El Día de Acción de Gracias es una tradición que nos conecta con la familia, amigos, vecinos, con la humanidad y con la Divina Providencia
Por María Mercedes y Vladimir Gessen – El Nacional
Thanksgiving Day
Tiene sus raíces en una narrativa histórica en los Estados Unidos y otros países que nos une con el pasado. Para algunos, esta festividad remonta al relato de los peregrinos y los indígenas Wampanoag que compartieron una comida en 1621 como un acto de cooperación y agradecimiento. Aunque esta historia tiene sus matices y debates, representa un símbolo de esperanza, resiliencia y unidad en tiempos difíciles. Cuando celebramos este día, evocamos la memoria de generaciones anteriores que también se reunieron para dar gracias, ya fuera por cosechas abundantes, por superar desafíos, o simplemente, por el don de la vida. Este acto de continuidad conecta a las familias, creando un hilo que enlaza a abuelos, padres e hijos en una narrativa común que define quiénes somos y de dónde venimos.
Impacto psicológico
Este día de dar las gracias deja una huella en nuestra salud emocional y mental. El simple acto de dar gracias activa áreas del cerebro asociadas con la felicidad y el bienestar, fomentando una sensación de calma y satisfacción. Nos invita a detenernos en medio del ajetreo cotidiano para reconocer y valorar a las personas que enriquecen nuestras vidas, como la familia, los amigos, los vecinos, y todas esas relaciones que nos dan un sentido de pertenencia y de identidad. Al dar gracias, reconocemos nuestra relación con los demás, con la naturaleza y con las fuerzas que trascienden nuestra comprensión. Este reconocimiento nos ayuda a responder preguntas esenciales: ¿Qué valoramos? ¿Qué nos define como personas? ¿Qué papel desempeñamos en la vida de quienes nos rodean?
El acto de expresar gratitud refleja nuestras prioridades y valores. Agradecemos por la familia que nos brinda apoyo, por los amigos que nos acompañan y por las oportunidades que nos han permitido crecer. Cada «gracias» es una afirmación de las relaciones, las experiencias y los ideales que construyen nuestra identidad. Este sentido de pertenencia es crucial. Saber que formamos parte de algo más grande que nosotros mismos nos da propósito y significado. Nos ayuda a reconocer que nuestra existencia tiene impacto y que nuestras acciones, por pequeñas que parezcan, pueden enriquecer las vidas de los demás.
Unión familiar: un refugio de amor
En un mundo cada vez más individualista, este día es un recordatorio de la importancia de la unión familiar. Nos invita a reunirnos alrededor de la mesa, compartiendo no solo alimentos, sino historias, recuerdos y alegrías. Es un momento para sanar heridas, estrechar vínculos, y reafirmar el amor que nos conecta. La familia, en todas sus formas y expresiones, es el refugio donde encontramos consuelo y fuerza.
La unión familiar durante esta celebración no solo fortalece los lazos existentes, sino que también ofrece un modelo de pertenencia y apoyo para las futuras generaciones. Los niños aprenden, que la gratitud es una herramienta poderosa para cultivar relaciones de amor y amistad y superar las adversidades.
La magia de la comunidad
Más allá del círculo familiar, el Día de Acción de Gracias también fomenta el sentido de pertenencia social. Al expresar gratitud a nuestros vecinos, compañeros de trabajo y amigos, reconocemos que somos parte de un entramado más amplio. Este acto de conexión nos recuerda que no estamos solos en este viaje llamado vida.
El agradecimiento mutuo refuerza la confianza y la cooperación entre las personas, promoviendo una comunidad más solidaria y empática. En un mundo donde las divisiones parecen multiplicarse, estos gestos de bondad nos ayudan a construir puentes y a encontrar puntos de encuentro en nuestras diferencias.
La Divina Providencia y el encuentro con el Universo
Este día conecta nuestra identidad con lo trascendente. Para quienes tienen una fe religiosa, este día es una oportunidad para agradecer a un poder superior por las bendiciones recibidas. Pero incluso desde una perspectiva secular, el acto de dar gracias nos invita a reflexionar sobre la belleza y el misterio del Universo que habitamos. Reconocemos nuestra relación con la naturaleza, con el tiempo y con la infinita red de interconexiones que sustenta la vida. Este encuentro con lo trascendente nos define como seres conscientes, capaces de apreciar el milagro de existir y de participar en un ciclo de dar y recibir.
En un nivel más profundo, el Día de Acción de Gracias nos invita a reflexionar sobre nuestra relación con la Divina Providencia del Universo. Este día nos recuerda que somos parte de algo mucho más grande, una creación infinita llena de misterios y maravillas. Al expresar gratitud, reconocemos nuestra conexión con ello, con la vida misma y con ese poder superior que guía nuestras existencias.
El acto de agradecer no solo es una expresión de humildad, sino también un acto de amor hacia todo cuanto nos rodea. Es un momento para contemplar las bendiciones que, muchas veces, damos por sentado como el aire que respiramos, el calor del sol, la generosidad de la tierra que nos alimenta. La gratitud nos reconecta con nuestra esencia, recordándonos que somos tanto receptores como dadores de amor y bondad.
Agradecimiento: una fuente de renovación
Dar gracias no solo beneficia a quien recibe nuestra gratitud, sino también a quien la expresa. Es un acto que nos renueva, que nos llena de esperanza y que nos impulsa a mirar el futuro con optimismo. Del mismo modo, recibir la gratitud de los demás nos reafirma y nos recuerda que nuestro esfuerzo, por pequeño que sea, tiene un impacto positivo en quienes nos rodean. Al dar gracias, creamos un espacio para el amor, la compasión y la reconciliación. Este día nos invita a ver la vida no como una lista de carencias, sino como un lugar abundante de bendiciones.
Significado del solsticio de invierno
Las antiguas festividades del solsticio de invierno están profundamente relacionadas con el concepto de dar gracias, aunque lo expresan desde perspectivas culturales y espirituales diversas. Estas celebraciones, que marcan el día más corto y la noche más larga del año, simbolizan el renacimiento de la luz y la esperanza en medio de la oscuridad. En muchas culturas, eran momentos para honrar a las fuerzas naturales, y agradecer las bendiciones del año y pedir prosperidad para el futuro.
El solsticio de invierno, celebrado entre el 20 y el 23 de diciembre en el hemisferio norte, era un evento astronómico fundamental para las sociedades antiguas, especialmente las agrícolas. La gente observaba el cambio en la duración de los días como una señal de renovación y esperanza, ya que anunciaba el regreso progresivo de la luz y la calidez del sol.
Gratitud y celebración en diferentes culturas
Los celtas y pueblos germánicos en las regiones del norte de Europa, tenían el festival de Yule que celebraba el renacimiento del sol. Se encendían hogueras y velas para simbolizar el retorno de la luz, y se agradecía por las cosechas almacenadas que les permitirían sobrevivir el invierno. La quema del tronco de Yule era un acto de gratitud y protección, donde las cenizas se guardaban como amuleto para atraer buenas cosechas.
Durante la Saturnalia en la Roma antigua los romanos la celebraban en honor a Saturno, el dios de la agricultura. Durante esta festividad, que coincidía con el solsticio, se daba gracias por las cosechas y por el descanso del trabajo agrícola. Era una época de generosidad, intercambio de regalos y festividades, en las que los roles sociales se invertían simbólicamente como muestra de renovación.
El Festival de Dongzhi en China era celebrado en el solsticio de invierno, y agradece la culminación del año y marca el equilibrio entre el yin (oscuridad) y el yang (luz). Las familias se reúnen para disfrutar de comidas especiales y fortalecer lazos, expresando gratitud mutua.
La Inti Raymi de los Incas, en el hemisferio sur estaba relacionado con el solsticio de invierno en el hemisferio sur en junio, y honraba al dios Inti (el Sol) y agradecía la luz y el calor que permitían la vida. También era un momento para pedir una buena cosecha en el ciclo venidero.
Las Fiestas nórdicas y escandinavas realizaban rituales para dar gracias a los dioses y a la naturaleza por su protección durante el frío invierno. Se ofrecían sacrificios simbólicos como un acto de gratitud y renovación.
Conexión con el agradecimiento
Estas celebraciones de la humanidad compartían el reconocimiento de la dependencia de la humanidad hacia la naturaleza, los ciclos estacionales y las fuerzas cósmicas. La gratitud, aunque expresada en formas diferentes, era central para estas festividades. Los antiguos daban gracias por la supervivencia hasta ese momento del año. También por los recursos almacenados que los ayudarían a enfrentar los meses más duros, y por la luz del sol que, simbólicamente, aseguraba la continuidad de la vida.
Estas antiguas tradiciones del solsticio de invierno influyeron en muchas celebraciones actuales como la Navidad, con su simbolismo de luz y renovación, incorpora elementos de gratitud y esperanza vinculados a festivales como Saturnalia y Yule. El Hanukkah judío, conocido como el Festival de las Luces, también resalta la gratitud y la luz en tiempos de adversidad. El Año Nuevo, que marca el cierre de un ciclo, refleja esta idea de agradecer el pasado y recibir con esperanza el futuro.
Las fiestas del solsticio de invierno nos recuerdan nuestra conexión con los ciclos de la naturaleza y nuestra necesidad de gratitud, tanto hacia las fuerzas que sostienen la vida como hacia quienes nos acompañan en ella. Aunque las formas de celebración han cambiado con el tiempo, el espíritu de dar gracias y renovar la esperanza sigue siendo una constante. De hecho, el día de Acción de gracias en Estados Unidos abre la temporada navideña del país.
Origen y establecimiento de la costumbre en tiempos modernos
Aunque el Día de Acción de Gracias tiene sus raíces en los festivales de cosecha que se celebraban en Europa desde tiempos antiguos, en los que las comunidades agradecían por los frutos del trabajo agrícola. En el contexto estadounidense, esta tradición se remonta al famoso banquete celebrado en 1621 entre los peregrinos de Plymouth y los indígenas Wampanoag, quienes compartieron alimentos en señal de cooperación y gratitud por la cosecha de otoño tras un año de grandes dificultades.
En 1863, el presidente Abraham Lincoln estableció oficialmente el Día de Acción de Gracias como un feriado nacional en los Estados Unidos, invitando a los ciudadanos a un día de «agradecimiento y alabanza al Padre que mora en los cielos». Desde entonces, esta celebración ha evolucionado, centrando su significado en la unión familiar y el agradecimiento más allá de las bendiciones materiales.
Países que celebran el Día de Acción de Gracias
Aunque el Día de Acción de Gracias es más conocido en los Estados Unidos y Canadá, donde se celebra en fechas distintas, el segundo lunes de octubre en Canadá y el cuarto jueves de noviembre en los Estados Unidos.
En Canadá se celebra como un día de gratitud por la cosecha y las bendiciones del año. Tiene orígenes históricos en las tradiciones de cosecha de los pueblos indígenas y las influencias europeas.
Naciones que festejan la gratitud
Además de los Estados Unidos y Canadá, existen países con festividades que, aunque no llevan el mismo nombre, tienen un significado similar de gratitud y celebración de la cosecha o de las bendiciones recibidas.
En Japón celebran el Labor Thanksgiving Day o Kinrō Kansha no Hi: el 23 de noviembre. Es una festividad moderna que evolucionó de antiguas celebraciones de cosecha. Hoy en día, honra tanto a los trabajadores como a las bendiciones de la naturaleza.
En Alemania celebran la Erntedankfest (Fiesta de la Cosecha): festejada en septiembre u octubre. Esta tradición cristiana incluye servicios religiosos, procesiones y una comida para dar gracias por las cosechas abundantes.
Liberia, un país Fundado por esclavos liberados de los Estados Unidos, celebra su propia versión del Día de Acción de Gracias el primer jueves de noviembre, inspirada en las tradiciones estadounidenses.
En Holanda en algunas iglesias protestantes de Leiden, se celebra un Día de Acción de Gracias en honor a los peregrinos que partieron hacia América desde ese puerto.
Otros países tienen festividades que, aunque no están vinculadas directamente al Día de Acción de Gracias, reflejan el espíritu de gratitud y celebración de las bendiciones recibidas.
En Corea del Sur se celebra una importante festividad de tres días, celebrada en otoño, donde las familias se reúnen para dar gracias por la cosecha, honrar a los ancestros y compartir comidas tradicionales. Se trata del Chuseok.
En la India festividades como Pongal en Tamil Nadu, y Makar Sankranti en otras regiones celebran la gratitud por las cosechas y el bienestar.
En China el Festival del Medio Otoño, aunque más centrado en la luna y la reunión familiar, también incluye elementos de gratitud hacia la naturaleza y la cosecha.
En Vietnam el Tết Trung Thu es similar al Festival del Medio Otoño en China, y celebra la gratitud hacia la naturaleza y la reunión familiar.
Costumbres similares en las religiones abrahámicas
Judaísmo: La festividad de Sucot o Fiesta de los Tabernáculos es una celebración de la cosecha que incluye el agradecimiento a Dios por Su provisión. Durante esta semana, los judíos recuerdan su dependencia de Dios al vivir en cabañas temporales, evocando el tiempo en el desierto tras el éxodo de Egipto.
Cristianismo: El agradecimiento es central en la fe cristiana, y muchas iglesias tienen servicios especiales de Acción de Gracias. Además, la Eucaristía, cuyo nombre proviene del griego eucharistía («acción de gracias»), es un ritual que expresa gratitud a Dios.
Islam: Aunque no hay un «Día de Acción de Gracias» formal, el Islam fomenta el agradecimiento constante a Dios (shukr) como un acto de fe. El Ramadán y el Eid al-Fitr son tiempos especiales para reflexionar sobre las bendiciones y expresar gratitud.
En el budismo, la gratitud es una práctica esencial que fomenta la conexión con los demás y el desapego de los deseos materiales. Los textos budistas destacan la importancia de ser agradecidos hacia los padres, los maestros y todos los seres vivos que contribuyen a nuestra existencia.
El Dalai Lama ha hablado extensamente sobre cómo la gratitud promueve la paz interior y la felicidad, sugiriendo que al reconocer lo que otros hacen por nosotros, cultivamos compasión y reducimos el egoísmo. En la meditación budista, prácticas como metta bhavana (la meditación del amor bondadoso) incluyen elementos de gratitud, tanto hacia uno mismo como hacia los demás.
El Día de Acción de Gracias, aunque tiene raíces históricas y culturales específicas, encuentra ecos en múltiples tradiciones y religiones del mundo. La gratitud, como virtud universal, trasciende barreras culturales y espirituales, recordándonos la interdependencia que define nuestra existencia. En todas las formas que adopte, el agradecimiento nos une, nos eleva y nos reconecta con lo esencial.
Una nota final de gratitud
Hoy, mientras compartimos este día con quienes amamos, recordemos que la gratitud no es solo un acto, sino una forma de vida que moldea nuestra identidad. Dar gracias es, en última instancia, un recordatorio de nuestra humanidad compartida, de nuestra conexión con todo lo que nos rodea, y de la maravilla de ser quienes somos.
Gracias por ser parte de esta reflexión. Que este Día de Acción de Gracias refuerce en ustedes y nosotros el sentido de identidad humana y nos llene de amor.
Desde este espacio, queremos expresar nuestra gratitud a cada uno de ustedes, queridos lectores. Gracias por tomarse el tiempo de acompañarnos en nuestros escritos, y por ser parte de este acto colectivo de agradecimiento. Gracias por ser quienes son, por sus gestos de bondad y por el amor que irradian en sus vidas.
Que este Día de Acción de Gracias sea un recordatorio de las cosas buenas que nos rodean, de las personas que enriquecen nuestras vidas y de la Divina Providencia del Universo que nos guía. Celebremos juntos, con corazones llenos de agradecimiento y esperanza. ¡Gracias a ustedes, y que tengan un día lleno de amor y bendiciones!