Luego de concluir la escena de tortura de Lala Seijas, su personaje en la telenovela Estefanía, Zulay García fue llevada a los servicios médicos de RCTV: «Sucedió que el gran Carmelo, caracterizador del canal, me puso tirro para tapar los pezones, pero puso tanto que me produjo una alergia, y cuando me lo quitó tenía toda la zona inflamada», recuerda la actriz, quien ha suspendido el retiro voluntario en La Guaira —donde vive felizmente— para contarnos todos los detalles de aquella tarde de grabación con Tomás Henríquez, Gustavo Rodríguez y Julio Bernal. Esta es la historia…
Por: Néstor Luis Llabanero – Íconos Rotos
Zulay García pasó aquella tarde por el departamento de Reparto, y en el casillero del encargado, Ciro Villalobos, le fue entregado el libreto para el compromiso escénico del día siguiente. Al leerlo, la actriz supo que tendría un reto emocional y físico con su personaje de Lala Seijas, en Estefanía.
La telenovela, producida en 1979 por Radio Caracas Televisión (RCTV), narraba —con nombres cambiados— el convulsionado clima político de Venezuela entre 1957 y 1958, cuando la presidencia la ejercía el general Marcos Pérez Jiménez. Tiempos de dictadura. Así que no era cualquier cosa lo que le esperaba.
Lala —una joven perteneciente a una familia opositora del régimen militar— moriría sobre un rin filoso, con los pies cortados, maniatada y electrocutada por los esbirros de la Seguridad Nacional, la policía política y brazo ejecutor de la brutalidad.
En el decorado del canal, que simulaba el sótano de castigos, sería interrogada y sometida por Manuel Fulvio Lanz (Tomás Henríquez), Pedro Escobar (Gustavo Rodríguez) y El tuerto Medina (Julio Bernal), tres de los matones más sanguinarios del tirano Marcos Suárez Figueres (Luis Rivas).
Como actriz formada, Zulay estaba consciente de que corría el riesgo de ser rebasada por las implicaciones de una escena altamente exigente. Pero, mantenía la calma. Sus energías las utilizó para lograr una concentración máxima que le permitiera lo que busca todo artista, la trascendencia interpretativa.
«Quería que me recordaran como buena actriz y permanecer en la memoria de los venezolanos», confiesa desde su casa en La Guaira. «Creo que lo logré. Hasta el día de hoy me preguntan por ese trabajo en Estefanía».
El seriado, protagonizado por Pierina España y José Luis Rodríguez, se convirtió en un suceso de audiencia, siendo además la primera telenovela venezolana transmitida a color.
Estefanía resultaba interesante también porque nunca antes la televisión nacional había abordado de manera tan gráfica el abuso del poder político. La obra del escritor Julio César Mármol sigue considerándose historia contemporánea en formato de telenovela.
PRIMERO, UN ENSAYO EN FRÍO
Zulay García asistió al canal de manera puntual, como lo hacía desde 1972. Ese fue el año cuando incursionó en las pantallas de RCTV como parte del elenco de Sacrificio de mujer. Siete años después, no había variado su disciplina en el cumplimiento del horario.
A partir de la una de la tarde, cuando comenzaban las grabaciones de estudio, se encontró con los compañeros —artistas, técnicos y el director César Bolívar—, todos vibrantes, pues saboreaban el primer lugar de audiencia sobre sus competidoras de Venevision, primero Rosángela y luego Emilia.
«Al llegar, acostumbraba a pasar letra con mis colegas. Y ese día fue así», precisa quien había sido alumna sobresaliente de Carmen Antillano, una academia de arte dramático que dirigía el maestro Paul Antillano, ubicada en Chacaito, Caracas.
Una vez reunidos los actores, se llevó a cabo un ensayo en frío, es decir, repasaron el guión, marcaron movimientos sin involucrar emociones; luego se hizo otro pero con cámaras, y por último, como paso definitivo, se grabó la escena, con maldad, miedo y todos los sentimientos incluidos.
«Gracias a Dios fueron tres compañeros excelentes. Siempre pendientes de que el trabajo saliera perfecto. Yo consultaba con Tomás Henríquez, ya que sus consejos eran muy valiosos. Con Gustavo siempre bromeando. Y Julio era un poco rudo aunque no tengo quejas. Los cuatro pusimos lo mejor de cada uno para alcanzar la excelencia en una escena bastante difícil».
A la formación profesional de esta actriz se sumaba su entrenamiento en la escuela del teatro Alberto de Paz y Mateo, donde tuvo como profesores a Julio César Mármol, Román Chalbaud, Isaac Chocrón, Elías Pérez Borjas, Luis Abreu, Haydée Ascanio y Gilberto Pinto. También, la instrucción recibida en la «escuelita» de RCTV, que estaba en manos de Amalia Pérez Díaz.
TIRRO PARA TAPAR LOS PEZONES
La actriz interpretaba el personaje de una joven que vivía como en un país paralelo, desvinculada mentalmente de la atrocidad que la rodeaba. Era una aparente «comeflor» que no veía maldad aunque la tuviese en sus narices.
«Lala demostró que aunque tengas inocencia igual te van a torturar para que un régimen logre sus objetivos», opina la actriz.
Hija de Petra Martínez de Seijas (Agustina Martín) y Jesús María Seijas (Rafael Briceño), Lala era hermana del protagonista Luis Alberto (José Luis Rodríguez) y de Gabo (Henry Zakka), que sí procuraban la libertad con su lucha clandestina.
Así que, como venganza contra los dos hermanos, la tiranía utilizó a Lala para chantajear a toda la familia.
«Julio César Mármol confiaba en su elenco», agradece la actriz para dejar claro que el escritor de la telenovela no le hizo ninguna acotación de cara a la grabación. Tampoco lo hizo César Bolívar. Después de todo, Zulay era un talento más que probado.
Entonces se puso en manos del caracterizador Carmelo Ficettola, jefe del departamento de Maquillaje de RCTV. «Él realizaba todos esos efectos. La sangre que se ve en mi rostro era un producto que el canal importaba y para aumentar la inflamación de mi rostro colocó algodones dentro de mis mejillas para que se notara la contundencia de los golpes que había recibido».
Aunque la televisión vive de crear ilusiones a través de la simulación, en el caso de esta escena de tortura, Zulay García estaba efectivamente amarrada. Sus muñecas se habían atado con mecates y ella sujetada desde lo alto a la parrilla del estudio.
«Me montaron descalza en un rin, que era una forma de tortura aplicada a los presos políticos de aquella época. Los técnicos del canal se portaron maravillosamente bien, me cuidaron, pero claro como en toda escena riesgosa resulté con moretones».
Curiosidades del televidente, la gente llegó a preguntarse si realmente la actriz estaba desnuda al momento de grabación como sugiere la puesta en pantalla.
«En esa época, en Venezuela no había destape, de modo que el gran Carmelo me puso tirro para tapar los pezones, pero puso tanto que me produjo una alergia y cuando me los quitó tenía toda la zona inflamada».
Como consecuencia de ello, Zulay García fue trasladada a los servicios médicos de RCTV. La especialista le recetó una lista de remedios que contribuyó con su mejoría.
«ME CONMOVIÓ EL ABRAZO DE TOMÁS HENRÍQUEZ»
«A pesar de que ya había interpretado muchos personajes de niña buena y de villana, creo que a partir de Lala Seijas se tomó más en cuenta mi trabajo actoral y, sobre todo, porque fue una telenovela impactante ya que fue parte de la historia de Venezuela. Para interpretar mi personaje investigué en la hemeroteca de la Biblioteca Nacional y escuché relatos de personas que habían vivido en la época. Te puedo decir que muchas escenas eran tan crudas y reales que la censura prohibió que salieran al aire».
Como ocurre cuando el canal sabe de momentos artísticos sensibles, el elenco de Estefanía, al menos el citado a grabar, decidió unirse y concentrarse alrededor del estudio para presenciar el martirio de la actriz. Todos en absoluto silencio. Las tres cámaras en sus puestos y a tiro.
Y enseguida, César Bolívar dio la voz de «Acción» para dar comienzo al acto de crueldad ejecutado por las fuerzas represivas. Cigarrillos apagados en el cuerpo y golpes en su cara, preguntas de los inquisidores que solo provocaron como respuesta el llanto de terror de Lala.
La torturada apenas hizo un llamado a su madre a modo de clemencia y despedida, hasta que los esbirros encendieron los cables de electricidad para, con risa sádica, asesinar a la joven disidente.
«Al final escuché aplausos, estaba extenuada y adolorida, pero me conmoví cuando recibí el abrazo de mi amigo Tomás Henríquez mientras me ayudaba a bajar del rin y me quitaban los mecates de mis manos. Pensaba que había realizado bien el trabajo porque cuando los actores tenemos una escena que le gusta a los compañeros y a los técnicos se generan aplausos en el estudio. A mí me pasó ese día y es, junto con el recuerdo que todavía tienen los venezolanos de ese momento, el mejor premio que una actriz pueda recibir».