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Unas palabras sobre El Checo Pérez y Red Bull: Puntos de vista sobre la relación “de moda” en la Fórmula 1

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En estos días las RRSS han estado singularmente activas a causa de unas declaraciones del asesor de la Organización Red Bull, Helmut Marko, sobre el piloto Sergio Checo Pérez, que algunos comunicadores especializados y aficionados de habla hispana quisieron definir “xenófobas” o “racistas”, generando un fortísimo cyber acoso hacia el dirigente austríaco y la organización.

Por: Julián Afonso Luis @JAL69

La gran realidad es que esta franja de especialistas y aficionados ha reaccionado con una hipersensibilidad y sobreexcitación que, más que ayudar al volante mexicano, puede causar daño. El episodio también expone cómo el fanatismo (hablando en general) hace olvidar hechos y perder perspectiva de la realidad. 

HACE YA TRES AÑOS

Todos parecen haber olvidado cuando, en el otoño de 2020, Lawrence Stroll, dueño del equipo Racing Point para el cual corría Sergio Pérez, invitó al tetracampeón Sebastian Vettel a apoyar su proyecto de convertirlo en Aston Martin F1. Una decisión a la medida de la ambición del empresario canadiense, pero que ponía al mexicano fuera de la Fórmula 1 tras casi una década. 

En ese momento fue providencial la llegada de la Organización Red Bull.  Su equipo principal, Red Bull Racing, vivía un momento peculiar; no habían dudas de su organización, ni de su nivel haciendo chasis y aerodinámicas, pero desde que Sebastian Vettel tuvo su período de gloria y al romper su otrora exitosa sociedad con Renault Sport, el nivel del team se venía erosionando por carecer de una unidad de potencia al nivel del resto del paquete.

Cuando Red Bull Racing llegó a un acuerdo con Sergio Pérez, el equipo había ya hallado en Honda Racing una solución y podría seguir con su ya establecido plan de negocios sobre el precoz Max Emilian Verstappen. El belga-neerlandés es un producto formado en la academia de prospectos Red Bull y creció en el seno de la organización antes de ingresar al team en 2016.  Es la muestra de la valía del llamado “método de gestión refresquero” tal como fueron Sebastian Vettel, Sebastien Buemi, Jean Eric Vergné y Daniel Ricciardo y, a menor nivel, Daniil Kvyat, Pierre Gasly, Alexander Albon e incluso el piloto de Scudería Ferrari, Carlos Sainz Jr.; todos egresados de la academia.

Desde que Red Bull entró a Fórmula 1 en 2005 apoyándose en los expertos David Coulthard y Mark Webber, se ha nutrido de su academia; Pérez es el único piloto que han buscado en el mercado. Era ideal para apoyar su plan de negocios en torno a Verstappen y mejor que los noveles Albon o Gasly, quienes lucieron poco preparados para rendir en el team principal. También ayudaría al team a volver a tener dos estructuras a tope para atender sus dos carros, porque impulsaría a los técnicos con más experiencia y liderazgo que Gasly o Albon.

Otro aspecto que involucró la firma de Pérez con Red Bull Racing fue el económico; el mexicano aportó potentes auspicios, cortesía del magnate Carlos Slim y ello siempre es bien recibido, incluso en un team no precisamente pobre. La Organización Red Bull, apoyada por el imperio refresquero creado por el finado Dieter Mateschitz, posee sobrada solvencia para financiar su team, pero siempre es mejor si el dinero sale de otros bolsillos, como los de Verstappen gracias a la cervecera Heineken y otras firmas neerlandesas y los de Pérez, gracias a Slim.

Más allá de lo mucho y bueno que Pérez podía dar a Red Bull Racing, estaba claro (y el piloto lo sabía bien) que los austríacos jamás buscaron en él un nuevo líder, ni un recurso para vender más refrescos en México, que ya les era una plaza comercial consolidada. Verstappen tiene avales sólidos como ser más joven, haber siempre estado en la organización austríaca, ser creado por ésta y haber ayudado a armar con Honda una gran unidad de potencia. Es obvio que, al ganar, los austríacos quieran hacerlo con su producto; no en balde lo han firmado hasta 2028 como el mejor pagado de la categoría. Verles apoyar una figura “del mercado” sería como verles vender Pepsi.

Antes de firmar a Pérez, Red Bull Racing había rechazado alternativas muy atractivas como traer de vuelta a Sebastian Vettel a precio de saldo tras su triste fin en Scudería Ferrari, o retener a Daniel Ricciardo. Ambos rehusaron supeditarse al plan de negocios en torno a Max y demandaban, al menos, una igualdad de trato técnico que Red Bull no estaba dispuesta a dar. Si Red Bull no otorgó al talismán Vettel ese status, mucho menos lo daría a un “nuevo” como Pérez.

Red Bull Racing ha colmado todas las expectativas que pudieran haberse hecho Pérez y su entorno en 2020, cuando su futuro estaba en vilo. Gracias a los austríacos, el mexicano sigue en Fórmula 1, ha ganado buen dinero y, en el plano deportivo, ha quintuplicado sus triunfos, multiplicó sus podios y se ha mantenido en el “top 4” de los pilotos, apuntando a cerrar 2023 como Subcampeón Mundial. Además, ha avanzado muchísimo en preparación física, mental y profesional.

APRENDER A SER MEJOR

Entrar a Red Bull Racing llevó a Pérez a aprender cosas nuevas. Eso ha exigido tiempo que el team ha estado dispuesto a darle, lo cual es raro, ya que en Fórmula 1 ningún top team suele ser paciente y, entre ellos, Red Bull Racing suele pecar por “impaciente”, como muestran los casos de Pierre Gasly y Alex Albon; descartados por no brillar de inmediato al ser promovidos al equipo grande, cuando era plausible que, con paciencia, acabarían rindiendo.

Para Pérez, ir a Red Bull Racing significó dejar un equipo de mitad de parrilla y entrar por vez primera a un top team; eso exige adoptar un nuevo comportamiento.  En un equipo pequeño existe la presión de conseguir resultados que atraigan auspiciantes, pero nadie se inquieta si no hay podios y mucho menos victorias. Si llegan, el piloto será exaltado por conseguir una hazaña (ahora pasa con Albon en Williams Racing), pero si no, nadie se quejará. Un top team es diferente; todos sus miembros reciben presión constante, porque si no hay victorias, habrá problemas.  En lo conductivo también hay diferencia, pues pilotar en el grupo puntero implica vérselas con la ejecución de estrategias diferentes, más agresivas y calculadas en tiempos cada vez más reales. En Red Bull quizá prefieran ver ganar a Verstappen, pero igual quieren que Pérez entre a meta inmediatamente luego del neerlandés y no varios puestos atrás, así que le presionan. Si un equipo tiene cómo ganarlo todo, no se conforma con “casi todo”.

Si un piloto no tiene un buen carro, nadie espera gran cosa, pero si tiene un carro ganador, todo el mundo le exige ganar. Acá inician los problemas, porque ni siquiera un carro capaz de liderar todas las carreras, las ganará todas y cada vez que no gane, habrá críticas. En paralelo, las victorias no serán tan celebradas como el podio solitario en el equipo pequeño, porque se considerarán consecuencia de tener un auto ganador. Pérez tuvo que aprender esto en Red Bull.

ESE PEQUEÑO BANDIDO LLAMADO “EGO”

Todos los pilotos tienen un ego enorme, una autoconfianza infinita y una seguridad en sí mismos inquebrantable; todos piensan que, teniendo el mejor carro y estando en el mejor equipo, van a ganar. A un aficionado esto le puede parecer irreal o arrogante, pero es imprescindible en una disciplina que además de nutrirse de individualismos, involucra numerosos factores de distorsión.  No solo son la prensa y los fanáticos, sino los “haters”, los patrocinadores, los otros pilotos que en silencio buscan ese puesto, los proveedores o las tradiciones de cada país. La Fórmula 1 visita cada año 23 escenarios en todo el orbe. Ningún otro torneo tiene tal alcance, ni tantas variables. 

Muy pocos pilotos concretan el sueño de recibir el mejor carro y, a la vez, ir al mejor equipo. Entre ellos, poquísimos pueden traducirlo de inmediato en éxitos.  Los que lo logran descubren que, además, requieren otras cosas para ser campeón. Es más fácil para un piloto joven asimilar el salto de un equipo mediano a un top team y según se es más viejo, es más difícil.  

Aun así, el subconsciente de Pérez no dejó de alimentar la fantasía de que, al tener el mejor carro dentro del mejor equipo, su solo talento obviaría cualquier limitación impuesta por la relación con Verstappen. Pero no tardó en ver que ni eso, ni su experiencia, bastaban para convencer a la Organización Red Bull de abortar sus planes y crear uno nuevo, dirigido a un piloto venido de fuera, y con más edad.  El choque del ego normal del piloto con la realidad cruel del deporte fue grande.  Y esas cosas tardan en digerirse.

Red Bull nunca buscó en Pérez un posible campeón, pero tampoco le ha cortado las alas, imponiendo un rol “segundón” como el que Scudería Ferrari otorgó a Felipe Massa en tiempos de Fernando Alonso (cuyos auspicios compraron su status de líder) o como el asignado a Rubens Barrichello frente a Michael Schumacher (líder creado por la franquicia Fórmula 1, para abrir nuevos mercados). Obviamente Pérez no iba a conformarse: nadie en su lugar lo habría hecho.

Pérez ha sido valiente y objetivo en su autocrítica para entender que aún hay espacio para aprender cosas nuevas, como correr siempre al frente, lidiar con la presión de tener un auto siempre capaz de ganar y tener al lado uno de los pilotos más en forma que ha visto la historia. El mexicano entraba a apoyar el plan ya activo en torno a Verstappen, pero quedaba la puerta abierta a que si, por alguna razón, el neerlandés defraudaba las expectativas, él pudiera relevarle.  El de Guadalajara le fue puesto al neerlandés como un talismán motivacional que le impidiera relajarse.  Infortunadamente para Pérez, Max responde al estímulo y desde el otoño de 2020 es un piloto con cada vez menos fisuras hasta llegar a la blindada versión 2023. Pero también Red Bull ha colocado presiones a Pérez, como la sombra del posible regreso de Daniel Ricciardo, o los rumores del supuesto interés en Lando Norris y es que todo patrón sabe que, de un modo u otro, debe tener a sus pilotos en ascuas y “hambrientos”.

Si el Checo de hoy enfrentase al Max de 2020, le ganaría. Pero, tal como el mexicano subió fabulosamente su nivel desde que llegó a Red Bull, también lo ha hecho el neerlandés.

Algunos argumentarán que la diferencia entre ambos es “el carro”, pero no es así.  El material en Red Bull Racing es idéntico para ambos, sobre todo ahora que Pérez logró que el staff humano que le atiende rinda tanto como el de Verstappen, a diferencia del bisoño Albon.  Lo que cambia es el modo en que ambos lo usan, incluyendo las ruedas, la estrategia y demás factores. Cuando los ingenieros evolucionan el carro, no buscan favorecer a un piloto, sino que el auto sea más rápido.  Toca a cada piloto adaptarse y, por alguna razón, Max lo logra mejor.

EL CHOQUE CONTRA LA REALIDAD

Al igual que en 2022, Checo comenzó la temporada 2023 en gran forma. Tanto que llegó al GP de Mónaco (sexta fecha) con dos victorias contra tres del neerlandés y una diferencia de puntos casi nula, que parecía preludiar una lucha intensa por el título. En Red Bull Racing (convencidos del nivel de Verstappen) los jefes veían divertidos esa posición antagónica. Cabe reconocerles que, aún sin ver en Pérez un rival para el neerlandés, no le lastraron. Eso sí, sin dejar de opinar que esa “lucha” por el título “no duraría”.

Nada más llegar a Mónaco, Pérez hizo recordar al mundo quién había ganado la edición 2022, añadiendo que por ello sabía “qué debo hacer para ganar (a Verstappen)”.  En Red Bull Racing esa bravata tuvo que haberles hecho sonreír, pero era normal en un piloto convencido de haber aprendido lo que le faltaba y conseguido los ingredientes para, al menos, hacer difícil la vida al neerlandés, quien ahora es bicampeón en título y frenó al otrora intocable Lewis Hamilton.

En esas condiciones, Pérez bajó al laberinto monegasco convencido de que, desde los ensayos, pondría a Verstappen “en su sitio” y recibió una ducha helada; en la curva Sainte Devote se empotró en las barreras, en un incidente que no fue causado ni por Max, ni por esas divertidas conspiraciones que inventan en RRSS para explicar la diferencia de rendimiento. El mexicano se salió solo y en modo impropio para un veterano con más de una década en Fórmula 1, lo cual es duro para el ego de todo piloto. En Red Bull vieron enseguida el alcance de aquello y Marko señaló “acabó la lucha por el título”. Pocos pilotos asimilan algo así y quienes lo logran, necesitan tiempo.

Quienes saben cómo funcionan la psiquis y el ego de un piloto, pueden explicar el inmediato bajón de rendimiento mostrado por Pérez tras Mónaco; había perdido la confianza. Su nivel previo a Mónaco no era real, sino efervescente y el choque diluyó la efervescencia. Checo acabó admitiendo al cabo de un tiempo que el auto “no le daba confianza” en momentos críticos, pero en realidad los problemas de confianza no eran entre el hombre y el auto, o con sus colaboradores, sino entre el hombre y el piloto. En Red Bull, Christian Horner (Director) fue el único en dar un atisbo de la situación al admitir que el mexicano requería “recobrar confianza”.  

En un equipo que se sabe poseedor de los medios para ganar todas las carreras esta temporada (hito jamás logrado en Fórmula 1) pasó algo singular; nadie duda de la capacidad de Max para ganar una carrera tras otra, pero en cambio nadie asegura que, si por alguna razón Verstappen no puede ganarlas todas (lo más probable) Pérez pueda mantener el invicto del equipo como en Arabia y Azerbaiyán.  Igual, tras el percance de Mónaco, de nuevo Red Bull fue paciente.  

Al escribir esta nota, Red Bull Racing ha ganado las 14 pruebas realizadas del calendario 2023 y Verstappen ha vencido doce (diez corridas). En 1988 el equipo McLaren Team arrasó al ganar 15 de las 16 pruebas de esa temporada. Diez de esos quince triunfos fueron dobles. En dos ocasiones el otro auto llegó en el top 5 y en las restantes tuvo que abandonar estando al frente, o en 2º lugar; en la única carrera que McLaren no ganó en 1988, uno de sus autos se retiró yendo 2º y el otro se enredó con un rezagado en el antepenúltimo giro, yendo líder. ¿Cómo se compara Red Bull con esto? En 2023 los energéticos solo tienen seis dobletes, incluyendo las dos veces que Max escoltó a Pérez; el mexicano solo ha escoltado a Max en cuatro de sus doce triunfos.

Las carreras más recientes de Pérez, en Bélgica e Italia, mostraron que, tras un laborioso reajuste mental, el mexicano asimiló la dura lección de Mónaco.  Las calificaciones (en especial Q2) han sido un escollo desde que ingresó a Red Bull y allí pesa más esa repentina pérdida de confianza tras el choque con la realidad en Mónaco.  Pero ya en Monza el mexicano de nuevo cubrió lo que Red Bull espera de él; rodar detrás de Max, presto a relevarle si por cualquier razón éste tropieza.

Los grandes campeones han recomendado a Pérez recordar que hay un solo rival al cual debe superar; él mismo. También le han sugerido olvidar su obsesión por batir a un compañero con el cual hoy nadie puede y concentrarse en sí mismo. En la medida en que lo haga, podrá superar a sus rivales. Ese pareciera el enfoque aplicado por Pérez tras la pausa veraniega de la Fórmula 1.

LA FORMULA 1 DISCRIMINA A TODO EL MUNDO

En medio del trasfondo descrito arriba, fue que Helmut Marko lanzó sus declaraciones “xenófobas”. Elogió la carrera de Pérez en Italia en una entrevista otorgada en Austria al canal TV de la Organización Red Bull y sugirió que podrá repetirla mientras sepa mantenerse concentrado, agregando que por ser “sudamericano” se le dificulta concentrarse como lo haría un alemán. Podría reprochársele llamar a Checo “sudamericano” cuando México está en Norteamérica (que los estadounidenses, su industria automotriz o ciertas trasnacionales, no lo vean así es otro tema), pero eso debe atribuirse a un lapsus mental, de los que todos tenemos y más un hombre de edad tan avanzada y en TV.  Seguro la mayoría de las personas y especialistas periodísticos que hoy cuestionan a Marko su desliz “sudamericano”, no saben la diferencia entre ser hispanoamericano, iberoamericano u latinoamericano, e ignoran si Checo pertenece a uno, a todos, o a varios de estos grupos. Y quizá ignoran que tal como Red Bull Racing ayudó a Pérez a ser el piloto más exitoso de México, Helmut Marko fue compañero de uno de los mexicanos que antes ocupó ese pedestal; Pedro Rodríguez, cuando corrían en el WEC con Porsche.  

Las declaraciones de Marko pueden compararse con las del finado supremo de Scuderia Ferrari, Sergio Marchionne, quien desde 2016 repitió con recurrencia que Sebastian Vettel no parecía un frío alemán, sino un latino “cabeza caliente” a juzgar por sus excesos en pista.  Otro jefe de Ferrari, Luca Di Montezémolo, llamó “sosía” a Kimi Raikkonen para explicar su repentina (y relativa) baja de rendimiento a mediados de 2008, llegando a sacarse fotos con un doble del finés para apoyar el “chiste”.  Ningún fan de Vettel o Raikkonen se escandalizó por eso.

Tampoco los brasileños sobre-reaccionaron irracionalmente cuando, hace 40 años, Jean Balestré (entonces Presidente FIA) insultó al gentilicio amazónico en su lucha de poder con Bernie Ecclestone, ni cuando, en 1989, la xenofobia del dirigente galo hacia Ayrton Senna le hizo armar un repudiable tinglado para impedirle lograr su segundo título. Y aún estamos esperando que los hispanoamericanos señalen a Fernando Alonso y a su manager Flavio Briatore, exigiendo que la ley los juzgue y condene por obligar a un piloto sudamericano a chocar a riesgo de su integridad para ganar fraudulentamente el GP de Singapur 2008.  Pero no… los insultos hispanos son para un brasileño, Felipe Massa, por intentar 15 años después hacer justicia sobre ese fraude. ¿No es más grave eso que ubicar, por simple lapsus mental, a México en Sudamérica? ¿Y si Marko obligase a Pérez chocar para favorecer a Max, como Briatore? ¿El fraude de Singapur no sería motivo para someter a todos los involucrados a un potente cyber acoso hasta que la justicia internacional los condene, en vez de seguir exaltando en Hispanoamérica a un piloto deshonesto, del país que sea? 

No hubo sobrerreacción cuando fans de varias latitudes acosaron a Lewis Hamilton por su color de piel, o a pilotos sudamericanos por su origen. Y pocos recuerdan cuando pilotos como Juan Montoya e incluso Ayrton Senna, eran abucheados tras un triunfo por fans de Michael Schumacher o Alain Prost, ni que italianos y franceses son tan abucheados en Gran Bretaña como los ingleses en Francia o Italia. Sin olvidar mencionar cómo los euroccidentales rechazan a los del Este. ¿Se puede pretender que los pilotos se arrodillen en señal de rechazo a alguien del ambiente solo por una opinión que disgustó a unos cuantos? ¿Se puede hacer “justicia” a base de irrespetar la condición de persona, profesional y edad de alguien por un error de expresión? ¿Se puede exigir el “despido” de alguien que solo funciona como asesor externo de una empresa?

El automovilismo de nivel siempre ha tenido un clima discriminatorio, donde todo puede ser criticado, rechazado, incomprendido, repudiado. En este caso, una opinión que no quiso ser una ofensa se interpretó como tal y fue respondida con insultos de verdad y con mala intención.

Lo que sí muestran la sobrerreacción y la híper-excitación que derrochan los fanáticos de Pérez y parte de la prensa que le apoya es el desconocimiento del trasfondo en la relación del piloto con su equipo (los trasfondos se dan en todos los equipos y con todos los pilotos) y la necesidad de entender el complicado proceso mental y motivacional de un “top driver”, sea el que sea.

En medio del cyber acoso aplicado a Red Bull Racing y Helmut Marko, Sergio Pérez ha elegido permanecer al margen y no decir nada, porque sabe los riesgos en torno a lo que puede ocurrir.  Ahora mismo, algunos de estos “cyber justicieros” celebran haber “obligado” a Marko a disculparse (en realidad el dirigente se limitó a aclarar brevemente lo que quiso decir inicialmente en sus declaraciones, que no eran ni siquiera un ataque al mexicano), pero el peligro está allí.

¿Cuál es el verdadero peligro? En teoría Marko se disculpó en público con Pérez y parte del grupo que lo atacó por RRSS lo dejó en paz (otra parte lo sigue atacando por no decir las palabras que ellos querían, por no renunciar, o por alguna otra razón), pero el episodio generará fisuras en Red Bull Racing y nada más complicado para un piloto que tener éxito en un equipo con mal ambiente.  El éxito en el deporte a motor depende, como en pocos otros, de la sintonía entre un piloto, sus jefes y el grupo de profesionales que le atienden. Cuando la diferencia entre ganar y perder se mide en milésimas, en los momentos de acción no hay tiempo para ponerse de acuerdo, así que debe hacerse de forma instantánea, subconsciente… y eso solo ocurre si hay buen ambiente y sana complicidad interna. ¿La habrá entre Pérez y Marko tras este incidente, o tras las repetidas acusaciones de sabotaje de cierta prensa?  Ya de entrada al austríaco se le ha hecho saber que su presencia en el GP de México no será grata…

En el pasado, la mala relación de un piloto nacido en Red Bull con Helmut Marko (artífice de este vivero y de la “cultura refresquera” que puso a Red Bull Racing al tope del deporte) ha precipitado su salida del equipo y la categoría; ahí está el español Jaime Alguersuari, quien tras enemistarse con Marko no es siquiera recordado por ser el piloto más joven que haya corrido en Fórmula 1.

Un equipo siempre pide un piloto que rinda, que consiga muchos buenos resultados, que no rompa autos y atraiga muchos jugosos patrocinios.  Además, busca pilotos que no sean problemáticos y no atraigan ninguna mancha pública sobre la marca, ni sus patrocinadores.  Lo que en realidad hacen los fans del mexicano y la prensa que le avala desde que Checo entró a Red Bull Racing, es propiciar que el mexicano ponga sobre la marca Red Bull una mala imagen con constantes acusaciones sobre conspiración y sabotajes que no existen, alegando favoritismos hacia otro piloto que tampoco han ocurrido con el tremendismo citado por los hispanos y, ahora, cyber ataques al team y la organización.  Suficiente para los austríacos valoren prescindir del mexicano y de la imagen negativa que genera sobre la marca de bebidas energéticas más famosa del mundo, dando su lugar a un joven en ascenso que (como podría ser Lando Norris) apoyaría cualquier plan de negocios a cambio de un puesto en el mejor equipo y de pilotar el mejor auto.

El actual contrato de Pérez culmina a fines de 2024, pero la decisión de prolongarlo o no se tomará en estos meses. Ahora mismo el team “acapáralo todo” tiene una larga fila de aspirantes, lo cual es normal en todo equipo ganador. En este momento el mexicano debe convencer a Red Bull de darle otro contrato y esperar negociar allí mejores condiciones de convivencia con Max, que en el futuro le permitan competir más cómodo con él.  Pérez puede permitirse menos que nunca afectar la imagen de la marca Red Bull, o enemistarse con quienes decidirán si darle otro contrato.

Caso se cumplan las fantasías de los fans y Checo quiera acabar con el “maltrato” de Red Bull y su “preferencia” por Max ¿dónde ir? Mercedes AMG F1 ya tiene pilotos hasta 2025 y Scuderia Ferrari (donde Checo se cerró las puertas hace mucho) pronto los confirmará. En Aston Martin es difícil que su ex jefe le recupere para reemplazar a su hijo Lance Stroll, o a Fernando Alonso, que rinde y genera buena imagen. Alpine también tiene pilotos seguros y es un team de medio grupo como McLaren, donde Pérez difícilmente pueda o quiera volver. ¿Realmente hay para Checo una opción igual o mejor que Red Bull, o al menos una que le permita seguir en Fórmula 1?

En Fórmula 1 hay que tener talento y éste debe apuntalarse con mucho trabajo, constancia, disciplina, experiencia, seriedad, medios de todo tipo y cierta malicia para moverse en los intrincados meandros deportivos, comerciales y políticos del circo. Esto Checo Pérez lo sabe bien, pero aún la afición hispana no lo comprende, ni le es explicado por los especialistas y comunicadores hispanos cuya demanda “por justicia”, en este contexto, solo puede causar daño.

Disfrutemos el show y aprendamos de él. Hoy Sergio Pérez no tiene la estatura deportiva para batir a Max Verstappen en un duelo por el título a igualdad de medios, pero eso no desdice su calidad y logros, ni excluye que en el futuro sí la tenga. Lo que el mexicano sí tiene es la estatura para integrar (y no como comparsa) una de las mejores y más exitosas estructuras deportivas de la historia de la Fórmula 1. Checo ocupa un lugar que querrían Lewis Hamilton, Charles Leclerc, Lando Norris, el resto de la actual Fórmula 1, e incluso gente como Sebastian Vettel, que seguro dejaría su retiro si se le diera el puesto del mexicano. ¿Sería justo perderlo porque quienes dicen apoyarle insisten en, por “justicia”, generar mala imagen sobre la marca que le da trabajo?

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