Uno de los santos más venerados de la región zuliana es a la vez uno de los más desconocidos por sus grandes méritos en la vida religiosa que ejerció con mansedumbre y sencillez.
Benito Manasseri, conocido mundialmente como San Benito de Palermo, fue un hermano franciscano que nació en la ciudad de San Fratello al sur de Italia, hacia el año 1526, hijo de Cristóbal, un negro esclavo de una familia lombarda de Sicilia y una negra libre de nombre Diana Larcan.
Según la tradición, se reseña que Benito, cuyo nombre significa bendito, era tan amble y tan piadoso, que a los diez años ya le llamaban «El Negro Santo», este apodo lo conservó toda su vida, ya que pasó su niñez y juventud entre la práctica de la virtud y la caridad cristiana, unidas del cuido de animales y campos de la familia a la que servían sus padres, hasta que alrededor de los 20 años define su vocación hacia la vida religiosa.
Entra entonces a formar parte de la Orden Franciscana, convirtiéndose en ermitaño, en dicha congregación profesa un cuarto perpetuo que consiste en la abstinencia perpetua, así como la mortificación de no beber vino. Tiempo después al ser invitado junto a varios compañeros a formar parte de alguna comunidad religiosa, él se agregó a los frailes menores del convento de Santa María de Jesús en la ciudad de Palermo.
En esta comunidad vivió veinticuatro años ejerciendo varios oficios humildes entre los que se destacó como cocinero a causa de su analfabetismo, de aquí se cuentan relatos de varios milagros y aún con todo, Benito seguía siendo un hermano más entre los suyos y estuvo alejado de querer figurar.
Sin embargo en 1578, gracias a su vida ejemplar, fue nombrado superior del convento, el cual dirigió durante tres años, luego fue delegado como vicario del monasterio y maestro de novicios, tenía un don especial para descifrar el pensamiento de las personas.
San Benito murió a la edad de 63 años el 4 de abril de 1589, después de una breve enfermedad, en sus últimos instantes repitió la frase del Señor «En tus manos, encomiendo mi espíritu».
Luego de una causa de santidad larga fue introducido en el martiriólogo romano desde el 15 de mayo de 1743, cuando fue promulgado su decreto de beatificación por el papa Benedicto XIV. El 24 de mayo de 1807 fue proclamado santo por Pio VII, designándolo como patrono de la convivencia y la solidaridad entre las diferentes razas.
Su culto, especialmente arraigado en pueblos del Sur del Lago y de la Costa Oriental del Lago, hacen muestra de la devoción a San Benito de Palermo con largas procesiones y repiques de chimbangueles durante todo el trayecto. En Maracaibo también existen numerosas capillas en su honor y una parroquia que lo tiene como titular en el sector Valle Frío.
Durante la celebración eucarística de hoy en horas tempranas en la explanada de la Catedral de Cabimas, monseñor Ángel Caraballo, obispo de la diócesis, resaltó que «a pesar de las dificultad tenemos un Dios que nos ama, él bajó a nuestra carne y nos hizo hijos suyos, ese fue el premio de la vida eterna»
Basado en el evangelio de los principales mandamientos, dijo que la entrega de Cristo fue total, llegando a morir por amor a los demás, «la vida de Jesús no tiene sentido sin la decisión y la voluntad de amar, la biblia es la carta de amor más hermosa que tenemos».
Acerca del santo dijo que en su imagen nos muestra su corazón para recordarnos que somos hijos de Dios en su amor y que el cumplió durante su historia estas indicaciones, a la vez que pidió su bendición para todo el pueblo.