Morfema Press

Es lo que es

DBuford

Dos escritores ingleses, George Orwell y Aldous Huxley, trazaron los esbozos de dos tipos de distopia (utopías al revés) que ellos veían venir en el futuro. El tipo más conocido es el descrito por Orwell en su novela 1984, publicada en 1948 tomando como base el régimen comunista de la Unión Soviética, que estaba basado en la restricción de la libertad de los ciudadanos en prácticamente todas las dimensiones de la vida. Cuando estaba por publicarse, Orwell le envió una copia a Huxley, que había sido su profesor en Eton, y que había publicado Un mundo feliz 15 años antes. Huxley le contestó que él no creía que toda la tortura y la coerción contenida en la novela de su alumno eran necesarias para someter a la población. “Basta”, le dijo, “con enseñarle a la gente a amar su servidumbre”. La idea de Huxley, inserta en su novela, era que si la gente amaba su servidumbre, no desearía la libertad, y por tanto no sería necesario usar la coerción para eliminarla.

El gobierno de la distopia de Huxley hacía que los habitantes amaran su servidumbre dándoles una sustancia, “Soma”, que los hacía sentir en otro mundo en donde realizaban todos sus sueños, como en los fumaderos de opio, como los que viven en el mundo de las redes sociales, como en los nuevos metaversos que serán el nuevo paso en las compañías de realidad virtual. Como en los fumaderos, como en las redes, como en el metaverso, el “soma” embrutecía a la gente, que ya no prestaba atención a nada más que a su vida en su mundo virtual. Eso dejaba el mundo real en manos de los tiranos, que esclavizaban a la gente. La gente amaba su esclavitud.

En su libro Divirtiéndonos hasta morir (Amusing Ourselves to Death, Viking Penguin, UK, 1985), Neil Postman destiló más a fondo las diferencias entre las dos distopias, siguiendo la línea marcada por Huxley en su respuesta a Orwell: la diferencia entre ser forzado a rendirle a un tirano la propia libertad, y no estar interesado en ella: “Orwell temía a los que prohibirían libros. Lo que Huxley temía era que no hubiera necesidad de prohibirlos porque no habría nadie que quisiera leer ni uno.

Orwell temía a los que nos privarían de información. Huxley temía los que nos darían tanta que nosotros nos reduciríamos a pasividad egoísmo. Orwell temía que la verdad nos sería ocultada. Huxley temía que la verdad sería ahogada en un mar de irrelevancia. Orwell temía que nos convertiríamos en una cultura cautiva. Huxley temía que nos convertiríamos en una cultura trivial…”.

Postman analizó las dos novelas como maneras opuestas de construir dos distopias diferentes, pero nuestra experiencia en la tercera década del siglo XXI sugiere que no son opuestas, ya que en nuestros días vemos que las tiranías de Orwell son las más comunes, pero también que han sido posibles porque en ellas subyacen las condiciones identificadas por Huxley. Mire usted a su alrededor en El Salvador y verá a Orwell en todo…pero al mismo tiempo se dará cuenta de que lo que Huxley vio es lo que lo ha hecho posible.

Mire de Orwell el Ministerio del Amor, que se encarga de inyectar odio continuamente en la sociedad contra un enemigo que es el culpable de todos los males del país y que es como una hidra con mil cabezas a las que hay que destruir una por una con juicios falsos y teatrales como los que Stalin ponía en escena sin ningún respaldo jurídico; mire, también de Orwell, el Ministerio de la Verdad, la horda de troles que continuamente lavan el cerebro de la población creando con mentiras cada vez más grandes una imagen del tirano como un Dios o su representante, y a la hidra de los políticos y los oligarcas como el enemigo interno que hay que derrotar una y otra vez; mire también Ministerio de la Paz, que es el encargado de crear un ambiente de guerra con un enemigo poderosísimo —EE.UU. en nuestro caso— para despertar en la población un patriotismo que no tiene nada que ver con la patria sino con desviar la atención de la población de los fracasos del régimen. Mire también a Orwell en la profunda hipocresía de la tiranía actual de demonizar a los regímenes anteriores mientras se santifica a sí misma, a pesar de que hace cosas peores que los anteriores, y compárelo con la hipocresía del régimen de la novela de Orwell, insertada en los nombres de los ministerios, que son el opuesto de lo que hacen.

Pero ahora mire a las características del “Mundo Feliz”, que se refieren, no al régimen, sino a la sociedad que lo soporta: una sociedad en la que no hay necesidad de prohibir los libros porque no hay nadie que quisiera leerlos …una sociedad tan llena de información baladí que reduce a la población a pasividad y egoísmo…una sociedad en que la verdad está ahogada en un mar de frivolidad…una sociedad regida por una cultura trivial. ¿Qué mejor descripción de una sociedad en la que el valor máximo es ser “cool”, en la que ser “cool” está asociado con usar una gorra al revés y copiar todas las técnicas orwellianas del Socialismo del Siglo XXI, Chávez y Maduro? ¿Qué mejor descripción de una sociedad en la que la gente piensa que ponerse a la altura de las nuevas tecnologías es saber tomarse un “selfie”, o insertar un “Me Gusta”, o mandar mil tuits, no estudiar la ciencia necesaria para que cualquier ignorante pueda manejar un teléfono? ¿A quiénes iban a elegir unos pobladores así? Si quieren estudiar la estructura de la tiranía, estudien a Orwell; si quieren saber por qué pudieron establecerla, estudien a Huxley y concluyan, otra vez, que los países tienen el régimen que se merecen.

Este artículo fue publicado originalmente en El Diario de Hoy (El Salvador) el 8 de noviembre de 2021.

El excandidato presidencial y líder del Partido de la Gente, publicó esta tarde un video en sus redes sociales en el cual expresó su voto para el abanderado del Frente Social Cristiano. El anuncio se dio horas después de conocerse los resultados de la consulta ciudadana que realizaron desde la colectividad para conocer la preferencia de sus adherentes entre los dos aspirantes a La Moneda y así definir una postura como organización de cara al balotaje.

La Tercera

A menos de 24 horas de la segunda vuelta presidencial en la que se enfrentará José Antonio Kast (Frente Social Cristiano) y Gabriel Boric (Apruebo Dignidad), aún se continúan sumando apoyos.

Ayer, el líder del Partido de la Gente (PDG) y excandidato a La Moneda, Franco Parisi, anunció su respaldo al aspirante de Republicanos para el balotaje de este 19 de diciembre, expresando que “si tú me preguntas qué votaría yo, yo sigo a mi colectivo, que en este caso optó por el señor Kast”.

Aquellos dichos se dan luego de conocerse los resultados de una consulta digital ciudadana -no vinculante- realizada por la colectividad para definir “una postura como organización”. El sondeo dio como ganador a Kast, quien obtuvo el 61,41% de las preferencias, mientras que el abanderado de Apruebo Dignidad sumó solo el 6,58%.

La Oficina Nacional de Estadística de Cuba (Onei) publicó los datos de inflación hasta el pasado mes de octubre que, en cierto modo, van a ser muy similares a los que se acaben registrando a final de año, y que vienen a confirmar lo que ya se sabía: la inflación se consolida en la economía cubana como uno de los principales problemas para las autoridades.

Por Elías Amor en Cubaeconomía

Además, el dato causa escalofríos, ya que el Índice de precios al consumo (IPC) registró una tasa interanual muy elevada, de un 66,3%, aumentando en casi 4 puntos la cifra registrada en el mes de agosto. Es decir, los precios continúan acelerando su crecimiento, lo que implica arraigo de expectativas inflacionistas y una larga vida para este proceso que ha sorprendido a las autoridades, a pesar de que los economistas advirtieron su aparición como consecuencia de la aplicación de la Tarea Ordenamiento. En octubre, además, los precios avanzaron en términos mensuales un 2,3%, un ritmo muy elevado, que va en aumento desde el verano, cuando se intensificó la actual escalada inflacionista.

Al mismo tiempo que se acepta que el régimen está perdiendo el tiempo a la hora de hacer frente a la inflación, también se puede concluir que el origen de este problema en Cuba tiene poco que ver con lo que está ocurriendo en el resto de países del mundo (encarecimiento de los precios como consecuencia de los costes energéticos y las dificultades de suministro a nivel global), de modo que la inacción gubernamental está logrando que la espiral inflacionista esté causando estragos en la economía, y uno de ellos, como cabe esperar, es el deterioro del poder adquisitivo de las rentas salariales de los trabajadores, de las pensiones y, por supuesto, de los ahorros y de los márgenes empresariales.

Mi estimación es que la inflación de precios al consumo acabe este año 2021 en Cuba alrededor de un 62% a 66% de aumento promedio, una tasa de las más elevadas del mundo y que, además, se ha producido en el curso de un solo año. Conviene recordar que 2020 finalizó con una tasa de inflación del 18,5% lo que implica que en 2021 se ha acelerado de forma notable, en casi 50 puntos.

Lo primero que cabría pensar es que esta tasa del 66% podría ser utilizada por el régimen para aumentar, digamos, las pensiones, de forma que se garantizase que no se perdiera poder adquisitivo en este sector vulnerable de la población. Esto implica que el presupuesto de la Seguridad Social destinado a pensiones tendría que aumentar un porcentaje similar, y no parece que esto sea posible en las condiciones actuales de limitación de ingresos tributarios y no tributarios. En cualquier caso, parece evidente que la inflación se comerá una parte importante del poder adquisitivo de las pensiones, pero éstas no serán las únicas víctimas.

También habrá pérdidas considerables en salarios y ahorros. La pérdida de poder adquisitivo de los ahorros en depósitos y las rentas salariales se puede calcular a partir de la suma de la masa salarial global que también publica la Onei (49.754 millones de pesos) y de la cuantía de los depósitos bancarios, de los que se ofrecen datos en porcentaje sobre el PIB (57.318 millones). Si se tienen en cuenta las cifras de 2020, últimas publicadas, las pérdidas de salarios y depósitos podrían alcanzar con la inflación del 62% a 66% un importe equivalente a 3.637 millones de pesos, según los cálculos realizados a partir de los datos antes citados. ¿Es mucho, es poco? Bien, es una cantidad equivalente a un 3,5% del PIB que se verá afectada por el descontrol de los precios y la inacción del Gobierno durante 2021.

Lo más grave sería pensar que esta masa salarial se actualizara a la tasa de inflación del 66% y teniendo en cuenta que el 87% de los trabajadores cobran del Estado, el aumento de las partidas para atender estos aumentos salariales, sin el referente de productividad, volvería a crear los mismos problemas que en su momento la Tarea Ordenamiento con los aumentos irresponsables de salarios. Y ello sin entrar en consideraciones con respecto a las consecuencias de la inflación sobre el ahorro, que tiende a alejar a los actores económicos de estas entidades y aumentar sus operaciones en efectivo, lo que va contra la estrategia de bancarización que persigue el régimen.

En cuanto a los márgenes empresariales, el impacto de la inflación puede ser devastador y, de hecho, ya lo ha sido: según fuentes oficiales 500 empresas continúan en situación de insolvencia como consecuencia de las medidas adoptadas en la Tarea Ordenamiento. La inflación crea graves problemas a las empresas, porque dificulta la obtención de rentabilidad sostenible, introduce variaciones inesperadas en los precios relativos y deteriora su competitividad, sobre todo la exterior. Los efectos de la devaluación del peso han pasado sin pena ni gloria.

De lo expuesto, cabe señalar que el régimen se encuentra en una difícil posición para abordar el problema de la inflación y todo indica que deberá adoptar políticas de ajuste, como están planteando ya otros países que se encuentran afectados por el mismo problema y quieren corregir su rumbo para evitar estos daños.

En la inflación cubana se presentan rasgos comunes a los de otros países, pero también otros que son propios y se derivan de los déficits de oferta en la mayor parte de actividades y sectores. Por ejemplo, el aumento de los precios de la energía, que se han disparado a nivel mundial, en Cuba significa que los transportes han aumentado hasta octubre un 174,6% en tasa interanual. Los servicios a la vivienda han experimentado un crecimiento del 152,3%, ambos muy por encima de la tasa media del 66,3%. Es difícil luchar contra este componente de los precios, sobre todo si se decide su traslado directo al consumidor, como está ocurriendo en la economía cubana, distorsionando la composición de la canasta que suministra el régimen. Los ciudadanos pagaron precios elevados por la electricidad o los derivados del petróleo, que han alcanzado niveles espectaculares con respecto a 2020. Y seguirán pagando.

¿Cuál es el rasgo diferencial de la inflación en Cuba? Sin duda alguna, los alimentos. Este componente ha experimentado un crecimiento del 98,6% en tasa interanual hasta octubre, con alzas espectaculares en todos los productos. En el resto del mundo, no se presenta este fenómeno porque la oferta no está limitada como ocurre en la Isla y los consumidores tienen libertad de elección de cantidades y precios en los mercados.

Cierto que la evolución de los precios de la alimentación se ha quedado por debajo del impacto de los precios de la energía o los servicios en la vivienda, pero su crecimiento durante todo el año ha sido continuo, y tiene un peso muy elevado (66,2%) en la composición del índice. En su comparecencia en la Asamblea nacional Murillo justificaba que el comportamiento de los precios en el mercado mayorista había sido más favorable que en el minorista no regulado, pero esto no es cierto ya que incluso los precios en los sectores presupuestados, como Salud o Educación han crecido por encima del 20% en tasa interanual hasta octubre.

El panorama es complejo, porque tan pronto como los países empiecen a adoptar políticas de control de la inflación con medidas restrictivas, y alguno ya están en ello, la economía cubana quedará ante el mundo como un espacio de descontrol de precios que castigará su competitividad exterior, al tiempo que resta poder de compra a los agentes económicos. La inflación en Cuba puede acabar creando un círculo vicioso del que la economía tendrá muchas dificultades para escapar. En todo caso, se tendrán que adoptar decisiones de ajuste que tendrán sus costes económicos y sociales.

La lucha contra la inflación pasa por tres escenarios que el régimen elude, pero que no tendrá más remedio que implementar más pronto que tarde: control monetario, revitalizando el papel del Banco Central y su autonomía en el ejercicio de la política monetaria; control fiscal, estableciendo una senda de ajuste al gasto para evitar que el déficit siga siendo una bomba de expansión del dinero; y promoción del crecimiento interno de la oferta por medio de la productividad, para atender la demanda y quitar tensión a los aumentos de precios.

Habrá que hacer más cosas, sin duda, pero las prioridades están bien definidas y hay mucho escrito sobre la materia. El problema reside en que la economía de Cuba parte de un escenario muy débil y descontrolado para luchar contra la inflación y por ello, antes de empezar, sería necesario adoptar medidas estructurales que permitieran aumentar el éxito de las políticas antiinflacionistas. No lo hicieron con la Tarea Ordenamiento, y así les fue. Ahora tienen una segunda oportunidad. Que no la desaprovechen.

Elías Amor Bravo (La Habana, 1958) es un destacado y reconocido economista cubano. Delegado de la Asociación para el Estudio de la Economía Cubana en Europa, y Presidente del Observatorio Cubano de Derechos Humanos

Recesión, contracción o declinación democrática. Funcionan como sinónimos, es el léxico de la época. Según diversas organizaciones, el número de países “No libres” es el más alto de los últimos quince años. Lo explican, entre otros, el resurgimiento de los nacionalismos, étnico o como refrito de la teoría de la dependencia; la intransigencia identitaria, de género, raza o clase social; y la normalización de la xenofobia, en este mundo de migraciones tan masivas como inevitables.

Dichas tendencias fomentan la polarización y crean un espacio propicio para la demagogia, colisionando con las instituciones y el propio ethos de la democracia. Y ello incluso en el mundo occidental, originalmente democrático.

También intervienen variables sistémicas, es decir, de funcionamiento y reproducción del orden internacional; o del “desorden”, dependiendo de la persuasión teórica de preferencia. Los déspotas de hoy divulgan la idea que la autocracia es superior, pues asigna recursos con más eficiencia, identifica las prioridades nacionales con mayor rapidez y las puede implementar con eficacia porque el poder está centralizado.

Sorprende el súbito prestigio adquirido por el modelo chino de capitalismo de partido único. Escuchamos que es un sistema más estable y más fuerte que el capitalismo democrático, lo cual alimenta el pesimismo actual de Occidente. De hecho, vivimos en una suerte de nebulosa apocalíptica según la cual no hay nada que podamos hacer para evitar la consolidación de una nueva era del totalitarismo; como en la entre-guerra, excepto que ahora sería en un mundo sino-céntrico.

Que no es tan solo narrativa fatalista, nótense los siguientes ejemplos. China ha desarrollado un misil hipersónico, tecnología que el Pentágono aún no logra alcanzar. A partir de la pandemia, China logró la propiedad total de la producción de contenedores, logrando así un control del comercio mundial. La prensa occidental reporta con frecuencia que la telefónica Huawei funciona como instrumento de inteligencia del Estado, con actividades en China y en el exterior.

Esto revela la estrategia del nuevo hegemón: poderío militar, monopolio comercial y supremacía en el espionaje. En este contexto se diseñó y llevó a cabo la cumbre de la democracia, evento organizado por la Administración Biden al que se accedía por invitación. Una suerte de seminario para demócratas; se conversó, pero no surgieron acciones prácticas. El evento no obstante fue pensado en referencia a quien no fue invitado tanto o más que a quien sí lo fue.

China y Rusia no fueron invitadas, justamente, entre otras autocracias, pero sí fueron convocadas otras naciones no-libres—por ejemplo, Angola, Irak y la Republica Democrática del Congo—así como también llamó la atención la exclusión de naciones con mejores puntajes democráticos: Singapur, Sri Lanka y Bangladesh, entre ellas. Esto sugiere un cierto componente ad-hoc en el criterio de selección.

China, por su parte, respondió a la exclusión con un severo pronunciamiento de su cancillería—”La era en la cual Estados Unidos actuaba en el mundo de manera arbitraria bajo el pretexto de la democracia y los derechos humanos ha terminado”—y con la publicación de un documento conceptual de su Consejo de Estado—”China: una democracia que funciona”—en una vehemente defensa del sistema de partido único.

China y Rusia organizaron una suerte de contracumbre impromptu a los pocos días. Xi y Putin acordaron apoyarse mutuamente, “defendiendo la dignidad nacional y los intereses compartidos por ambos países”. La cumbre de la democracia no les resultó indiferente, pero quizás habría sido mejor invitarlos y que escuchen qué es la democracia, porqué no son tal, y qué tienen que hacer para pertenecer a dicho club.

Además, ello habría sido propicio para algo similar a aquella histórica escena cuando en la misma Puerta de Brandeburgo Reagan exhortó a Gorbachov: “Señor Gorbachov, derribe este muro”. El equivalente de hoy podría haber sido “Señor Xi, detenga el genocidio de los Uyghurs”; una oportunidad perdida.

De hecho, algo así produjeron Mario Abdo, presidente de Paraguay, y Guillermo Lasso, presidente de Ecuador en aquella cumbre de CELAC, pero especialmente memorable fue Luis Lacalle Pou, presidente de Uruguay, recitando “Patria y Vida” en la cara de Díaz-Canel. El ejemplo es relevante, pues también hay ocho países de las Américas que no fueron invitados: Bolivia, Cuba, El Salvador, Guatemala, Haití, Honduras, Nicaragua y Venezuela.

Es que habría sido bueno poder decirles que detengan los crímenes de lesa humanidad; que liberen a los opositores; que dejen de usar al Poder Judicial para perseguir adversarios políticos. Y, al respecto, si hubo razones de geopolítica en el proceso de selección de participantes, genera perplejidad la ausencia de los países del Triangulo Norte, siendo que la seguridad y la inmigración es una prioridad de la Administración Biden.

Pero ello no es todo. Ortega rompió relaciones con Taiwán y las inició con China a horas de no haber sido invitado a la cumbre. Y a los pocos días de haber sido reprobados por la cumbre de la democracia, estos países celebraron una cumbre en La Habana recordando la creación de ALBA. También en América tal vez era una mejor idea invitar a todos.

Queda por verse ahora si serán invitados a la Cumbre de las Américas de junio próximo. Está claro, tener a las autocracias cerca es ofensivo, indignante. Pero tenerlas lejos es darles espacio para que sigan vulnerando los derechos de los pueblos. Y como bien dice la Carta Democrática Interamericana: “Los pueblos de América tienen derecho a la democracia y sus gobiernos la obligación de promoverla y defenderla”. Ese es el compromiso cardinal, con los pueblos.

@hectorschamis

El ingeniero civil, Jesús Gómez, se refirió al apagón de la madrugada de esta vienes 17 de diciembre, que vuelve a dejar a oscuras a gran parte del territorio nacional.

El especialista en materia eléctrica, detalló en una entrevista para Banca y Negocios cuales serían las causas de este nuevo apagón, que pone en evidencia el deterioro y la falta de inversión en el sistema eléctrico.

Desde el año 2010, el sistema eléctrico nacional ha entrado en una profunda crisis que ha derivado en una infraestructura debilitada, que solo puede generar un servicio inestable , sujeto a continuos racionamientos y receptor de frecuentes y prolongados apagones a escalas nacional y regional.

En marzo de 2019 el país sufrió un apagón en toda su extensión que duró hasta más de 8 días en algunas regiones, ocasionando múltiples inconvenientes a la población y produciendo un parálisis económica.

Este apagón se debió a la falla de dos de los tres autotransformadores que se encuentran en los patios de transformadores de la planta de Guri. Se logró restituir el sistema luego de varios días mediante la reparación de una de las unidades con la utilización de piezas de otros autotransformadores ubicados en otras regiones del país.

Estos son unos elementos sumamente especializados y solo dos países, Estados Unidos y Alemania, tenían la tecnología para la reposición de tales equipos. Fue necesario colocar una orden de compra para sustituir los equipos dañados y se hizo en China, donde no existen firmas especializadas en tal campo y que no tienen la experiencia necesaria.

Los equipos debieron estar en el país hace más de un año, pero debido a demoras solo llegaron a mitad este año sin hacer ninguna publicidad. Se comenzó el armado y conexión desde hace varios días atrás pero es necesario ir haciendo pruebas paulatinas de las conexiones.

Esto se hace a las horas de menor demanda que transcurren entre 12 am y 5 am., pero a esa hora existe una sobre tensión en las líneas producto de la baja demanda. Cuando  se hacen las pruebas, cualquier falla debe ser suplida por los equipos de protección y emergencia, los cuales por falta de reparación y mantenimiento se encuentran en mal estado.

El sistema se encuentra en situación muy inestable por carencia de combustibles con la consiguiente parálisis de las plantas termoeléctricas, así que cualquier perturbación, en este caso generada por las pruebas de conexión de los nuevos equipos en este caso, termina haciendo y generando una gran perturbación como ocurrió este viernes.

Adicionalmente, en montaje de estos nuevos equipos ha sufrido otros inconvenientes como, por ejemplo, el derrumbe de una grúa que cayó sobre los trasformadores cuando se colocaba un pararrayos..

Este es entonces el origen del apagón del madrugada de este 17 de diciembre que afectó a 20 estados del país.

Según el diputado de la Asamblea Nacional, Óscar Ronderos, Corpoelec tiene unos 18 Gigavatios (GW) de generación operativos, la mitad de su capacidad instalada.

El parlamentario afirma que el país necesita 40 Gigavatios (GW) para hacer frente al futuro crecimiento económico. La represa  de Guri representa alrededor del 80 % de la generación, y el resto proviene de plantas térmicas que queman petróleo o gas natural.

Un cardenal alemán ha afirmado que la pandemia de coronavirus ha sido utilizada por personas como George Soros y Bill Gates para crear un «estado de vigilancia» global, reseña Rio Times

Gerhard Ludwig Mueller, un juez de alto rango de la corte del Vaticano, dijo en una entrevista con el Instituto St. Boniface de Austria la semana pasada que la pandemia de Covid-19 ha causado «caos» y «confusión» derivados no solo de una «falta de conocimiento». sobre la transmisibilidad y el peligro del virus en sí, pero de la voluntad de los súper ricos de «aprovechar la oportunidad para atraer a la gente».

Las élites financieras del mundo están utilizando ahora la pandemia y las medidas tomadas por los gobiernos con el supuesto objetivo de ‘combatir la propagación del virus, someter a las personas a un’ control total ‘y establecer un’ estado de vigilancia ‘global, agregó Mueller.

St. Boniface lanzó un video que muestra una pequeña parte de la entrevista, y desde entonces el cardenal ha confirmado a la agencia de noticias alemana DPA que las imágenes son genuinas.

«Las personas que se sientan en el trono de su riqueza» ven una «oportunidad de impulsar su agenda», dijo el cardenal, nombrando al cofundador de Microsoft Bill Gates, al multimillonario George Soros y al director del Foro Económico de Davos, Klaus Schwab, entre los que están detrás del control global. esquema.

El cardenal acusó luego a las élites financieras mundiales de un intento de dar a luz a «un hombre nuevo» creado «a su imagen y semejanza», y agregó que no desearía ese destino para él.

“Eso no tiene nada que ver con la democracia”, dijo el ex obispo de Ratisbona, quien una vez dirigió la Congregación para la Doctrina de la Fe.

Las declaraciones del cardenal, que aparecieron recientemente en los medios, provocaron una ola de críticas por parte de los medios alemanes, que rápidamente tildaron sus palabras de «teorías de la conspiración».

Algunos expertos invitados por la revista alemana Der Spiegel y otros medios dijeron que sus palabras podrían interpretarse como una comparación entre las acciones del actual gobierno y las de los nazis, cuyos crímenes serían así “trivializados”. También dijeron que la mera mención de Soros en tal contexto podría verse como antisemita.

El Vaticano no se ha pronunciado sobre las declaraciones de Mueller. La Conferencia Episcopal Alemana inicialmente solo tomó nota de su llamado a vacunarse. Más tarde, el portavoz de la conferencia, Matthias Kopp, dijo en Twitter que estaba asombrado por las palabras de Mueller y agregó que el cardenal hizo tales declaraciones «como una persona privada».

El propio Mueller le dijo a DPA en un correo electrónico que rechaza la lógica según la cual cualquiera que «critique a la élite financiera … automáticamente está en el lado equivocado». También volvió a señalar la «influencia ilegítima» que ejercen las «élites súper ricas en varios países».

En el siglo XIX, los críticos del socialismo solían sostener dos argumentos contra el establecimiento de una sociedad colectivista. En primer lugar, advertían que, bajo un régimen de socialismo integral, el ciudadano común se enfrentaría a la peor de las tiranías imaginables. En un mundo en el que todos los medios de producción estuvieran concentrados en manos del gobierno, el individuo dependería total e ineludiblemente de la autoridad política para su propia existencia.

El Estado socialista sería el único proveedor monopólico de empleo y de todos los elementos esenciales de la vida. La disidencia o la desobediencia a un Estado tan todopoderoso podría significar la indigencia material para el crítico de la autoridad política. Además, ese mismo control centralizado significaría el fin de toda actividad intelectual y cultural independiente. Lo que se imprimiera y publicara, las formas de arte y de investigación científica que se permitieran, quedarían completamente a la discreción de quienes tuvieran el poder de determinar la asignación de los recursos de la sociedad. La mente y el bienestar material del hombre estarían esclavizados al control y al capricho de los planificadores centrales del Estado socialista.

En segundo lugar, estos anti-socialistas del siglo XIX argumentaban que la socialización de los medios de producción socavaría y debilitaría fundamentalmente la estrecha conexión entre el trabajo y la recompensa que necesariamente existe en un sistema de propiedad privada. ¿Qué incentivo tiene un hombre para limpiar el campo, plantar la semilla y cuidar la tierra hasta el momento de la cosecha si sabe o teme que el producto al que dedica su trabajo mental y físico puede serle robado en cualquier momento?

Del mismo modo, bajo el socialismo el hombre ya no vería ningún beneficio directo de un mayor esfuerzo, ya que lo que se le repartiría como su «parte justa» por el Estado no estaría relacionado con su esfuerzo, a diferencia de las recompensas en una economía de mercado. La pereza y la falta de interés envolverían al «nuevo hombre» en la sociedad socialista que se avecina. La productividad, la innovación y la creatividad se reducirían drásticamente en la futura utopía colectivista.

Las experiencias del siglo XX con el socialismo, comenzando con la revolución comunista en Rusia en 1917, dieron la razón a estos críticos. La libertad personal y prácticamente todas las libertades civiles tradicionales fueron aplastadas bajo el poder centralizado del Estado Total. Además, la ética del trabajo del hombre bajo el socialismo quedó plasmada en una frase que se hizo notoriamente común en toda la Unión Soviética: «Ellos fingen que nos pagan y nosotros fingimos que trabajamos».

Los defensores del socialismo respondieron argumentando que la Rusia de Lenin y Stalin, la Alemania nacionalsocialista de Hitler y la China de Mao no eran el «verdadero» socialismo. Una verdadera sociedad socialista significaría más libertad, no menos, por lo que era injusto juzgar el socialismo por estos experimentos supuestamente retorcidos para crear un paraíso de los trabajadores. Además, bajo un verdadero socialismo, la naturaleza humana cambiaría, y los hombres ya no estarían motivados por el interés propio, sino por el deseo de promover desinteresadamente el bien común.

En las décadas de 1920, 1930 y 1940, los economistas austriacos, sobre todo Ludwig von Mises y Friedrich A. Hayek, propusieron un argumento singularmente diferente contra la sociedad socialista. Ellos, Mises en particular, aceptaban en aras del argumento que la sociedad socialista estaría dirigida por hombres que no deseaban abusar de su poder y aplastar o abrogar la libertad, y además, que en el socialismo prevalecerían los mismos motivos para trabajar que en la propiedad privada en la economía de mercado.

Incluso con estos supuestos, Mises y Hayek demostraron de forma devastadora que la planificación central socialista integral crearía un caos económico. Hasta bien entrado el siglo XX, el socialismo siempre había significado la abolición de la propiedad privada en los medios de producción, el fin de la competencia de mercado por parte de los empresarios privados por la tierra, el capital y la mano de obra y, por tanto, la eliminación de los precios generados por el mercado para los productos acabados y los factores de producción, incluidos los salarios de la mano de obra.

Sin embargo, sin este sistema de precios de mercado generado por la competencia, Mises argumentó que no habría ningún método de cálculo económico racional para determinar los métodos de producción de menor costo o la rentabilidad relativa de la producción de bienes y servicios alternativos para satisfacer mejor los deseos del público consumidor. Puede ser posible determinar la forma tecnológicamente más eficiente de producir algún bien, pero esto no nos dice si ese método concreto de producción es el más eficiente económicamente.

Mises explicó esto de muchas maneras diferentes, pero podemos imaginar un plan para construir un ferrocarril a través de una montaña. ¿Debe construirse el revestimiento del túnel ferroviario con platino (un material muy duradero) o con hormigón armado? La respuesta a esta pregunta depende del valor de ambos materiales en sus usos alternativos. Y esto sólo puede determinarse conociendo lo que la gente estaría dispuesta a pagar por estos recursos en el mercado, dada la demanda y los usos que compiten entre sí.

Los precios encapsulan las valoraciones de la gente

En el mercado libre, los empresarios privados expresan su demanda a través de los precios que están dispuestos a pagar por la tierra, el capital, los recursos y el trabajo. Las ofertas de los empresarios se guían por su previsión de la demanda y los precios que los consumidores pueden estar dispuestos a pagar por los bienes y servicios que pueden producirse con esos factores de producción. Los precios de mercado resultantes recogen las estimaciones de millones de consumidores y productores sobre el valor y los costos de oportunidad de los bienes acabados y los escasos recursos, capital y mano de obra de la sociedad.

Pero bajo la planificación central socialista integral, no habría ningún mecanismo institucional para descubrir estos valores y costos de oportunidad. Con la abolición de la propiedad privada en los medios de producción, no se podrían comprar ni contratar recursos. No habría pujas y ofertas que expresaran lo que los miembros de la sociedad pensaban que valían los recursos en sus empleos alternativos. Y sin pujas y ofertas, no habría intercambios, de los que surge la estructura de mercado de los precios relativos. Por lo tanto, la planificación socialista significaba el fin de toda racionalidad económica, decía Mises, si por racionalidad entendemos un uso económicamente eficiente de los medios de producción para producir los bienes y servicios deseados por los miembros de la sociedad.

Dado que nada permanece quieto -que la demanda de los consumidores, la oferta de recursos y mano de obra y los conocimientos tecnológicos cambian continuamente-, una economía socialista planificada se quedaría sin el timón del cálculo económico para determinar si lo que se producía y cómo era más rentable y provechoso.

Ni Mises ni Hayek negaron nunca que una sociedad socialista pudiera existir o incluso sobrevivir durante un periodo prolongado de tiempo. De hecho, Mises enfatizó que en un mundo que fuera sólo parcialmente socialista, los planificadores centrales tendrían un sistema de precios en el que basarse por aproximación, es decir, copiando los precios de mercado en los países en los que aún prevaleciera el capitalismo competitivo. Pero incluso esto sólo tendría un valor aproximado, ya que las condiciones de oferta y demanda en una sociedad socialista no serían una réplica exacta de las condiciones de mercado en una sociedad capitalista vecina.

Los críticos socialistas e incluso algunos pro-mercado de Mises han ridiculizado a veces su supuesto lenguaje extremo de que el socialismo es «imposible». Pero con «imposible», Mises simplemente quería refutar la afirmación socialista del siglo XIX y principios del XX de que una economía global de planificación centralizada no sólo generaría la misma cantidad y calidad de bienes y servicios que una economía de mercado competitiva, sino que la superaría con creces. El socialismo no podía crear el paraíso material en la tierra que los socialistas habían prometido. Los medios institucionales (la planificación central) que proponían para alcanzar sus fines declarados (una mayor prosperidad material que en el capitalismo) conducirían, en cambio, a un resultado radicalmente opuesto al que decían querer alcanzar.

Mises subrayó que una sociedad socialista también carecería de las actividades orientadas al consumo de los empresarios privados. En la economía de mercado, las ganancias sólo pueden obtenerse si los medios de producción se utilizan para servir a los consumidores. Así, en su propio interés, los empresarios privados se ven impulsados a aplicar sus conocimientos, su capacidad y su «lectura» de la dirección del mercado de la manera más eficaz, en comparación con sus rivales que también intentan captar el negocio del público comprador.

Ciertamente, los incentivos motivan al empresario privado. Si no lo hace mejor que sus rivales, sus ingresos disminuirán y es posible que acabe cerrando el negocio. Pero el empresario privado, al igual que el planificador central, estaría «volando a ciegas» si no pudiera funcionar dentro de un orden de mercado con su red de precios competitivos.

Así, para los economistas austriacos como Mises, el cálculo económico es el punto de referencia para juzgar si la planificación central socialista es una alternativa viable a la economía de libre mercado. Sin precios de mercado, no puede haber ni cálculo económico ni coordinación social de multitudes de consumidores y productores individuales con sus diversas demandas, conocimientos localizados y valoraciones de sus circunstancias individuales.

Planificación centralizada versus planificación racional

El sistema de precios es lo que da racionalidad -un uso eficiente de los recursos- y dirección a las actividades de la sociedad en la división del trabajo, de modo que los medios a disposición de las personas puedan aplicarse con éxito a sus diversos fines. La planificación central significa el fin de la planificación racional tanto de los planificadores centrales como de los miembros de la sociedad, ya que la abolición de un sistema de precios de mercado les deja sin la brújula del cálculo económico para guiarles en su camino.

El caos de la economía soviética se centraba en la falta de un sistema de precios real y, por tanto, de un método de cálculo económico. En la Unión Soviética, por ejemplo, se verificaron las antiguas críticas al colectivismo. El Estado total creó una tiranía cruel, brutal y asesina. Y la abolición de la propiedad privada dio lugar a unos incentivos debilitados y a menudo perversos, en los que el acceso individual a la riqueza, la posición y el poder pasaba por la pertenencia al Partido Comunista y el estatus dentro de la jerarquía burocrática.

En realidad, los gobernantes de los países comunistas tenían otros fines que el de la mejora material y cultural de aquellos sobre quienes gobernaban. Perseguían el poder y los privilegios personales, así como diversos objetivos de carácter ideológico. Fijaron los precios artificialmente, tanto de los bienes de consumo como de los recursos, a niveles que no guardaban relación con su demanda o escasez reales. Como consecuencia, el grado de mal uso de los recursos era tal que prácticamente todos los proyectos manufactureros o industriales de la Unión Soviética consumían muchas más materias primas y horas de trabajo por unidad de producción que cualquier otra cosa comparable en las economías occidentales más orientadas al mercado.

No podía haber un sistema de precios reales en la Unión Soviética porque habría requerido la inversión de la razón misma del sistema socialista en la que se basaba el poder de los gobernantes soviéticos: el control gubernamental y la planificación central de la producción. Y no podían establecer su red de precios artificiales a niveles comparables a los de algunos países occidentales porque habría dejado claro lo equivocado que era todo su proceso de planificación y distribución.

Así pues, junto con la irracionalidad inherente al sistema de planificación central debido a la falta de precios reales, estaban los incentivos debilitados para que el ciudadano soviético de a pie fuera industrioso y creativo en la economía oficial, así como los incentivos perversos del sistema político en el que el beneficio personal se conseguía a través de un desprecio casi total por los intereses de la sociedad en general. El hecho de que los planificadores soviéticos tuvieran otras agendas además de la de servir a los consumidores sólo distorsionó aún más el sistema. Lo mal dirigido e ineficiente que era el uso de los recursos bajo el socialismo sólo se hizo evidente tras el colapso de la Unión Soviética y la aparición de una economía de mercado limitada en Rusia.

El fin de la civilización

En sus argumentos contra la planificación central socialista, Mises a menudo formulaba su razonamiento con una retórica que advertía del fin de la civilización tal y como la conocemos si se seguía el camino colectivista. En las décadas de 1930 y 1940, cuando Mises planteó con más fuerza estos temores, no estaba ni mucho menos solo en esta funesta advertencia, dada la brutalidad y la violenta tiranía que se vivía entonces en la Alemania nazi y en la Unión Soviética de Stalin.

Pero el punto más fundamental de Mises era que la propia naturaleza de un sistema socialista amenazaba el nivel de bienestar económico y cultural que el hombre occidental había llegado a dar por sentado durante los cien años anteriores. Cada día que pasa, un sistema socialista se parece menos a la sociedad de mercado que lo precedió. La asignación de recursos, la utilización del capital y el empleo de la mano de obra tendrían que modificarse y pasar de los usos anteriores a otros nuevos. Por lo menos, las «prioridades» del «Estado de los trabajadores» serían diferentes de las que se dan bajo la toma de decisiones descentralizada y orientada al beneficio. ¿Debe construirse un nuevo hospital público en un lugar determinado o deben asignarse los limitados recursos a la construcción de nuevos complejos de viviendas públicas en otra parte del país? ¿Debe utilizarse un terreno en una zona concreta para una nueva «instalación recreativa para el pueblo» o debe convertirse en el emplazamiento de una nueva fábrica industrial?

Si se opta por la construcción de un nuevo complejo de viviendas, ¿debe ser mayoritariamente de ladrillo y mortero, o de acero y cristal? ¿Deben emplearse los esfuerzos de algunos científicos para investigar más sobre el cáncer o para el posible desarrollo de un chicle más sabroso y duradero? ¿Cuál es el uso más valorado de los distintos recursos que pueden emplearse en la fabricación de diferentes tipos de máquinas, que podrían utilizarse para producir más libros sobre religión y fe o para aumentar la productividad de los trabajadores en la agricultura? ¿Valdría la pena invertir tiempo, recursos y trabajo en una nueva idea tecnológica, aunque su recompensa esté a años vista (suponiendo que funcione como se concibió inicialmente)?

Sin que los precios de los productos acabados y los factores de producción proporcionen la información y las señales que guíen la toma de decisiones, cada día que pasa significaría que se toman más decisiones de este tipo en la oscuridad. Sería análogo a los viajeros por mar en el mundo antiguo antes de la invención del sextante o la brújula. Cada movimiento lejos de la tierra – lo conocido y lo familiar – sería en aguas inexploradas sin forma de saber la dirección o las consecuencias del curso elegido. Mejor permanecer cerca de la costa que explorar mares desconocidos. Y si se emprende el viaje en mar abierto bajo cielos cubiertos de nubes, no se sabe a dónde conducirá ni si se ha seleccionado el curso más corto y mejor.

El establecimiento de un sistema integral de planificación central socialista equivaldría a retroceder en el tiempo. Es por razones como ésta que Mises se refirió al cálculo económico como «la estrella guía de la acción bajo un sistema social de división del trabajo. Es la brújula del hombre que se embarca en la producción». Así, incluso si los gobernantes de un Estado socialista fueran completamente benévolos y se preocuparan únicamente por el bienestar de sus semejantes, sin el cálculo económico una sociedad colectivista se enfrentaría potencialmente a lo que Mises tituló en uno de sus libros, el caos planificado.

Así, el establecimiento de un sistema integral de planificación central socialista equivaldría a retroceder en el tiempo, antes de que las instituciones de la propiedad privada y la competencia del mercado hubieran permitido utilizar los precios para la toma de decisiones racionales.

Por suerte, el intento de crear el socialismo en el siglo XX causó suficiente impresión como para que no parezca probable que se vuelva a intentar una abolición tan drástica de las instituciones fundamentales de la economía de mercado en un futuro próximo. El dilema de nuestro tiempo es que los gobiernos, mediante la regulación, la intervención, la redistribución y los numerosos controles, impiden que el mercado y el sistema de precios funcionen como deberían y podrían hacerlo en una sociedad libre.

Richard M. Ebeling es profesor distinguido de BB&T de ética y liderazgo en la libre empresa en The Citadel en Charleston, Carolina del Sur. Fue presidente de la Fundación para la Educación Económica (FEE) de 2003 a 2008.

Este artículo fue publicado originalmente en Fundación para la Educación Económica el 14 de diciembre de 2021

En la ingeniería solar se ha iniciado una carrera para crear paneles solares flexibles de un grosor casi imposible. Por eso, investigadores de la Universidad de Stanford acaban de lograr una eficiencia récord en un prometedor grupo de nuevos materiales fotovoltaicos ultrafinos, reseña Inceptive Mind

Fabricados con dicalcogenuros de metales de transición (transition metal dichalcogenides, TMD, por sus siglas en inglés), los materiales absorben niveles ultraelevados de luz solar que incide en su superficie en comparación con otros materiales solares. Estos materiales ofrecen una alternativa increíblemente ligera a los paneles solares de silicio.

La búsqueda de nuevos materiales es necesaria porque el silicio -que constituye el 95% del mercado solar actual- es demasiado pesado, voluminoso y rígido para aplicaciones en las que priman la flexibilidad, la ligereza y la alta potencia, como los dispositivos y sensores portátiles o los vehículos aeroespaciales y eléctricos.

El equipo de Stanford ha conseguido fabricar un conjunto activo de sólo unos cientos de nanómetros de grosor. El conjunto incluye el TMD fotovoltaico de diselenuro de tungsteno y contactos de oro encerrados en una capa de grafeno conductor de un solo átomo de grosor.

Todo ello está intercalado entre un polímero flexible similar a la piel y un revestimiento antirreflectante que mejora la absorción de la luz. Cuando están completamente ensambladas, las células TMD tienen menos de seis micras de grosor. Se necesitarían 15 capas para alcanzar el grosor de una hoja de papel.

los nuevos materiales solares podrian dar paso a un panel solar ultrafino y ligero 13783 ref
Esquema de la sección transversal del dispositivo. Crédito: Koosha Nassiri Nazif/Universidad de Stanford.

«Imagínese un dron autónomo que se alimente de una matriz solar en su ala que sea 15 veces más fina que un trozo de papel», afirma Koosha Nassiri Nazif, doctor en ingeniería eléctrica de Stanford y coautor de un estudio. «Esa es la promesa de los TMD».

El nuevo prototipo de Stanford alcanza una eficiencia de conversión de energía del 5,1%, la más alta registrada para células de este tipo. Sin embargo, los investigadores proyectan que podrían alcanzar prácticamente el 27% de eficiencia si se optimizan los aspectos ópticos y eléctricos.

Además, el prototipo logra una relación potencia-peso 100 veces mayor que la de cualquier TMD desarrollado hasta ahora. Su potencia específica es de 4,4 vatios por gramo, comparable a la de otras células solares de capa fina actuales. Los investigadores estiman que el límite práctico de sus células TMD es de unos notables 46 vatios por gramo.

Asimismo, las TMD son estables y fiables a largo plazo y no contienen sustancias químicas tóxicas. También son biocompatibles, por lo que podrían utilizarse en aplicaciones portátiles que requieran un contacto directo con la piel o los tejidos humanos.

Los investigadores probaron la flexibilidad y robustez de sus dispositivos doblándolos alrededor de un cilindro metálico de menos de un tercio de pulgada de grosor. «Potentes, flexibles y duraderos, los TMD son una nueva y prometedora dirección en la tecnología solar», concluyó Nassiri Nazif.

Las vacunas contra el COVID-19 de la farmacéutica estadounidense Johnson & Johnson y de la china Sinopharm, así como la rusa Sputnik V, no tuvieron actividad neutralizadora contra la variante ómicron, según un estudio que aún no ha sido revisado por expertos.

El estudio, realizado por Humabs Biomed SA, una unidad de Vir Biotechnology y la Universidad de Washington, comparó la actividad de algunas vacunas y tratamientos contra el COVID-19 frente a ómicron y la cepa original del virus detectada por primera vez en China.

Las vacunas de Moderna, AstraZeneca y Pfizer y su socio BioNTech mantuvieron la actividad contra ómicron, pero la respuesta de los anticuerpos se redujo considerablemente en comparación con la que tuvieron contra la cepa original del virus, según la investigación.

El estudio también descubrió que la disminución era menos pronunciada en los individuos vacunados que previamente habían sido infectados. (https://bit.ly/3sejWnv)

El Centro Gamaleya de Rusia emitió un comunicado en el que afirmaba que la dosis de la vacuna Sputnik V se probó «usando deliberadamente muestras de suero que no son representativas» y, por tanto, no se podían sacar conclusiones sobre su eficacia contra la variante ómicron basándose en el estudio. (https://bit.ly/3yAsq9K)

El Fondo Ruso de Inversión Directa dijo el viernes que la vacuna induce una respuesta de anticuerpos de «neutralización robusta» a la variante ómicron, citando un estudio preliminar de laboratorio del Centro Gamaleya.

El estudio de Humabs Biomed también descubrió que, mientras que la eficacia del fármaco sotrovimab contra el COVID-19 de GlaxoSmithKline y Vir Biotech se redujo tres veces frente a ómicron en comparación con la cepa original, los tratamientos con anticuerpos monoclonales de Regeneron y Eli Lilly perdieron completamente su actividad neutralizadora contra la variante.

El hallazgo es coherente con las recientes pruebas de laboratorio que demuestran que los dos tratamientos pierden la mayor parte de su eficacia cuando se exponen a la variante ómicron.

En un estudio en terreno publicado esta semana, se vio que la vacuna contra el COVID-19 de Pfizer-BioNTech ha sido menos eficaz en Sudáfrica a la hora de evitar la hospitalización de las personas infectadas por el virus desde que apareció la variante ómicron el mes pasado.

Vía Reuters

Más de uno de cada cinco de la población ha huido, lo que ha provocado una emergencia humanitaria internacional, y la producción económica se ha derrumbado en más de las tres cuartas partes en seis años. La difícil situación de la otrora rica Venezuela es desesperada, pero ni el régimen socialista revolucionario de Nicolás Maduro ni sus principales adversarios en Occidente se han acercado a encontrar una fórmula para restaurar la democracia y la prosperidad.

Las recientes elecciones regionales cristalizan el problema. La UE presionó a la maltrecha oposición de Venezuela para que participara, a pesar de la evidente falta de igualdad de condiciones, como parte de una estrategia más amplia para involucrar al régimen de Maduro en las negociaciones. Su objetivo era impulsar al liderazgo hacia un marco más justo para las próximas elecciones presidenciales, previstas para 2024.

Ese plan sufrió un duro golpe cuando el régimen de Maduro obtuvo 19 de las 23 gobernaciones estatales en la votación y dispuso que un tribunal controlado por el gobierno cancelara una de las pocas victorias de la oposición, el estado natal de Barinas del expresidente Hugo Chávez.

El gobierno de Caracas había abandonado las conversaciones políticas patrocinadas internacionalmente antes de las elecciones regionales del mes pasado. Después de la votación, Maduro denunció a los miembros de la misión de monitoreo electoral de la UE como «espías» y se negó a extender sus visas, lo que los obligó a irse. Estados Unidos no lo ha hecho mucho mejor. La política de la era Trump de «máxima presión» sobre Maduro a través de sanciones paralizantes no logró desalojar al líder venezolano y sus compinches. La administración Biden aún tiene que articular una alternativa.

La política de Washington (y Londres) de reconocer al líder opositor Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela porque dirigió un congreso dominado por la oposición elegido en 2015 parece insostenible. Ese parlamento fue reemplazado el año pasado por un organismo controlado por Maduro y la propia coalición de Guaidó se está desmoronando, como lo demuestra la ruidosa salida de este mes de su “canciller” Julio Borges .

A pesar de toda la valentía y determinación de Guaidó, su “administración interina” ha cometido errores costosos. Entre los peores se encontraba lanzar un levantamiento popular mal planeado en abril de 2019 (se esfumó rápidamente) y coquetear con la idea de pagar a mercenarios estadounidenses para derrocar a Maduro (Guaidó negó su participación, pero la asociación de dos de sus ayudantes con el plan entregó a Caracas una propaganda victoria).

La única razón válida para seguir reconociendo a Guaidó y su equipo es evitar que los valiosos activos venezolanos en Estados Unidos y el Reino Unido caigan en manos del régimen de Maduro. Si bien es un objetivo noble, esto no equivale a una política coherente para el futuro. Aumenta la preocupación entre los diplomáticos latinoamericanos de que Venezuela se haya salido de la lista de prioridades de la administración Biden.

¿Lo que se debe hacer? Aliviar las sanciones a Venezuela ahora recompensaría el mal comportamiento del régimen y enviaría un mensaje de debilidad. Dejar a Guaidó por completo podría entregarle al régimen de Maduro un regalo de Navidad anticipado por valor de varios miles de millones de dólares.

Engordado por las ganancias mal habidas del tráfico de drogas y el contrabando de oro , es muy poco probable que el régimen autoritario de Caracas entable negociaciones políticas serias con la oposición sin presión externa.

La única opción realista es que Estados Unidos y la UE negocien una solución política para Venezuela. No con el régimen, sino con sus patrocinadores: Rusia, China, Irán y Turquía. Esto sería un desafío, dadas las tensiones más amplias en el mundo. Pero reconocería la realidad de que Venezuela ha dejado de ser un tema regional latinoamericano y ahora forma parte de un cálculo global más amplio. Sin un pacto entre las grandes potencias, el sufrimiento de Venezuela solo aumentará.

Este artículo fue originalmente publicado en Financial Times el 16 de diciembre de 2021. Traducción libre del inglés por morfema.press

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