales como Nvidia y Taiwan Semiconductor Manufacturing Company.
Lip-Bu Tan, nombrado director ejecutivo tras la salida de Pat Gelsinger en 2024, había generado inquietud en Washington por sus inversiones en China. Sin embargo, Trump destacó que tras reunirse con él cambió de percepción: “Me cayó muy bien, es un hombre muy bueno y en cierto modo una víctima”.
El trasfondo estratégico
Intel fue el principal beneficiario de la Ley de Chips impulsada durante la administración Biden, recibiendo alrededor de 11.000 millones de dólares en subvenciones a cambio de expandir su capacidad productiva en territorio estadounidense.
La compañía se ha comprometido a invertir más de 90.000 millones de dólares en nuevas instalaciones, aunque recientemente canceló proyectos en Europa y retrasó una planta clave en Ohio.
A diferencia de Nvidia, que depende de productores taiwaneses, Intel mantiene producción propia de chips, lo que la convierte en un activo estratégico para el esfuerzo de reindustrialización tecnológica en EE. UU.