Morfema Press

Es lo que es

Antonio de la Cruz

Por Antonio de la Cruz

Un ejército victorioso gana primero y entabla la batalla después;
un ejército derrotado lucha primero e intenta obtener la victoria después”.
Sun Tzu

En el complejo panorama político internacional, pocos conflictos contemporáneos ilustran de manera tan clara un «juego de guerra» como la crisis en Venezuela. Este marco analítico permite desentrañar las dinámicas de poder y los movimientos estratégicos de los actores involucrados, revelando tanto las intenciones que guían sus acciones como las posibles consecuencias de sus decisiones.

El conflicto venezolano es protagonizado por tres actores clave con intereses profundamente divergentes. En primer lugar, el régimen de Nicolás Maduro, que ha manipulado el proceso electoral y ha utilizado el Tribunal Supremo de Justicia y la judicialización política con el objetivo de perpetuar su poder. Esta estrategia es un clásico ejemplo de la política autoritaria, en la que las elecciones no son más que una herramienta para mantener una fachada de legitimidad mientras se reprime cualquier desafío real.

Frente a Maduro, las fuerzas democráticas venezolanas, liderada por figuras como María Corina Machado y Edmundo González Urrutia, desempeñan el papel del desafiante. Su misión ha sido clara: documentar y denunciar las irregularidades del proceso electoral para deslegitimar al régimen, no solo ante el pueblo que salió a votar el 28J y conoce el contenido de las actas de escrutinio que Maduro y todos los poderes “serviciales” han querido ocultar, sino ante la comunidad internacional, lo que traería como consecuencia el reconocimiento de los resultados electorales y el apoyo necesario para lograr el cambio deseado. Sin embargo, la lucha de la oposición es ardua, impulsada por la verdad, la disciplina y el amor. A pesar de la organización y movilización ciudadana, tanto dentro como fuera del país, corre el riesgo de ser silenciada o marginada si el respaldo internacional no es contundente.

El tercer actor en este escenario es la comunidad internacional, con un enfoque particular en la administración Biden-Harris. A pesar de su capacidad para influir significativamente en la situación a través de sanciones y presión diplomática, hasta el momento ha preferido estar detrás de bambalinas, dejando a los gobiernos de México, Colombia y Brasil liderar la solución sobre el golpe electoral a la soberanía popular. Esta actitud genera incertidumbres sobre su compromiso con la restitución de la democracia en Venezuela, especialmente en un contexto donde cada día que se pasa gobernado por Maduro, el sufrimiento del pueblo venezolano se profundiza.

Ante un rechazo tan abrumador, incluso en regiones que eran bastiones del chavismo, el candidato a la reelección se apuró en cumplir lo que había advertido de que no entregaría el poder ni por las buenas ni por las malas. Para distraer la atención de lo ocurrido montó una ópera bufa y acudió al TSJ para robarse la elección, intimidar y violar los derechos humanos, pero la oposición demuestra su ilegitimidad de origen con la presentación de las actas e informes de los observadores del Centro Carter y la ONU. Sin embargo, la respuesta de la comunidad internacional ha tenido, hasta ahora, un enfoque más flexible y abierto al diálogo, reflejando una aprensión comprensible a las posibles repercusiones de una línea dura, como el aumento en la migración venezolana. Este temor, aunque válido, no puede justificar la inacción frente a una dictadura con mano de hierro en Venezuela.

Al analizar los posibles movimientos estratégicos, se observan varias opciones. Maduro seguiría endureciendo las medidas represivas y buscaría fortalecer sus alianzas internacionales con actores como Rusia o China para contrarrestar las sanciones de Occidente. La oposición, por su parte, intensificaría sus esfuerzos para seguir movilizando a la comunidad internacional y la lucha no violenta, formando coaliciones contra el madurismo más amplias tanto dentro como fuera del país y utilizaría la desobediencia civil para aumentar la presión interna. Mientras tanto, la comunidad internacional, especialmente Estados Unidos y sus aliados, enfrenta un dilema crucial: escalar la presión sobre el régimen de Maduro mediante sanciones individuales y económicas más severas, como la revocación o suspensión de la licencia de Chevron; o continuar con una postura moderada, preocupados por el supuesto impacto de las medidas que podría desencadenar una crisis migratoria masiva.

Cada una de estas opciones conlleva riesgos significativos. Mantener la represión y el control social engrosaría la lista de crímenes de lesa humanidad del régimen de Maduro y afectaría directamente sus fuentes de financiamiento como consecuencia de la caída de la exportación de “crudo de sangre”. Ante esta realidad buscaría la ayuda de regímenes dictatoriales como Rusia, China e Irán. Para la oposición, la falta de un apoyo internacional contundente podría acabar consolidando el poder de Maduro que está en sus últimas etapas, habiendo perdido contacto con la realidad. Por último, para Estados Unidos y sus aliados, un fracaso del aumento de la presión desataría una crisis migratoria de gran escala, pero la inacción perpetuaría la crisis humanitaria y la desestabilización regional.

La comunidad internacional debe adoptar una estrategia más contundente, similar a la empleada contra Putin cuando invadió Ucrania en febrero de 2022. Debería realizar un «ataque preventivo», en forma de sanciones severas para evitar un mayor deterioro de la situación en Venezuela. No obstante, este enfoque no está exento de riesgos, entre ellos una posible escalada del conflicto y consecuencias humanitarias no deseadas. Sin embargo, la alternativa de dejar pasar podría ser aún más peligrosa, beneficiando a Maduro y aumentando la miseria de la población venezolana.

La situación en Venezuela es, sin duda, un conflicto de alta complejidad en el que las decisiones de cada actor tienen consecuencias estratégicas profundas. En la defensa de la soberanía popular, el tiempo es crucial y la inacción solo perpetuará la crisis. La comunidad internacional debe actuar oportunamente con determinación y firmeza para restituir la democracia en Venezuela y reafirmar la esperanza de un pueblo que ha sido sistemáticamente privado de su derecho a un futuro libre y próspero. La libertad y la democracia en Venezuela no son solo un objetivo demandado por la gran mayoría del pueblo venezolano -67% votó por un cambio-, sino una necesidad urgente para evitar un desastre humanitario aún mayor. Repito, la inacción no es una opción.

Por Antonio de la Cruz

Hemos dicho basta y echado a andar
Ya son demasiados que la pasan mal,
en un mundo herido, en un tiempo fatal.
Hemos dicho basta y echado a andar,
con el fuego en el pecho, sin miedo al final.
Hemos dicho basta y echado a andar,
con el grito en el viento y la fuerza de amar
«
Inspirado en la canción “Hemos dicho basta” de Tiemponuevo, 1971

En un régimen totalitario, el miedo es una constante. Sin embargo, la respuesta que se tiene ante él define la esencia de la resistencia. En Venezuela, la sociedad ha aprendido a transformar el miedo en acción, mostrando una resiliencia que ha sido clave para mantener viva la lucha democrática. Luego del triunfo de Edmundo González Urrutia en las urnas el pasado 28 de julio, la represión ha alcanzado niveles sin precedentes, con más de 1.400 detenidos y más de 2 decenas de muertos. Ahora ni siquiera es que sean aprehendidos en la calle por reclamar sus derechos; el desespero ha hecho que encapuchados y sin orden alguna vayan a las casas de los testigos electorales y los secuestren para tratar de acallar una verdad que los atormenta. Pues bien, sorprende que en lugar de replegarse, como sería lógico en un entorno tan hostil, los ciudadanos que aspiran a un cambio (70% del país) han plantado esta vez cara a los violentos y han actuado con inteligencia, con estrategias que han tomado a aquellos desprevenidos. ¿No tienen miedo los venezolanos? Claro que sí, pero no han permitido que los paralice.

Ante la nueva crisis presidencial que ha captado la atención internacional se vuelven a retomar las negociaciones para buscar una solución. Sin embargo, como en ocasiones anteriores, el optimismo que rodea estas conversaciones es cauteloso, y por buenas razones. La participación de los gobiernos de México, Brasil y Colombia, así como de Estados Unidos, ha sido clave en esta nueva negociación, pero los resultados concretos siguen siendo esquivos. Nicolás Maduro ha traicionado los acuerdos desde 2014, ganando tiempo para seguir en el poder.

Entonces, es esencial examinar el contexto y las dinámicas en juego para comprender por qué esta vez no se han logrado cambios significativos hasta ahora. Primero, la falta de independencia judicial en Venezuela ha sido un obstáculo insuperable. Informes de la ONU y la Corte Penal Internacional han documentado sistemáticamente la colusión entre jueces y fiscales. Lo que socava cualquier intento de resolver la crisis de legitimidad de origen mediante un dictamen de la Sala Electoral del Tribunal Supremo de Justicia. Esta realidad plantea preguntas fundamentales sobre la efectividad de las negociaciones si el sistema judicial al que recurrió Maduro luego de haber sido proclamado ganador el 29 de julio en la madrugada está corrompido hasta la raíz.

Además, la comunidad internacional debe reconocer que, en esta oportunidad, la crisis en Venezuela no es simplemente un caso de fraude electoral, sino que tiene todas las características de un golpe de Estado a la soberanía popular. Esta distinción es crucial porque cambia el enfoque de la solución: no se trata solo de repetir elecciones bajo supervisión internacional o conformar un gobierno de coalición, como propuso el presidente de Brasil, Lula da Silva, sino de restaurar el orden democrático y constitucional en un país donde se ha concentrado todo el poder en manos de una banda criminal que ocupa Miraflores.

La Organización de Estados Americanos, aunque ha tenido un papel activo, enfrenta un desafío significativo dado que el régimen de Maduro ha rechazado su legitimidad. A pesar de ello, la OEA tiene una responsabilidad clara y legal de hacer cumplir la Carta Democrática Interamericana, un compromiso que va más allá de la mera pertenencia formal de un país a la organización. Este marco jurídico internacional impone obligaciones a todos los Estados miembros, y su incumplimiento no debe ser tolerado, independientemente de las maniobras diplomáticas del régimen venezolano.

La postura de países clave como Brasil y Colombia también debe ser reevaluada. Si bien han participado en las negociaciones, lo han hecho más como acompañantes que como verdaderos facilitadores. Esta postura pasiva podría tener consecuencias devastadoras, no solo para Venezuela sino también para la región, dado el potencial aumento de la migración masiva si la crisis política no se resuelve -más del 40% de los venezolanos piensa en emigrar, según la más reciente encuesta de Meganálisis-. Es imperativo que estos países comprendan que la estabilidad regional está en juego y que asumir un papel más activo en la defensa de la democracia en Venezuela no es solo un deber moral, sino también un interés estratégico.

Asimismo, la administración Biden-Harris debe recalibrar la política de sanciones. Ante la decisión de Maduro de mantenerse en el poder a costa de lo que sea, incluso derramamiento de sangre, las medidas deben ser aplicadas por las democracias de Occidente, a tenor de las que impusieron a Rusia cuando invadió a Ucrania, desde sacarlo del sistema SWIFT hasta suspender la compra de crudo de sangre. Las exportaciones de petróleo de Venezuela son insignificantes, en el suministro mundial equivalen a 0,7% y de las importaciones totales de Estados Unidos 2,6%; y en cuanto a la producción mundial corresponde el 0,8% y del total de Estados Unidos 6%. Pero para el régimen de Maduro las divisas por exportaciones son indispensables para mantener el aparato represivo y el control social de la población.

Otra acción fundamental que contribuye con la presión al régimen a aceptar los resultados del 28 de julio es que de una vez por todas el fiscal de Corte Penal Internacional emita órdenes de detención contra los responsables de los presuntos crímenes de lesa humanidad porque, con este ejemplo, las fuerzas armadas no obedecerían la orden de reprimir un pueblo sin armas que reclama la validez del triunfo de Edmundo González Urrutia.

Cabe destacar el papel de los militares en este contexto. El hecho de que permitieron la entrega de las actas electorales al cierre de las mesas sugiere que hubo desobediencia de los miembros del Plan República a la orden impartida por el CNE de retenerlas, lo que evidencia un quiebre en el apoyo militar a Maduro. Esto indica que hubo fisuras en el supuesto apoyo monolítico a Maduro esa noche y podría ser un indicio de que un importante sector castrense está del lado de la soberanía popular. Y la comunidad internacional debe estar atenta a estas señales para apoyar una transición pacífica y democrática en Venezuela.

Por otro lado, uno de los logros más significativos de este proceso electoral ha sido la superación de la polarización. La sociedad venezolana, que durante años estuvo dividida en partes más o menos iguales, ha encontrado un punto de unión en su deseo de libertad, 7 de cada 10 venezolanos. Este proceso es crucial para la reconstrucción de la democracia en Venezuela. La creación de un movimiento transversal, de abajo hacia arriba, que rechaza la humillación y se cohesiona en torno a valores universales como la dignidad humana y la igualdad ante la ley, ha sido clave para este logro.

La presión internacional, aunque necesaria, no es suficiente. Es crucial que la oposición mantenga una narrativa unificada y precisa. En el pasado, la diversidad de voces ha llevado a mensajes contradictorios, debilitando su capacidad para movilizar tanto a la comunidad internacional como a la población interna. Ahora, con un liderazgo cohesionado alrededor de Edmundo González Urrutia y María Corina Machado, existe una contra-narrativa poderosa que desafía la propaganda del régimen de Maduro y está movilizando tanto a los venezolanos como a los actores internacionales en la lucha por la restauración democrática.

En conclusión, la comunidad internacional se encuentra en una encrucijada crítica en su respuesta a la crisis venezolana que ha alcanzado un punto álgido, en el que las dinámicas internas y externas se entrelazan en un complejo entramado de legitimidad, resistencia y poder. Las negociaciones actuales, aunque necesarias, deben ir acompañadas de una comprensión profunda de las dinámicas internas del país y de un compromiso firme con la defensa de la democracia y los derechos humanos. Occidente debe asumir un papel más activo y decisivo, reconociendo que la crisis nacional no es solo un problema electoral, sino una manifestación en rechazo de un golpe de Estado a la soberanía popular, que requiere una respuesta integral y coordinada. La estabilidad de la democracia en la región y la dignidad del pueblo venezolano dependen de ello.

“La fe es la certeza de lo que se espera, la prueba de lo que no se ve”.

Hebreos 11:1 

En un país donde la esperanza y la fe son necesarias para enfrentar los desafíos diarios, la frase «Mano, tengo fe» ha emergido como un símbolo de unidad y resiliencia. Originada como un meme en 2020 y popularizada entre los seguidores de la Vinotinto durante las eliminatorias para el Mundial de Fútbol 2026, esta expresión ha trascendido las barreras del deporte para convertirse en una herramienta poderosa en el ámbito político.

En los evangelios se relata cómo Jesús, en su propia tierra, no pudo realizar milagros debido a la falta de fe de su gente. Este hecho no solo sorprendió al Hijo de Dios, sino que también subraya una verdad esencial: los hechos extraordinarios y maravillosos, así como la transformación que pueden causar, están profundamente ligados a la fe de las personas. Hoy, Venezuela se encuentra en una encrucijada similar a la del Señor, donde creer en el cambio es crucial para el futuro. Y, en este contexto, la figura de María Corina Machado emerge como un símbolo de esa esperanza y humildad necesaria para la transformación de Venezuela.

María Corina, la líder de las fuerzas democráticas después de las primarias del 22 de octubre, ha contagiado a lo largo y ancho del país esa confianza tremenda que tiene en el cambio que conducirá al país a la prosperidad. Su lucha incansable contra una tiranía se asemeja a la batalla espiritual que requiere fe en tiempos de adversidad. Como Jesús enseñó, la verdadera fe no se trata de esperar milagros fáciles, sino de confiar profundamente en la justicia y la verdad, a pesar de las dificultades.

La humildad y la debilidad son conceptos que el mundo político a menudo rechaza, asociándolos con la derrota. Sin embargo, como nos recuerda san Pablo, la verdadera fortaleza consiste en vencer el temor y huir de la temeridad. María Corina Machado encarna esta enseñanza al reconocer abiertamente las debilidades y desafíos que enfrenta, no como signos de fracaso, sino como oportunidades para fortalecer su fe y su determinación de que “vamos a ganar”.

La líder de Vente Venezuela ha mostrado una clara conciencia de su lugar en la lucha por la libertad del país, comprendiendo que su papel, aunque significativo, es solo una parte del gran movimiento por el cambio que demanda la soberanía popular. Su humildad ante la magnitud del desafío es lo que la mantiene firme y centrada en sus objetivos.

Jesús, desde su nacimiento en un pesebre hasta su sacrificio en la cruz, es el ejemplo supremo de poder en la debilidad. Del mismo modo, el liderazgo de María Corina Machado no se basa en la fuerza bruta o el poder político convencional, sino en la fortaleza moral e integridad para enfrentar una lucha espiritual entre el bien y el mal. Su capacidad para permanecer firme en sus convicciones, a pesar de la persecución y las dificultades, es un testimonio de su compromiso con los principios de justicia y libertad.

El sacrificio de Jesús en la cruz es un acto de redención universal, un recordatorio de que el verdadero poder reside en el sacrificio por el bien de los demás. María Corina ha demostrado una disposición similar a sacrificar su seguridad personal y su bienestar por el futuro del país, lo que deja en evidencia su compromiso profundo con la redención y el bienestar colectivo.

Además, la Eucaristía, donde Jesús se manifiesta en formas humildes de pan y vino, nos enseña que la verdadera grandeza a menudo se encuentra en lo más simple. Así, el liderazgo de Machado, aunque a menudo desestimado por sus oponentes, representa una fuerza poderosa.

María Corina Machado nos recuerda que en tiempos de desesperación y lucha es precisamente este convencimiento de que sí se puede la que lo que conduce a una transformación real.

A tres domingos de la elección presidencial, la confianza en María Corina marca la diferencia entre la desesperación y la resiliencia. «Mano, tengo fe» no es solo una frase; es el reflejo de la tenacidad del pueblo venezolano, una manifestación de que esta vez se acabó el miedo y la unidad no tiene otra salida que la victoria. Este lema fortalece el tejido social y cultural de la nación que, a pesar de las adversidades, sigue creyendo en un futuro mejor, de la mano de Edmundo González y María Corina.

Al final del día, «Mano, tengo fe» es más que una simple consigna; se ha transformado en un grito de lucha, un recordatorio de que, juntos, los venezolanos podemos enfrentar cualquier desafío que se nos presente el 28 de julio.

Nuestra confianza en que lograremos el cambio que ansía todo el pueblo debe ser proclamada con la misma convicción con la que rezamos el Credo. Es en esta unidad que encontraremos la fuerza que nos permitirá superar los desafíos para reconstruir el país. En el liderazgo de María Corina Machado vemos un ejemplo vivo de cómo la fe, la humildad y la determinación pueden allanar el camino hacia el renacimiento de Venezuela.

“Mano, tengo fe”.

Por Antonio de la Cruz

Las últimas encuestas revelan que menos del 20% de los venezolanos desean que Nicolás Maduro continúe en Miraflores. Además, el madurismo ha alcanzado su punto más bajo desde que llegó al poder, con una brecha de 15 puntos por debajo de las fuerzas democráticas. Estas encuestas también muestran que la intención de voto a favor de Maduro apenas supera el 11% en valores absolutos, mientras que María Corina Machado obtiene 26%.

Por otra parte, María Corina ha despertado una oleada de apoyo que también se refleja en las encuestas. En junio, la intención de voto hacia su candidatura registraba un aumento de 110% desde febrero y 45% en comparación con el mes anterior.

Además, aquellos venezolanos que habían perdido la confianza en los líderes de las fuerzas democráticas, debido a la frustración por los fracasos anteriores en lograr un cambio en Miraflores, vuelven a albergar esperanzas para superar la angustia generada por la revolución bolivariana. Según 86% de los venezolanos, esta revolución ha traído consigo una baja calidad de vida, desesperanza, separación familiar y pobreza.

Los desafíos existenciales de la inflación, las largas filas para obtener gasolina y los continuos cortes de los servicios públicos, sumados a un salario mínimo miserable, agotan la energía diaria del venezolano y se convierten en una especie de “muro mental” aparentemente insuperable.

En este sentido, la propuesta de María Corina sobre la “dimensión existencial y espiritual” de la lucha ha logrado despertar nuevamente la emotividad en torno al qué y el por qué de una transición democrática, ordenada y solvente, en la que los sentimientos encuentran su manifestación en el pensamiento racional.

En Alemania, unos días después de la caída del muro, los alemanes occidentales reían de felicidad, anticipando el anhelado reencuentro con sus seres queridos y la reunificación de su país. Mientras tanto, en la Alemania Oriental, aquellos que habían vivido bajo el yugo opresivo del régimen soviético proclamaban con convicción que el muro nunca caería, que sería una presencia eterna en sus vidas. A pesar de que el muro se encontraba en proceso de derrumbe, para ellos, su caída resultaba inconcebible, pues se hallaba arraigado en su cultura de sumisión, impidiéndoles aceptar su inminente destino.

Ante un régimen que se ha propuesto “por las buenas y por las malas” quedarse eternamente en el poder y obstaculizar cualquier intento para impedírselo, surge siempre la misma pregunta: ¿Cómo salimos de esto? La respuesta no es otra que con ideas y propuestas nítidas, claras, diciendo la verdad, aunque sea difícil de aceptar. Que lo que crees lo creas porque lo vives como una certeza incuestionable.

La narrativa del madurismo, que proclama que está aquí para quedarse, ha creado una realidad en la que nos sentimos bloqueados, incapaces, incompetentes e inseguros, aunque en nuestro interior tengamos los recursos necesarios para enfrentarlo.

La líder de Vente Venezuela describe un camino para superar este bloqueo. En primer lugar, es crucial unir al país en torno a un propósito y una acción comunes. Luego, debemos interactuar con los aliados regionales del régimen, educándolos sobre la importancia de tener elecciones libres, justas, competitivas y verificables. A continuación, debemos emprender un proceso de negociación para lograr un cambio real, en contraposición a mantener el statu quo actual. Por último, debemos alinear a los actores con intereses en Venezuela para impulsar la recapitalización del país, generando progreso y desarrollo en el ámbito social.

En este nuevo ciclo político es fundamental consolidar la narrativa de la reunificación familiar, la derrota de Maduro y el comienzo de una transición ordenada en nuestro país, a través de la cual nuestra mente construye el autoconcepto y cómo afecta esto a las distintas dimensiones de nuestro acontecer diario. A medida que crecemos internamente, iremos transformando gradualmente el miedo en confianza. Es así como surge la verdadera magia del ser humano: crecer desde adentro para poder aportar valor no solo a nuestra propia vida, sino también a la acción colectiva.

No vivimos en un país normal. Hay hambre, represión, exilio, persecución y prisión. Se necesitará una gran fuerza para la reinstitucionalización democrática de nuestra nación. La corrupción no se erradica por consenso, ni se negocia con las mafias. Nunca se lo suelta negociando fuerza. El mejor plan del mundo tendrá que defenderse en las calles. No podemos permitirnos hacerlo a medias. Ha llegado el momento de generar cambios estructurales profundos y hacer lo que nunca se ha hecho. Dejar atrás el socialismo.

Reunificación familiar, la derrota de Maduro e inicio de la transición.

Por Antonio de la Cruz

En los próximos días volverán a México los representantes del régimen de Nicolás Maduro y los de la Plataforma Unitaria que integran el interinato para retomar las negociaciones suspendidas por el heredero de Chávez en octubre pasado, cuando Alex Saab ―señalado, junto con Álvaro Pulido, como el gran operador financiero de la empresa criminal transnacional instalada en Miraflores, así como informante de la DEA por casi un año en 2018― fue extraditado a Estados Unidos. 

Cruzan la línea roja 

El jefe de la delegación madurista, Jorge Rodríguez, había trazado una línea roja para regresar a la mesa de diálogo: la incorporación de Saab al equipo negociador. Seis meses después, el exinformante de la DEA deja de ser una condición sine qua non para regresar a México. La red de empresas de Saab para blanquear los capitales de los negocios ilícitos de Maduro y compañía ha sido reemplazada por otros operadores financieros en Rusia, Turquía, Emiratos Árabes Unidos, China e Irán. 

Lo que pueda decir el empresario colombiano ha dejado de ser una amenaza para la estabilidad política del régimen venezolano. Mas si se ha vuelto una ficha en la negociación con la administración de Joe Biden. Mientras pide su liberación insistentemente, sabiendo que es muy difícil obtenerla por la independencia de los poderes en Estados Unidos, consigue Maduro ampliar y fortalecer su posición en la negociación. Por ejemplo, podría solicitar el retiro de la sanción que tiene Carlos Erik Malpica Flores desde 2017, el sobrino favorito de la primera combatiente, Cilia Flores. Y la suspensión de la sanción económica a la petrolera estatal Pdvsa. 

Mecanismo para ganar tiempo 

Maduro nunca ha creído ―y nada indica que vaya a cambiar de opinión― que el diálogo es la vía para resolver la crisis política de Venezuela, que se centra en la restauración de la democracia. Siempre lo ha visto como el mecanismo para ganar tiempo en el poder y dividir a la oposición. Su razón de ser es seguir atornillado a la presidencia de Venezuela.

Cada año que el sucesor de Chávez pasa en el poder, fortalece su posición dentro de la estructura criminal integrada por varios jefes que controlan los diversos negocios: narcotráfico, contrabando de minerales (oro, coltán, diamantes, etc.), trata de blancas, venta de petróleo y productos refinados, entre otros. 

La Plataforma Unitaria busca en México superar la crisis política venezolana por medio de la convivencia democrática. 

Gerardo Blyde, jefe de la delegación del interinato, dijo en un encuentro con dirigentes del Frente Amplio, el pasado viernes en la Universidad Católica Andrés Bello, que la negociación de fondo que deben producir es un pacto de convivencia democrática en el cual se reconozcan todos. Es decir, cohabitar con Maduro y la empresa criminal transnacional. Porque del memorándum de entendimiento firmado por las partes en agosto del año pasado y convertido en ley por la Asamblea Nacional de Maduro, lo que le interesa al régimen de facto es el levantamiento de las sanciones económicas a Pdvsa. 

La necesidad de divisas 

El heredero de Chávez necesita de nuevo las divisas de las exportaciones de petróleo colocadas en los países democráticos por la indisponibilidad desde marzo de la totalidad de los fondos de Pdvsa, el Ministerio de la Defensa, Minerven, el BCV y miembros de la empresa criminal que fueron depositados en los bancos rusos.

Maduro busca que la administración de Biden otorgue la licencia para perforar, vender y transportar petróleo venezolano a las empresas extranjeras socias de la estatal Petróleos de Venezuela: las europeas Repsol y Eni, la estadounidense Chevron, y a las empresas de servicios Halliburton, Schlumberger, Baker Hughes y Weatherford International. 

Hasta ahora, Maduro sigue deshojando la margarita. Los lobbies que han hecho las petroleras y los aliados del régimen no han logrado conseguir la nueva licencia que permitiría expandir las operaciones en Venezuela. El argumento para convencer a la administración de Biden es que el exsindicalista del Metro de Caracas no recibirá dólares porque las exportaciones de crudo serían para pagar la deuda pendiente de Pdvsa con sus socias extranjeras. 

Falsos positivos

Sin embargo, el Informe Anual de Chevron 2021 señala que el “préstamo a largo plazo pendiente a Petroboscán de 560 millones de dólares ha sido totalmente saneado a finales de 2021”. Además, reporta que los ingresos de las afiliadas de capital mejoraron el año pasado, “principalmente debido a la pérdida de valor de Petropiar y Petroboscán en Venezuela en 2020”. Es decir, que las pérdidas de 1.396 millones de dólares y 1.112 millones de dólares, respectivamente, fueron cero en el balance del ejercicio correspondiente a 2021. 

Por lo tanto, el argumento utilizado en Washington de que Maduro y compañía no recibirán ingresos por las exportaciones realizadas por Chevron porque serán usadas para pagar deuda no es cierto. 

En un cálculo rápido, los ingresos netos para el régimen madurista estarían en 26 millones de dólares diarios, con una exportación promedio de 500.000 b/d, enviando los volúmenes actuales a Cuba y China para el pago de la deuda del Fondo Chino.  

El otro argumento es el de vetar la importación del petróleo ruso en seis meses por parte de la Unión Europea, para dejar de financiar la guerra de Putin contra Ucrania. En este sentido, la española Repsol y la italiana Eni tendrían la oportunidad de aumentar sus producciones de crudo en Venezuela. Un escenario que requeriría el cambio de la Ley de Hidrocarburos para que las petroleras extranjeras socias tengan mayoría del capital accionario de las empresas mixtas. 

No es el momento de volver a México. Y menos para que el régimen de facto obtenga del gobierno de Biden el otorgamiento de las licencias a Chevron, Repsol y Eni para la explotación y comercialización de hidrocarburos en Venezuela.

Está claro que el bienestar de los venezolanos nunca ha estado en la lista de prioridades del equipo que lidera el psiquiatra presidente de la Asamblea Nacional. Su misión siempre ha sido otra y nunca lo ocultaron. Por esa razón es imperativo que no se le sirva en bandeja .de plata esta oportunidad para lograr sus objetivos.

El regreso a la mesa de negociación en este momento solo favorecerá la permanencia de Maduro en el poder más allá de 2024. ¿Es eso lo que queremos?

Por Antonio de la Cruz

Desde que Nicolás Maduro fue escogido en 2012 por Hugo Chávez y Fidel Castro ?según Piedad Córdoba? para asumir la presidencia de Venezuela en caso de que el militar de Sabaneta de Barinas no sobreviviera a la operación en Cuba, ha sorteado todas las situaciones que les pudiesen haber sacado del poder.  

La continuidad administrativa

La primera ocasión fue la componenda del Tribunal Supremo de Justicia al sentenciar que, a pesar de que Chávez no se pudo juramentar como presidente de Venezuela el 10 de enero de 2013 ante el Poder Legislativo, había “continuidad administrativa” del gobierno en funciones. Por lo tanto, el vicepresidente (Nicolás Maduro) ocupaba el cargo de presidente encargado de la República y no el presidente de la Asamblea Nacional del momento, Diosdado Cabello, como ocurriría si el fallo hubiese sido una declaración de la “falta absoluta o temporal del presidente electo”. 

Era la primera vez que Maduro se salía con la suya, gracias a la Sala Constitucional del TSJ. La oposición aceptó esta decisión porque habría una elección presidencial en un corto plazo. Además, el sucesor de Chávez no contaba con la popularidad de su mentor, quien había derrotado a Henrique Capriles por 9 puntos porcentuales en los comicios del 7 de octubre de 2012.    

Cacerolazo

Cuatro días después de la fecha de la muerte oficial de Chávez (5 de marzo de 2013), el CNE convocó a una nueva elección presidencial para el 14 de abril de aquel año. Maduro obtuvo un resultado favorable por apenas 1,49%, un poco más de 200.000 votos.

En una conversación con un alto funcionario chavista que colaboraba con las agencias de inteligencia estadounidense, me contó que esa noche Miguel Rodríguez Torres participante del 4F y entonces director del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional; Diosdado Cabello, también del 4F y presidente de la Asamblea Nacional; Jorge Rodríguez, alcalde del municipio Libertador y expresidente del CNE, entre otros de la cúpula chavista, decidieron que no podían entregarle la presidencia al “maricón” de Capriles ante los evidentes resultados. Sobre todo, después de que Chávez les había pedido que eligieran a “Nicolás Maduro en caso de que fuera necesario convocar unas presidenciales”. 

Por lo tanto, el Consejo Nacional Electoral procedió de forma expresa proclamarlo como presidente de Venezuela, para acallar la duda de los resultados. 

Capriles convocó a una movilización hasta el CNE para exigir una revisión del proceso, al tiempo que denunció actos de provocación en algunos puntos del país por parte del oficialismo. Sin embargo, 48 horas después solicitó a sus seguidores volcados en las calles que volvieran a sus casas y suspendió la marcha pautada hasta el órgano electoral. “Me han advertido que el gobierno ha empezado a infiltrar la movilización que he convocado al CNE. Mañana no vamos a movilizarnos y le pido a todos mis seguidores recogerse. El que salga está del lado de la violencia, le está haciendo el juego al gobierno. Vamos a derrotar esto desde la protesta pacífica”. Y propuso hacer un “cacerolazo” en todo el país. 

Fue la segunda vez que Maduro se volvía a salir con la suya. En esta ocasión los actores que contribuyeron con ello fueron el CNE de Tibisay Lucena y Capriles. 

Primer diálogo (cancilleres de Unasur)

El clima político y social estaba cargado después de las elecciones presidencial y municipales de 2013. El triunfo pírrico de Maduro en abril fue revertido en diciembre con la estrategia del Dakazo ?usada para combatir una supuesta guerra económica?, que repercutió en el resultado de los candidatos opositores en las alcaldías.  Sin embargo, el país seguía convulsionado por la crisis económica, la escasez y la delincuencia.

Durante los dos primeros meses de 2014, las protestas en los estados Táchira y Mérida comenzaron también en Caracas y otras ciudades. Leopoldo López, Antonio Ledezma y María Corina Machado convocaron al país a “La Salida”. Una campaña política que permitía encontrar “una salida pacífica, democrática y constitucional al régimen de Maduro”.

La aprehensión de López el 18 de febrero desencadenó una oleada de protestas que condujo al primer diálogo entre el régimen madurista y la alianza opositora (MUD) con la presencia de 8 cancilleres (Argentina, Brasil, Uruguay, Chile, Ecuador, Bolivia, Colombia y Surinam) de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), junto a un enviado del Vaticano.  

Era la tercera ocasión que Maduro salía ileso. Esta vez, la MUD (Ramón Guillermo Aveledo), Unasur y el Vaticano facilitaron el mejoramiento de la imagen internacional del régimen, el apaciguamiento de los arrestos a los manifestantes y, sobre todo, ganar tiempo.  

Segundo diálogo (expresidentes y el Vaticano)

La frustración de los venezolanos por el fracaso de las iniciativas para desalojar a Maduro del Poder Ejecutivo en 2013 y 2014 condujo al contundente triunfo de la MUD en las elecciones parlamentarias de 2015. Fue la primera victoria electoral de peso para la oposición en 17 años. Obtuvo las dos terceras partes de los diputados.

El nuevo jefe del Parlamento venezolano, Henry Ramos Allup, propuso en febrero de 2016 el cese de las funciones de Maduro a través de la figura de “abandono de cargo”. Mientras que Capriles planteó el referéndum revocatorio presidencial para relevarlo. El Poder Electoral expresó que su realización sería para el primer trimestre de 2017. El diálogo coordinado por Unasur, los expresidentes de España, Panamá y República Dominicana y el representante del Vaticano fracasaría.

Nuevamente, Maduro se saldría con la suya. Fue la cuarta ocasión. Unasur (Ernesto Samper), José Luis Rodríguez Zapatero, Henrique Capriles y el Vaticano con el CNE facilitaron la continuidad de Maduro en el poder, entre otros.

Tercer diálogo, desacato, consulta popular y asamblea constituyente

El régimen de Maduro necesitaba neutralizar las actuaciones de la opositora Asamblea Nacional ?abandono del cargo?, así que con un fallo del TSJ la disuelve en marzo de 2017 y asume sus poderes.

La lucha entre el Ejecutivo y el Legislativo conducen a la AN a convocar en un acto de desobediencia civil una consulta nacional: para rechazar la Constituyente propuesta por Maduro; demandar a la FAN y a todo funcionario obedecer y defender la Constitución del año 1999; y restituir el orden constitucional, en el contexto de la aplicación de los artículos 333 y 350 de la carta magna por la “ruptura del hilo constitucional” por parte de los poderes Electoral y Judicial. 

Dos semanas después se elige la Asamblea Nacional Constituyente de Maduro para “poner orden”, asumiendo las facultades legislativas de la AN de 2015. Uno de sus primeros actos fue el decreto que reprogramó las elecciones regionales para el mes de octubre con el fin de validar su legitimidad. Acción Democrática decidió participar y obligó al resto de los partidos de la MUD a seguirlo. Esto causó una división porque quienes resultaron electos debían juramentarse ante la Constituyente.

Para remate, se da con presencia de “cinco países garantes” un tercer diálogo en República Dominicana que tenía como objetivo resolver la crisis económica y política que afecta a la nación. Empieza a presionar el régimen por el levantamiento de las sanciones estadounidenses.  

Maduro lo volvería a hacer. Era la quinta ocasión que se salvaba. Tibisay Lucena (CNE), Henry Ramos Allup (AD-MUD) y Rodríguez Zapatero facilitarían su continuidad en Miraflores.

Presidencial

En 2018, el sucesor de Chávez adelantó casi siete meses la elección presidencial, para el 20 mayo, por temor a que la hiperinflación acabara con su poco capital político y dificultara su reelección en diciembre.  

Organismos internacionales como la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, la Unión Europea, la Organización de Estados Americanos y otros países rechazaron la convocatoria por su falta de transparencia y de garantías electorales, y anunciaron su no reconocimiento de los resultados. Sin embargo, Henri Falcón, exgobernador de Lara y líder de Avanzada Progresista, aceptó participar. 

Rusia, China, Turquía, Corea del Norte, Irán, Bolivia, Cuba, Nicaragua y El Salvador expresaron su apoyo a los comicios

Maduro se sale con la suya. Esta vez tenía por primera vez la sombra de la ilegitimidad. Nuevamente, Tibisay Lucena (CNE) le facilitó su permanencia en el poder. 

Cuarto diálogo, interinato, fracaso de operación militar, Rosneft  

En 2019, Maduro es desconocido por los países democráticos como presidente de Venezuela. Reconocerán al presidente de la Asamblea Nacional. Estados Unidos se planta como el gran aliado del interinato. Sin embargo, el 30 de abril fracasó el alzamiento contra Maduro. No prosperó porque los mandos militares, que en 2018 sufrieron un goteo de deserciones, se mantuvieron fieles al régimen. 

La supuesta participación del ministro de Defensa, Vladimir Padrino, y el presidente del Tribunal Supremo de Justicia, Maikel Moreno, en la Operación Libertad obligó a Maduro a ser cauteloso en su círculo cercano. 

Para sortear las sanciones a Pdvsa, Rosneft se convirtió en el comercializador del crudo venezolano. 

En mayo, se dan los primeros pasos para iniciar el cuarto diálogo que permitiría construir una agenda de paz para el país. Fracasó el proceso coordinado por Noruega en Barbados. 

Maduro se salió con la suya, en un año difícil para su estabilidad política. Fue la séptima vez. Rusia, Noruega, Leopoldo López y Juan Guaidó facilitaron su estadía en el poder. 

Pandemia, State of the Union, Irán, Alex Saab, corrupción 

Guaidó participa en el discurso del State of the Union 2020 y es ovacionado de pie por los representantes y senadores de ambos partidos. Su capital político sale reforzado. Sin embargo, no logra capitalizarlo a su regreso a Venezuela por la pandemia que aprovecha Maduro para que no haya manifestaciones, por el confinamiento de la población. 

Ante la elección parlamentaria en diciembre, el heredero de Chávez pone en marcha una operación que busca dividir y desarticular a las fuerzas opositoras. Además, arremete contra la figura de Guaidó, al que acusa de corrupto en Primero Justicia. 

Irán asumió el rol de Rusia y China, países que no se arriesgaron a desafiar las sanciones de Estados Unidos sobre el comercio con Venezuela. Además, el gran operador para evadir las sanciones Alex Saab es detenido en Cabo Verde en junio de 2020.  

Maduro volvió a salirse con la suya en 2020 y 2021. Fue la séptima y octava vez. En esta ocasión, la pandemia e Irán fueron determinantes para sostenerse en el poder. 

Quinto diálogo, flexibilización de las sanciones estadounidenses, Chevron

La invasión de Rusia a Ucrania en febrero de 2022 impactó en las divisas del régimen de Maduro, pues debido a las sanciones financieras de Occidente a las reservas internacionales de Rusia los fondos de Pdvsa habían sido congelados. 

Esta situación combinada con las sanciones estadounidenses a Petróleos de Venezuela ponen contra la pared la gestión del régimen, pues ahora no dispone libremente de los fondos para mantener el aparato que lo sostiene en el poder. 

Por otro lado, las sanciones a las exportaciones de petróleo de Rusia han permitido a la petrolera estadounidense Chevron cabildear ante la administración Biden para que Venezuela sea considerado un país con capacidad de incorporar al mercado 300.000 barriles de petróleo diarios en el corto plazo. Pero para lograrlo es necesario flexibilizar las sanciones a Pdvsa, lo que le permitiría a Chevron regresar al país e implantar los planes de aumento de producción. 

Asimismo, tanto el embajador de la Casa Blanca ante el interinato, James Story, como el director de Asuntos del Hemisferio Occidental del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Juan González, han insistido en que Estados Unidos solo aliviará las sanciones si hay resultados claros en la mesa de diálogo en México.

Nuevamente, Maduro podría salirse con la suya si Estados Unidos flexibiliza las sanciones y regresa a México. Juan González, James Story y Chevron serían los facilitadores para que mantenga el poder en esta ocasión. Por lo tanto, si buscamos resultados distintos, no hagamos por décima vez lo mismo.


Antonio de la Cruz es director ejecutivo de Inter American Trends

En las elecciones regionales y municipales del pasado domingo, el cabellomadurismo perdió nuevamente el voto popular, a pesar de haber ganado 19 gobernaciones, si se confirma el triunfo de la MUD en Barinas. Una más que en 2017. Una tendencia que se observa desde las elecciones de gobernadores de ese año.

En esta ocasión, el PSUV sacó 707.000 sufragios menos que los obtenidos por la suma de la MUD y los que votaron por partidos no oficialistas (4.429.137). Porque todos estos electores buscan un cambio de régimen.

Asimismo, el cabellomadurismo obtuvo una mengua de 600.000 votos con respecto a la elección parlamentaria de diciembre de 2020. También, cabe destacar que entre los comicios de 2020 y 2021, la participación cayó 2% (42%), según las cifras del CNE.

Otro dato importante es que 6 de cada 10 venezolanos no participaron en este proceso. Sin embargo, al tomar en cuenta el éxodo de 6 millones de venezolanos, según la ONU, la abstención real fue de 4 porque 2 están fuera del país. Lo que significa que 4 venezolanos salieron a votar y 4 se quedaron en casa en las pasadas elecciones del 21N.

La abstención hasta las 4:00 pm era de 5 de cada 10 venezolanos. A esa hora, el reporte de la sala situacional de la FANB en Fuerte Tiuna, Caracas, indicaba que la participación en todo el territorio nacional era de 32%. Es decir, que hasta ese momento solo habían votado 3 de cada 10 ciudadanos. Asimismo, las encuestas a boca de urna señalaban que la MUD y los partidos de la seudooposición estaban ganando 15 gobernaciones. Lo que indicaba que el voto espontáneo se inclinaba en contra del cabellomadurismo.

Fue entonces cuando salieron a transmitir los mensajes de la Operación Remate los dirigentes del PSUV por las redes sociales. “La maquinaria se está enfriando en la participación, arrancamos muy bien, pero hemos ido bajando”, dijo el jefe del comando de campaña del partido oficialista, Diosdado Cabello.

Igualmente, Freddy Bernal, candidato del PSUV a la Gobernación del Táchira, advierte en un tono de reclamo: “A todos los jefes y jefas de instituciones, no puede ser que teniendo ustedes 58.000 personas que mover como ustedes pasaron el parte, hasta este momento solo hayan sido capaces de mover 16.000. No puede ser. ¿Dónde está el compromiso? (…) hoy es el día de garantizar la patria, la lealtad al comandante Chávez, al presidente Nicolás Maduro. Vamos a jugárnoslas. Vamos a chequear institución por institución quién logró votar y quién no. No acepto que las instituciones se comporten de esta manera (…) Espero un cambio en esos números”.

Asimismo, el candidato del PSUV para la reelección a gobernador del estado Zulia, Omar Prieto, hizo un llamado en tono desesperado: “UBCH, vamos a dar la batalla por Hugo Chávez, Maduro, nuestros hijos. Tenemos que dar una gran victoria a esta patria, a este pueblo. Y las UBCH tienen con qué. Plan A, plan B que no quede nadie sin votar, comenzó la Operación Remate”.

La práctica violatoria de la ley electoral, la Operación Remate, que mantiene muchos centros electorales abiertos sin gente en fila para votar, permitió al PSUV preservar el número de gobernaciones que obtuvo en 2017 (18) porque pudo superar la diferencia ajustada en los estados que perdían a las 4:00 pm. En el estado Táchira, la periodista Sebastiana Barráez denunció en su cuenta de Twitter un centro de electoral que seguía abierto a pesar de no haber nadie en fila.

En un lapso de 3 a 4 horas, el PSUV consiguió con la Operación Remate que cada persona en lista llevara a votar, a punta de control social e intimidación, a una más. Esto incrementó la cifra de la participación electoral a 41,8%, es decir, 10% adicional al registrado por la FANB a las 4:00 pm.

Ayer, la Misión de Observación Electoral de la Unión Europea determinó en su informe preliminar que “hubo insuficientes condiciones electorales democráticas” en los comicios regionales y municipales del pasado 21N. Además, destacó el uso de la agresión y la violencia en casi todos los estados, con un muerto y varios heridos en el Zulia.

Definitivamente, el 21N el cabellomadurismo perdió el voto popular, aunque haya obtenido 19 gobernaciones. Además, un triunfo de la MUD en Barinas es significativo por el mensaje que deja. La derrota del chavismo en el estado natal del líder de “la revolución”, Hugo Chávez. Por lo que la lealtad del pueblo al “comandante eterno” no ocurrió, lo que confirma el repudio a lo que significa el “chavomadurismo”.

Así que, en la mesa de negociación de México, el madurismo cuenta con el respaldo de solo 2 de cada 10 venezolanos, según los votos del 21N. En consecuencia, hay que buscar una salida a la gobernanza del país realizando unas elecciones presidenciales libres, justas y transparentes lo más pronto posible. De lo contrario, seguirá “la crisis humanitaria, de derecho y crímenes de lesa humanidad”.

Este domingo los venezolanos votarán en las elecciones regionales y municipales convocadas por un Consejo Nacional Electoral que resultó del acuerdo político entre el madurismo, representado por el presidente de la Asamblea Nacional 2020, Jorge Rodríguez, y un sector de la oposición liderado por Henrique Capriles, alto dirigente nacional de Primero Justicia, un partido que también tiene entre sus principales figuras a Julio Borges.

Las también llamadas megaelecciones buscan colocar la primera piedra para la reconstrucción de la confianza en el voto y, sobre todo, que los partidos retomen las capacidades para que la política vuelva a plantearse en términos reales (pragmatic realism).  

En 2017, la decisión de Henry Ramos Allup, secretario general nacional de Acción de Democrática, de acudir al evento electoral para que la MUD participara en la última elección de gobernadores, condicionó al resto de los partidos políticos opositores, con la excepción de Vente Venezuela y Alianza Bravo Pueblo, a medirse en unas primarias para escoger los candidatos. 

El resultado de esos comicios regionales para la oposición fue el triunfo en 6 de las 23 gobernaciones, que al final se convirtieron en 4: Táchira, Mérida, Nueva Esparta y Anzoátegui –todas de AD–. Las otras dos, Zulia (PJ) y Bolívar (La Causa R), se perdieron. La primera por la no juramentación ante la Asamblea Nacional Constituyente del gobernador electo, Juan Pablo Guanipa, y la segunda despojada al “no cobrar” Andrés Velásquez

En aquel momento político, una gran parte del electorado opositor consideró ilegal, inconstitucional y fraudulenta la elección de la Asamblea Nacional Constituyente convocada por el cabellomadurismo dos meses antes (30 de julio de 2017), lo que motivó la abstención. Además, el sistema electoral perdió credibilidad porque la empresa Smartmatic –la responsable del software con el que funcionaba el sistema de votación electrónica en Venezuela– denunció que el CNE había inflado en, al menos, 1 millón de votos la cifra de participación en la escogencia de la ANC.

Cuatro años después tenemos que la oposición vuelve a participar dividida en la elección del 21N. 

En esta ocasión, La Causa R se suma a Vente Venezuela y Alianza Bravo Pueblo en la no participación, considerando la elección una farsa que le lava la cara y convalida a Maduro y su régimen. Hay un presidente encargado reconocido por Estados Unidos y el Reino Unido, entre otros, independientemente del resultado electoral el 21N; pero existe un desgaste político de ese interinato y los partidos que lo integran, por el ejercicio del poder y la no salida de Maduro y compañía de Miraflores. Asimismo, concurren los opositores amigos del régimen conocidos como alacranes, que para efecto de los escenarios serán contados dentro de la oposición porque el madurismo los usa en ese sentido.     

Mientras tanto, el PSUV llega a esta elección desgastado por los efectos de la muy mala gestión de los servicios públicos, la pandemia del covid-19 –la respuesta ante el virus le ha pasado factura a algunos candidatos en países donde ha habido comicios– y el dedazo en la escogencia de los candidatos, situaciones todas que pueden provocar una reacción adversa a la hora de votar. 

Además, se devela el verdadero rostro de la “revolución bolivariana”, el criminal. El heredero de Chávez ha sido señalado de presuntos delitos de lesa humanidad (fiscal de la CPI, Karim Khan, anunció el inicio de la fase de investigación de hechos ocurridos en Venezuela), lavado de dinero proveniente de la corrupción y actividades ilícitas (caso Alex Saab et al.) y narcoterrorismo (Fiscalía de Estados Unidos colocó precio a la captura de los líderes del cabellomadurismo y sus cómplices).

Un factor importante que hay que tomar en cuenta en las votaciones es la población que ha migrado (17% según Acnur), por lo que la maquinaria electoral será clave para la movilización de votantes. Sobre todo si el PSUV tiene un techo o voto duro que se mueve entre 18% y 22% en todo el territorio nacional, según la mayoría de las encuestas. 

Otra premisa es que Maduro y compañía necesitan que las elecciones del 21N parezcan libres, justas y transparentes para que la Misión de Observación Electoral de la UE las certifiquen a través del informe preliminar. Es decir, hay una alta probabilidad de que el día de la votación se observe un comportamiento del CNE y del Plan República similar al advertido en las parlamentarias de 2015. 

Por otra parte, el 21N el sistema electoral automatizado arrojará un resultado mayoritario a la tarjeta que gane la gobernación. Al ser una megaelección (3.802 cargos públicos) se entubó el sufragio para simplificar el voto electrónico, lo que hace casi imposible cruzarlo, en perjuicio de la pluralidad democrática. 

Por lo tanto, la participación electoral será clave en los resultados. 

De acuerdo con la simulación realizada por Inter American Trends, con una participación cercana a 50%, la MUD obtendría 4 gobernaciones: Zulia, Sucre, Nueva Esparta y Táchira; mientras que la Alianza Democrática 2: Anzoátegui y Lara. Por encima del 50% de participación en las zonas urbanas, la MUD podría adicionar Vargas y la Alianza Democrática otras 2: Guárico y Miranda. El PSUV conseguiría en el primer escenario 17 gobernaciones –similar a las obtenidas en 2017– y 14 en el segundo. 

Estos resultados, respaldados por la Misión de Observación Electoral de la UE, le darán una mayoría de gobernaciones, alcaldías, concejales legislativos y municipales al PSUV, lo que permitiría imponer en México una agenda para la normalización política en Venezuela. Así, Maduro sobreviviría y convencería a muchos venezolanos de que la democracia no funciona. 

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