Morfema Press

Es lo que es

Mario Vargas Llosa, alquimista de la libertad, por Rafael Egañez Anderson

Comparte en

¡Hagamos catarsis!

Vivimos en un tiempo donde la palabra “alquimia” ha sido reducida a metáfora fácil o a mistificación estética. Pocos recuerdan que la verdadera alquimia no fue nunca religión ni fábula; fue, y sigue siendo, una disciplina de transformación interior, una ciencia espiritual que exige sacrificio, rigor y un amor inquebrantable por la verdad y la erradicación del autoengaño.

Antes de las religiones, ya existía una necesidad: entender la transformación, el dolor, el amor, el misterio de ser humano. Ahí, ya estaba la alquimia.

Curiosamente, esa misma fibra, esa misma determinación que atraviesa los antiguos tratados alquímicos, recorre también la obra de Mario Vargas Llosa, aunque a primera vista parezcan habitar mundos distintos.

Y sí, Mario Vargas Llosa fue un alquimista que dejó entre sus obras un tratado de transformación implacable, para que cada quien, a través de su lectura, logre calladamente descifrar el mensaje y comenzar esa transformación personal que, en la suma, generará cambios trascendentales en muchos pueblos.

Cuando salió el libro Carta a un joven novelista en el año 1997, sentí que era una obra dirigida a mí; me fascinaba la posibilidad de que ella me diera el soporte necesario para escribir, transformar esa energía que tenía oculta y utilizar esas palabras para impulsar lo que pensaba era una pasión en mí. El libro impactó en mí de una manera tan genial, que él mismo se convirtió en un artefacto alquímico en sí, que permitió mi propia transformación y poner en perspectiva planes que, aún hoy en día, florecen en mí.

En Carta a un joven novelista, Vargas Llosa afirma “Escribir novelas es una manera de ejercer la libertad: de hacer que el mundo sea como lo deseamos.”

Pero transformar el mundo exige primero transformarse a uno mismo, y es allí donde la alquimia y la literatura se tocan en un plano silencioso.

La alquimia enseña que no hay acceso al oro sin atravesar la nigredo, la “noche oscura”, la putrefacción de todo aquello que es falso en nosotros. Así como los personajes de La ciudad y los perros deben enfrentar el derrumbe de sus ilusiones para poder mirar de frente su propia condición, el alquimista debe permitir que su “plomo” que no es más que las impurezas del ego, las máscaras heredadas se descomponga en su laboratorio interno y se pierda la cara como es debido.

El Corpus Hermeticum indica “Aquel que no ha descendido al infierno de su propio ser no puede esperar alcanzar la luz verdadera.”

No hay atajos. No existe redención sin desilusión previa.

Vargas Llosa, con su lúcida crítica a los totalitarismos desde La fiesta del Chivo hasta su ensayo La llamada de la tribu, nos recuerda que la libertad no se sostiene en entusiasmos vacíos, sino en una férrea disciplina de pensamiento, en una vigilancia constante contra las seducciones del poder, la masa y el dogma.

Del mismo modo, la alquimia no se sostiene en emociones dulces ni en deseos de evasión. El camino alquímico exige vigilancia implacable sobre el propio caos interior.

En la alquimia, después de la nigredo, viene la albedo: la purificación, el blanqueo, el doloroso desasimiento de los antiguos deseos y de las falsas identidades. Y más allá aún, la rubedo: el enrojecimiento final, el nacimiento de un nuevo ser que ya no es prisionero del miedo ni de la nostalgia de sí mismo.

No es ese mismo itinerario el que atraviesan los pueblos que luchan por su libertad verdadera, lejos de la tutela de salvadores y redentores fallidos?

En Conversación en La Catedral, Vargas Llosa lanza una pregunta brutal que atraviesa todas las épocas “En qué momento se había jodido el Perú?”

La pregunta no es meramente política. Es alquímica, en qué momento abandonamos el fuego interior que custodiaba nuestra verdad? Cuándo aceptamos ser plomo, en vez de luchar por transmutarnos en oro?

La alquimia, como la defensa de la libertad en Vargas Llosa, es una tarea para los valientes. Y créanme, la alquimia es para valientes. Quizás por eso es tan incomprendida por muchos, porque para practicarla hay que atravesar espacios que la mayoría no está dispuesta a cruzar; hay que enfrentarse a perder los cómodos refugios del ego.

No es para los crédulos ni para los soñadores ciegos, sino para quienes comprenden que ser libre es una batalla diaria contra la inercia, el autoengaño y la resignación.

No es casual que los grandes alquimistas hablaran del opus contra naturam “La Gran Obra es un trabajo contra la naturaleza caída del hombre.”

Lo mismo podría decirse de toda empresa de liberación real, no basta con querer ser libres, hay que forjar la libertad a través de la transformación personal y colectiva.

Hoy más que nunca, en un mundo que trivializa la conciencia y degrada la libertad al rango de mercancía, recordar este parentesco oculto entre alquimia y literatura, entre transformación y libertad, es un acto de resistencia.

No es religión.

No es superstición.

Es una disciplina!

Es como quiso Hermes Trismegisto, la ciencia  de Dios en la tierra para el hombre que no teme morir para nacer.

Y como quiso Vargas Llosa, la defensa irrenunciable de la única condición que da sentido a nuestra existencia, ser libres, incluso de nosotros mismos.

Rafael Egañez Anderson

WP Twitter Auto Publish Powered By : XYZScripts.com
Scroll to Top
Scroll to Top