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La estrategia de Trump para Europa

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Por George Friedman en GPF

Tenía la intención de ampliar mi columna de principios de esta semana sobre el conflicto en Medio Oriente, pero en su lugar creo que abordaré las consecuencias para la política exterior de las elecciones estadounidenses, que Donald Trump ganó decisivamente.

Durante la campaña electoral, Trump se centró en poner fin a la participación de Estados Unidos en la guerra de Ucrania. Ha dicho en repetidas ocasiones que la guerra es un asunto europeo y que la responsabilidad de defender a Ucrania es, por tanto, europea, no estadounidense. Sin embargo, ha dejado abierta la posibilidad de ampliar el apoyo estadounidense si ello redunda en beneficio de los intereses de Estados Unidos.

La opinión generalizada es que Ucrania es de vital interés para Estados Unidos. Trump no está de acuerdo con esto. Ucrania es de interés moderado, pero no afecta al futuro de Estados Unidos. Para los europeos, la presencia de Rusia en Ucrania es una cuestión vital, ya que Ucrania está en Europa. La opinión generalizada no es del todo falsa, pero no sopesa las necesidades de manera efectiva.

Pero Trump considera que Ucrania es una guerra europea porque una victoria rusa amenaza directamente a Europa, no al corazón de Estados Unidos. Europa tiene un producto interno bruto de más de 27 billones de dólares, mientras que el PIB de Estados Unidos es apenas superior, 29 billones de dólares. ¿Por qué, entonces, no puede Europa pagar por el conflicto? Es cierto que Europa no posee los activos militares necesarios para hacerlo, pero Trump lo ve como otra excusa para que Estados Unidos pague la factura. Durante décadas, esto fue una característica, no un defecto, del sistema. La estructura de las defensas europeas se creó a principios de la Guerra Fría. Fue una época en la que Europa estaba destrozada por la Segunda Guerra Mundial, cuando Estados Unidos temía que sus propios intereses se vieran afectados si Europa caía en manos de la Unión Soviética. El término de esa línea de pensamiento es pagar lo que sea necesario para defender a Europa.

Pero el tiempo pasa. Europa es hoy próspera, está densamente poblada y, en teoría, es plenamente capaz de defenderse. Sin embargo, los países europeos no han reconstruido sus ejércitos, colectiva o individualmente, para llevar a cabo esa tarea, y Estados Unidos sigue soportando el peso financiero de la defensa del continente. He ahí el quid de la cuestión de Trump: dicho sencillamente, cree que Europa está actuando de mala fe. No es algo totalmente nuevo –los republicanos llevan años haciendo afirmaciones de ese tipo, y el propio Trump lo señaló en su primera presidencia–, pero no carece de mérito.

Igualmente importante es algo que Trump no ha dicho: que no existe tal cosa como “Europa”, salvo como concepto geográfico. Es grande y contiene una multitud de estados-nación y naciones de personas que están vinculadas, a veces voluntariamente, por una red de organizaciones transnacionales. Esta situación genera imprevisibilidad y desunión. La idea básica de las relaciones entre las naciones está en cierta medida en desacuerdo con la realidad de Europa. Este es un punto importante porque cuando Trump habla de Europa y la OTAN, de lo que en realidad está hablando es de la relación de Estados Unidos con Europa. Su postura sobre Ucrania, entonces, tiene como objetivo obligar a Europa a asumir la responsabilidad por la guerra y, si no puede hacerlo, demostrar que su incapacidad para hacerlo significa que la amenaza que plantea Rusia no es real.

Trump también se muestra escéptico respecto de otras alianzas y dijo que probablemente las reexaminará todas, en particular las alianzas tradicionales sin un propósito claro, con el objetivo último de minimizar la exposición de Estados Unidos a las guerras. Pero cambiar una política arraigada es extremadamente difícil. Personalmente, no creo que abandone la guerra en Ucrania de plano; creo que hará que Estados Unidos siga teniendo un papel de apoyo mientras Europa asume el liderazgo. El tiempo dirá si puede imponer su voluntad.

George Friedman es un pronosticador geopolítico y estratega en asuntos internacionales reconocido internacionalmente y fundador y presidente de Geopolitical Futures.

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