-Vladimir, estoy en la Junta Electoral de Mérida y en la lista que mandaron de Caracas ¡no aparezco¡…así me hablaba con la urgencia del caso el Secretario General de la Democracia Cristiana Universitaria, DCU, el Lic en Ciencias Políticas y Abogado, Máximo Oberto.-¿Cómo que no? Estoy por montarme en un avión para Coro con Arnaldo C. Colina pero ya ubico al Secretario General del partido, Donald Ramírez. Eso se decidió en el Comité Nacional y ganamos por amplia mayoría como tu sabes ¿Tienes la lista en tus manos? -Aquí la tengo pero el Secretario General y el Presidente de Copei Mérida los tengo al lado. Esa lista llegó ayer y me vine a la Junta solo para chequear que estuviese correcta y asegurarme de que yo apareciera en el 4to puesto de diputado regional, tal cual me dijiste que decidió el Comité Nacional. Los tipos me la prestaron solo para llamarte porque te respetan…pero no se quitan de mi lado. No dejan ni que le saque copia en el negocio de al lado…me ripostó un atribulado Máximo.-Hermano, mientras consigo a Donald…desaparece esa lista. Haz lo que tengas que hacer pero si la inscriben así…así se va a quedar. -Entonces ¿qué hago?, me increpó Oberto.-Inventa. Lo que tengas que hacer…hazlo!
Cerré la llamada y volteé para coincidencialmente conseguirme frente a frente con uno de los dirigentes más importantes de la historia de la DCU UCV, Roberto Ackerman. Un tipo genial gracias al cual mi generación pudo viajar por el mundo entero a los precios más solidarios de todos los tiempos. Ackerman fue el creador de la ONTEJ, Organización Nacional de Turismo Estudiantil y Juvenil, una sorprendente iniciativa que nos permitió viajar el mundo y en especial Europa, usando el fabuloso Eurailpass, el maravilloso multiticket de trenes.
-Te escuché hablar. Tienes que salvar a Máximo pana. Ese tipo es un duro y va a ser el primer Secretario General de la DCU en ejercicio que sea electo diputado…me dijo el legendario dirigente.-Roberto me conoces. Esta situación la vamos a salvar. Te tendré informado. Aún sorprendido por la coincidencia, le abracé con cariño y seguí avanzando hasta la puerta de abordaje. No podía imaginar que aquel día de Octubre de 1995 sería la última vez que vería al Ackerman robusto con la chaqueta de cuero de siempre. Después la enfermedad le afectaría y consumiría poco a poco.
Donald seguía sin aparecer. El Cabezón llamó a Máximo nuevamente para ver cómo iba aquello. El teléfono de Oberto ahora lo respondió mi gran amigo y paisano Wilfredo González, mano derecha de Máximo.
-Epa hermano, Máximo no puede hablar…está en medio de una situación…digamos…un poco difícil de explicar…
Ahora la historia desde el principio.
Cuando se crea la JRC y su primer Secretario General asume el cargo, Luis Herrera Campíns,
inmediatamente se funda la Democracia Cristiana Universitaria, la famosa DCU que se expandió a cada uno de los centros de educación superior del país y constituyó en el mejor mecanismo de acercamiento de los universitarios al partido COPEI. Fue el semillero de la gran mayoría de los liderazgos históricos del sociacristianismo venezolano, creciendo en presencia y atractivo. En la huelga estudiantil de 1957 tuvo desempeño resonante y desde allí se convirtió en baluarte moral y referente político de entidad. Sin embargo cuando llegamos a la secretaría general de la JRC en 1989, la DCU vivía un mal momento. La izquierda universitaria había avanzado después de cierto remozamiento y AD se había puesto a la tarea de asaltar políticamente las principales universidades autónomas y experimentales desde el gobierno.
Yo, que venía de la dirigencia estudiantil y estaba rodeado de gente con trayectorias similares, me propuse constituir la fuerza universitaria más temible del país. Nuestro primer Secretario General de DCU fue Enrique Cedeño. El deltano de oro hizo algo maravilloso: fue universidad por universidad haciendo un inventario de lo que podía constituir las bases para levantar un nuevo edificio. Poco después pasó a Asuntos Regionales y decidimos traernos de Mérida al que considerábamos el más brillante dirigente estudiantil de la DCU ULA, el portugueseño Máximo Oberto. Buen estudiante, cursaba dos carreras a la vez, dirigente excepcional, serio, buen amigo y confiable. Máximo aceptó y enseguida se vino a Caracas. A partir del inventario levantado por Cedeño, comenzó a erigir, paso a paso, con enorme paciencia y constancia, la más organizada fuerza universitaria que había visto el país. Al final de nuestra gestión habíamos logrado controlar 7 Federaciones de Centros Universitarios, tuvimos hasta 22 consejeros universitarios e incluso más de 300 centros de estudiantes en universidades y liceos. Como resultado de este crecimiento, la auditoría de militancia de la JRC registraría 300.000 afiliados en todo el país. Éramos temibles.
Esa enorme fuerza estudiantil necesitaba premio en el acceso a los cargos de representación popular. Hasta ese momento, pocos de la JRC y en especial de la DCU, lograban colarse en las plachas como diputados nacionales, regionales y concejalías. Nos quedó claro que esa realidad tenía que cambiar…y cambió.
Después de mucho estudiar el punto, dimos con una vía excepcional. Aunque el Secretario General Nacional era Donald Ramírez, el partido era abrumadoramente eduardista, como nosotros. Ese era un punto a favor. Lo otro es que el Comité Nacional pasaría a ser en lo sucesivo la arena de lucha ya que el 33% de las candidaturas salidoras lo decidía esa instancia. El Comité estaba integrado a la sazón por la directiva del partido, es decir Pdte, Vicepdtes, Sec Gral y subsecgrales. Miembros de pleno derecho, 6 organismos funcionales y los vocales electos. En total unas 31 personas aunque los que asistían normalmente los lunes no eran más de 21. Pues nos dimos cuenta de algo: varios miembros del Comité habían iniciado siendo activistas adscritos a algunos de los organismos funcionales: Mujeres, JRC, Profesionales y Técnicos, Frente de Trabajadores Copeyanos, Movimiento Agrario y Magisterio. Dimos con 6 vocales principales que habían llegado allí después de brillantes desempeños en los organismos funcionales y quienes todavía se sentían parte de sus organismos funcionales de adscripción. A eso le agregamos los votos de los propios organismos funcionales en bloque. Sumábamos ya 12. Lo siguiente fue detectar quiénes además necesitaban de respaldo unitario sólido para concretar su permanencia en el congreso y se desempeñaban como una suerte de electrones libres. Dimos con otros 3. Finalmente, logramos el respaldo de un miembro de pleno derecho y leyenda del partido: mi suegro, el Negro Pérez Díaz. Así entonces…éramos 16…mayoría. Las reuniones preparatorias las hicimos en mi casa. El Chino Navarro, del sindicalismo copeyano, fue quien le asignó a la alianza el nombre de ¨el sindicato¨. Por esa vía logramos más diputados que nunca, pasando por encima del malestar que generaba este mecanismo en la mesa directiva partidista.
Gracias a ´el sindicato¨ Máximo Oberto fue designado 4to candidato en la lista de diputados regionales del Estado Mérida, en reconocimiento a un brillante desempeño como jefe de la DCU y además aquello constituía un espaldarazo a la fuerza universitaria más grande, precisamente en el estado más universitario. Sin embargo, el asunto no había caído bien en la directiva de Copei Mérida ya que algunos de ellos fueron bajados en la lista para incluir a Oberto. Y esa directiva era particularmente amiga del Secretario General. De allí el cuidado que tuvimos de chequear minuciosamente la lista oficial que se enviaría y a eso obedecía la presencia activa del propio Máximo en la Junta Electoral Regional desde temprano. Y tuvimos razón de estar atentos.
Al fin apareció Donald por el celular cuando yo estaba próximo a abordar el avión a Coro.
-¡Prócer¡ Se que me llamó pero estaba en otras cosas. En todo caso le llamo para ¡reclamarle¡…así fue el inicio de aquella conversación cordial pero firme. -Qué riñones Donald¡ ¿Reclamarme qué? ¡Reclamar podría yo porque querían dejar a Máximo fuera de la lista de Mérida, contraviniendo la decisión del Comité Nacional¡ riposté enérgicamente. -Eso fue un error material ¡Prócer¡ Eduardo Martínez, el secretario del Comité, amigo suyo y mío, no estaba y quien hizo la lista cometió un error. Eso se hubiese corregido después, pero tampoco era como para dejar a todo el estado sin candidatos regionales al no presentar el oficio de postulación hoy, día final para eso. Ahora, producto de lo hecho por tu amigo Oberto, corremos el riesgo de quedar sin representación regional y somos el hazmerreir en Mérida…argumentó. -Perdona…no entiendo ¿de qué me hablas? le respondí con sorpresa -Ah ¿no sabes? Máximo literalmente se comió la lista oficial que mandamos de Caracas. Se la engulló delante del Presidente y el Secretario General que trataron de sacársela de la boca antes de la masticara pero el hombre apretó los dientes y ¡tragó apresuradamente el papel completico¡ ¿Ahora? ¿Qué hacemos? Aguantando la risa respondí: -Donald pídele a Eduardo Martínez que rehaga ya la lista oficial en los términos originalmente decididos en el Comité y mande a alguien de Copei central al aeropuerto inmediatamente. Yo estoy bajando al Cabezón Colina del avión, le compro el pasaje del vuelo a Mérida que sale al mediodía y él mismo lleva la lista oficial. Da tiempo antes del cierre de la Junta Regional.-¡Hagámoslo de esa manera pues Prócer¡ convino él.
Así fue todo.
Ese día el sindicato se hizo respetar aunque a Máximo Oberto le cayera mal el bocado que se aventó. En enero de 1996 se juramentó como Diputado principal a la Asamblea Legislativa de Mérida y la JRC nunca tuvo tantos Diputados Regionales, Nacionales y Concejales como durante nuestra administración.
Unos días después, en casa, Nitu me advierte: -Abajo está Eduardo. Vino a hablar contigo. Intrigado bajé enseguida. -Jefe, bienvenido…¿pasó algo? Riendo, Eduardo Enrique Fernández Jiménez, el verdadero jefe del partido, me entregó una carpeta mientras decía: -Traje una listica de dirigentes para que ¨el sindicato¨ los ayude en las planchas. Ambos reímos de buena gana…abrí la carpeta….y las hojas estaban en blanco. Una broma de esas que Fernández le gustaba jugar y que Caldera le recriminaba. Pero esa es otra historia.
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