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“Un agradable anciano con buenas intenciones y mala memoria”: La pérdida de facultades mentales de Biden provoca una tormenta política en EEUU

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Joe Biden es «un agradable anciano con buenas intenciones y mala memoria», que, al ser entrevistado, «no recordaba cuándo había sido vicepresidente», ni tan siquiera el año en el que falleció su hijo Beau, cuya muerte por cáncer en mayo de 2015 fue un durísimo golpe psicológico para él. Así que no vale la pena juzgarlo por la sustracción de documentos secretos, porque un jurado «lo contemplaría con simpatía». Dado que el presidente debe dejar el cargo para ser responsable desde el punto de vista legal, «sería difícil convencer a un jurado de que le condenara – para entonces, sería un ex presidente bien entrado en la octava década de vida – de un crimen grave que requiere [para ser cometido] un estado mental capaz de realizar acciones de manera intencionada».

Por: Pablo Pardo – El Mundo

Así lo afirma el fiscal especial Robert Hur, que ha investigado el caso de los documentos oficiales que el presidente de Estados Unidos se llevó de la Casa Blanca cuando era vicepresidente con Barack Obama, en un informe de 357 páginas en el que exonera al actual mandatario de toda responsabilidad penal, aunque afirma que Biden debería haber sido más cuidadoso.

El informe de Hur, que es republicano y ocupó un alto cargo en el Departamento de Justicia con Donald Trump, es una exoneración legal pero una condena política de primer orden, debido al ensañamiento con el que el fiscal especial, que fue nombrado por el propio fiscal general (cargo equivalente al de secretario de Justicia en España) de Biden, Alejandro Mayorkas, se ceba en el gran talón de Aquiles del actual mandatario: su supuesta pérdida de facultades mentales. Y lo hace de una manera tal que la conclusión lógica sería abrir el proceso de inhabilitación de Biden, que cumplió 81 años hace poco más de dos meses.

El resultado ha sido una tormenta política que ha caldeado el ya de por sí hirviente clima político de Estados Unidos. El propio Biden dio una rueda de prensa para contradecir a Hur, en la que el presidente, siguiendo sus instintos políticos, se enzarzó en una disputa verbal con los periodistas en la que volvió a cometer otro patinazo, cuando se refirió al dictador de Egipto, Abdel Fatah al-Sisi, como «presidente de México». Ni queriendo podría haberlo hecho peor.

Hur lleva su informe a un terreno personal muy inusual en este tipo de investigaciones. Nada más y nada menos que nueve veces se centra en la memoria de Biden, que califica como «borrosa», «con limitaciones significativas», «limitada», «mala», y «peor». El informe entra en el terreno personal cuando afirma que Biden «no era capaz de recordar ni tan siquiera el año aproximado en que su hijo Beau murió».

Esas afirmaciones provocaron anoche (madrugada de hoy en España) una furibunda reacción de Biden. El presidente convocó una inesperada rueda de prensa a las ocho de la noche – una hora en la que los estadounidenses ya han cenado – para poner de vuelta y media a Hur. «¿Cómo demonios se atreve a sacar eso? ¿No necesito que nadie me diga cuándo falleció», declaró un Biden realmente irritado en su comparecía en la Casa Blanca. «Tengo buenas intenciones, soy un anciano, y sé qué diablos estoy haciendo. Soy el presidente y he puesto a este país en pie otra vez. No necesito su recomendación», dijo Biden en referencia a Hur.

La Casa Blanca ya había replicado privadamente al fiscal general el lunes, antes de que se hiciera público el informe, cuando envió una carta a Hur en la que afirmaba que «no creemos que el tratamiento [que da el informe] a la memoria del presidente Biden sea exacto ni adecuado», especialmente en un informe oficial de un fiscal especial. La oficina del presidente insinúa un doble rasero, ya que Hur acepta sin mayores problemas que uno de los abogados de Biden, John McGrail, «tenga una memoria borrosa» respecto a sucesos que acaecieron ocho años de ser interrogado, mientras que Biden queda con un anciano senil.

Las acusaciones de Hur llegan cuando Biden sigue confundiendo nombres casi a diario. El fin de semana, en un acto electoral en Nevada, dijo que el presidente francés es François Mitterand – que falleció en 1996 – y no Emmanuel Macron. Otras meteduras de pata gloriosas son liar Mariupol – en Ucrania, escenario de un feroz cerco por los invasores rusos en 2022 – con Faluya – en Irak, en la que los invasores y quienes impusieron el cerco fueron los estadounidenses -. Pero no son nuevas.

Ya en 2008, Biden pidió en un mitin a un parapléjico que se levantara, y dos años más tarde pronunció un elogio funerario por una persona que estaba viva. Ese mismo año, Biden dio un discurso tan absolutamente ininteligible que el entonces presidente, Barack Obama, que habló a continuación, arrancó diciendo: «No sé de qué hablaba Joe, lo que no es inusual». En 2018, Biden admitió: «Soy una máquina de meter la pata».

El rival de Biden, Donald Trump, de 77 años, también tiene su historial de despistes, que le han abierto un flanco vulnerable a los ataques de su rival en la nominación republicana, Nikki Haley. En las últimas semanas ha confundido a Biden con Obama; a Obama con Hillary Clinton; a Haley con la presidenta de la Cámara de Representantes, la demócrata Nancy Pelosi; a Hungría con Turquía; y a la Segunda Guerra Mundial con la Tercera (que todavía no ha empezado). Durante su presidencia, Trump liaba a los directivos con el nombre de sus empresas, lo que le llevó a llamar a Marillyn Hewson, entonces consejera delegada del gigante de la defensa Lockheed Martin, «Marillyn Lockheed», y al de Apple, Tim Cook, «Tim Apple» (Cook reaccionó con humor e incluso cambió su nombre en la red social Twitter). Trump también creó el país africano de «Nambia», presumiblemente situado en algún lugar entre Namibia y Zambia.

En la Historia de Estados Unidos no es inusual que el presidente esté debilitado física o mentalmente. Richard Nixon se agarraba unas borracheras literalmente de caerse en la Casa Blanca. Ronald Reagan empezó a sufrir los efectos del Alzheimer en los últimos dos años de su mandato. Woodrow Wilson, que dirigió el país durante la Primer Guerra Mundial, estuvo prácticamente sin gobernar en el último año de su presidencia, después de haber sufrido una trombosis que le dejó semiparalizado y sin visión en un ojo, y que hizo que durante semanas estuviera encerrado en la Casa Blanca y solo recibiera visitas de su esposa y su médico, mientras las grandes potencias decidían el orden mundial después de la paz en Europa.

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