En el corazón de Amiens, en el norte de Francia, una ciudad burguesa donde todos se conocen y pocos perdonan las transgresiones sociales, nació una de las historias de amor más polémicas de la política europea contemporánea.
Corría el año 1993. En el exclusivo colegio jesuita La Providence, Emmanuel Macron, de 15 años, destacaba por su inteligencia, pasión literaria y presencia escénica.
Allí conoció a Brigitte Trogneux, su profesora de teatro y literatura, de 40 años, casada con el banquero André-Louis Auzière y madre de tres hijos. Su hija Laurence compartía aula con el joven Macron.
En ese escenario de teatro ordenado apareció Emmanuel, un alumno atípico: culto, precoz, seductor en escena y obsesionado con las letras. Ella tenía 40 años, él apenas 15.
La relación comenzó en secreto durante los ensayos de una obra de Eduardo De Filippo. Fue un vínculo intelectual, casi literario, según ambos relatarían años después.
La atracción surgió entre clases de teatro y lecturas compartidas. La complicidad intelectual se volvió emocional, y finalmente amorosa. La noticia cayó como una bomba. Ni los compañeros ni los directivos del colegio estaban preparados para una relación que, aunque legal en términos de edad, violaba una norma ética fundamental: la de no cruzar el límite entre docente y alumno.
Las consecuencias fueron inmediatas. Según reseñó Paris Math, el colegio recibió denuncias anónimas. Las familias, tanto la de Brigitte como la de Emmanuel, fueron señaladas en el barrio. La casa de los Trogneux recibió escupitajos en la puerta. Los padres del joven, Jean-Michel Macron y Françoise Noguès, ambos médicos, reaccionaron con fuerza: lo sacaron del colegio y lo enviaron a París.
La intención era clara: interrumpir la relación y evitar un escándalo público irreversible.
Desde el punto de vista legal, Brigitte se encontraba en una situación delicada. Aunque Emmanuel tenía la edad mínima de consentimiento (15 años), el hecho de que fuera su alumno habilitaba una posible condena de hasta tres años de prisión.
Ella no solo arriesgaba su reputación, sino también su carrera y libertad. Aun así, decidió resistir: continuó dando clases, se separó lentamente de su esposo y perdió parte de su círculo social, como recoge la biografía Brigitte Macron, l’Affranchie de Maëlle Brun.
La familia Trogneux la condenó al ostracismo. Solo le ofrecieron una advertencia: si seguía adelante con el joven Macron, no podría formar una nueva familia. Pero Brigitte ya lo había decidido. El precio a pagar era altísimo. “Cuando lo conocí, estaba hecha un lío. Dentro de mí había un huracán. Emmanuel fue ese huracán”, contó ella tiempo después.
Por su parte, Emmanuel, aún adolescente, mantuvo la fe. Le escribió cartas, la llamaba todos los días, seguía consultándole sus escritos y planeaba el reencuentro. Al igual que Julien Sorel en la novela Rojo y Negro o un personaje de Balzac, le prometió volver. Y así fue.
Antes de marcharse, Emmanuel lanzó una promesa que marcaría su destino: “No te desharás de mí. Volveré y me casaré contigo”. Brigitte, desgarrada, creyó que la distancia y el tiempo extinguirían la pasión. Pero el joven no olvidó. Lo repitió durante años. Y cumplió.