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Moscú estuvo bajo apagón digital y comercial por miedo a drones en el Día de la Victoria

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Lo que en tiempos soviéticos fue un día de celebración patriótica y despliegue de poder militar, hoy se ha convertido en una jornada de paranoia preventiva. Moscú amaneció este 9 de mayo en una suerte de “estado de excepción no declarado”, con el acceso a Internet móvil restringido, tiendas cerradas, estaciones de metro clausuradas y la ciudad parcialmente paralizada, todo en nombre de la seguridad del desfile del Día de la Victoria.

Desde hace varios días, la capital rusa ha experimentado cortes intermitentes de conectividad, afectando no solo a redes sociales, sino también a servicios esenciales como bancos, aplicaciones de transporte y portales gubernamentales, según reporta Meduza

La amenaza de ataques con drones —insinuada repetidamente por funcionarios ucranianos— ha llevado al Kremlin a tomar medidas extremas que rozan el bloqueo interno.

La población lo sufre en silencio. Los servicios de entrega están limitados, los taxis escasean y sus tarifas se han disparado. Incluso los patinetes eléctricos, símbolo de modernidad urbana, han sido restringidos. Las alteraciones no son menores: entre el 7 y el 8 de mayo, los cuatro aeropuertos principales de Moscú suspendieron temporalmente sus operaciones, causando retrasos y cancelaciones que afectaron a cientos de miles de pasajeros. La situación fue tan crítica que el presidente serbio Aleksandar Vučić tuvo que hacer un aterrizaje de emergencia en Bakú.

Para el 9 de mayo, las restricciones se intensificaron: cafés y comercios a lo largo de la ruta del desfile permanecieron cerrados, el acceso a estaciones centrales de metro fue limitado, y el bloqueo total del internet móvil y potencialmente del servicio telefónico duró la mañana.

Desde el Kremlin, el portavoz Dmitri Peskov pidió comprensión a los ciudadanos. “No se trata de un fallo técnico, sino de restricciones deliberadas al internet móvil por razones obvias. Debemos tener en cuenta los peligros que representan nuestros vecinos”, declaró, apelando a un discurso de amenaza externa que se ha convertido en rutina para justificar medidas excepcionales.

Lo que no se dice abiertamente es que este tipo de despliegue represivo anticipado revela más temor que fuerza. En lugar de proyectar seguridad, el desfile del Día de la Victoria de este año ilustra un país atrincherado, donde el poder necesita apagar la vida cotidiana para mostrar músculo.

La paradoja es evidente: para “celebrar” la victoria contra el fascismo, las autoridades rusas imponen un control total digno de los regímenes que dicen haber derrotado.

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