Por Omar Lugo en The Objective
«En medio de estas cenizas es violentado como nunca antes el derecho de la gente común a estar bien informada y tomar sus propias decisiones»
La extinción en masa del periodismo en Venezuela es uno de esos daños colaterales de la llamada revolución bolivariana. Pero es uno de los asuntos menos conocidos por quienes desde las gradas del concierto internacional observan impasibles los avatares de esta tragedia política, económica y social.
Por estos tiempos se vive por aquí una tercera ola de esta extinción. Se suman más cierres de programas y estaciones de radio; más bloqueos y liquidaciones de medios digitales.
Y en medio de estas cenizas es violentado como nunca antes el derecho de la gente común a estar bien informada y tomar sus propias decisiones con un mínimo de incertezas, en un país en trance hacia un sistema cada vez más autoritario y en medio de una crisis humanitaria compleja.
Para los que llegan tarde, recordaremos que ya desde hace algunos años en Venezuela no existen medios tradicionales ni programas masivos de información; no circulan impresos y la radio y la TV están bajo censura y autocensura.
Los medios digitales, que eran la vanguardia del mejor periodismo, están reducidos a su mínima expresión, tras años de resistir bloqueos por parte de las proveedoras de Internet, como la estatal Cantv, o las privadas Inter, Digitel y Telefónica, que obedecen órdenes del gobierno.
Las redacciones de los medios digitales desaparecieron desde hace cierto tiempo; despidieron a decenas de periodistas y el engranaje de sus modelos de negocios se les rompieron las correas de transmisión, en medio de serias dificultades financieras y el acoso desde el poder.
Con el fin de los últimos vestigios de democracia, se asiste también a un réquiem de lo que quedaba del periodismo libre e independiente. Y en medio de la normalización de este erial ni siquiera hay lágrimas ni novenarios.
«Además de la censura directa, los medios digitales enfrentan una crisis económica que dificulta su sostenibilidad. La severa recesión económica en Venezuela y los bloqueos han provocado la disminución drástica de anunciantes, fuente principal de ingresos para estos medios», señala el editor de uno de estos digitales bloqueados.
Esta escasez de recursos financieros, apunta, ha llevado al cierre de numerosos medios y ha incrementado el desempleo entre periodistas y trabajadores de la comunicación.
«En este contexto, los periodistas que continúan ejerciendo su labor enfrentan presiones constantes, incluyendo hostigamiento, demandas legales y amenazas a su integridad física, lo que ha obligado a algunos a exiliarse o a adoptar medidas como el uso de avatares generados por inteligencia artificial para proteger su identidad», agrega esta fuente.
Una larga temporada en el infierno
El chavismo está pasando sus maquinarias pesadas sobre los rivales y críticos que quedaban en pie en este campo de batalla. Eso incluye al periodismo crítico e independiente.
La maquinaria oficial de propaganda y desinformación se ha cebado contra periodistas y medios que todavía se han mantenido haciendo el trabajo que les corresponde para informar y explicar lo que está ocurriendo.
Este es un gobierno que usa la mentira como forma de ejercicio del poder. Y para ello cuenta con una aceitada maquinaria de medios del Estado, de radio y TV, puestos al servicio del discurso oficial.
Por estos días somete al escarnio público a reconocidos periodistas, a los que acusa sin ningún fundamento de haberse apropiado de fondos de USAID. La hegemonía comunicacional no deja espacio ni para la réplica, mucho menos para una defensa legal.
El justificado miedo se impone. En los pocos programas que quedan en medios tradicionales a los entrevistados les instruyen antes de salir al aire sobre qué palabras pueden usar y cuáles no.
Estrellas de espacios de radio de alcance nacional han hecho públicas sus explicaciones para decirle entre líneas a los oyentes que su periodismo tiene límites y cortapisas, por lo que no pueden abordar ciertos temas. La mayoría ha convertido sus espacios en tertulias sobre salud, sobre los atributos del vinagre de manzana; saludos a la bandera, vanidades y reseñas distantes sobre lo que pasa en el resto del mundo.
Los medios digitales habían sido el último refugio de la vanguardia periodística, y los mejores habían coleccionado durante los últimos años prestigiosos premios y reconocimientos internacionales. Pero hoy no tienen fondos ni para movilizar a sus limitados equipos al interior del país o indagar a profundidad temas escabrosos.
«Económicamente es muy difícil sostener un medio de comunicación en Venezuela. Es muy complicado y el futuro luce bastante gris», resume el director de un premiado medio digital.
«En el futuro lo que tendremos serán medios más pequeños, con menor capacidad para abordar temas, para llegar a las regiones y atender todos los tópicos que se deben atender en un país con una crisis humanitaria tan severa, con migración, con delincuencia en la frontera», agrega.
También es cada vez más difícil desarrollar y financiar contenidos diferentes y diferenciados, de modo que los grandes reportajes de investigación y las grandes coberturas con ángulos y narrativas propias, que merecieron premios como el Ortega y Gasset, o los de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) o la Fundación Gabo, son cosas del pasado.
«Pero a pesar de todo creo en la capacidad que tenemos para encontrar alternativas. El juego no ha terminado», señala este editor.
La montaña más alta
Pero los desafíos son cada vez más complejos y esta guerra de la desinformación la va ganando por goleada el chavismo.
«La hostilidad contra la prensa en Venezuela constituye una política de Estado sistemática, que se ha profundizado y consolidado a lo largo de los últimos 25 años. Sin embargo, durante 2024 los ataques alcanzaron extremos nunca antes vistos”, resume un informe del Instituto Prensa y Sociedad (Ipys), que ha documentado sistemáticamente esta tragedia.
«La profundización de la hostilidad contra el periodismo independiente tras los comicios presidenciales del 28 de julio» llevó a 22 profesionales de la comunicación a desplazarse a otras localidades o salir del país para resguardar su integridad personal, señala ese informe.
Documenta la detención arbitraria de al menos 14 periodistas hasta el cierre de 2024. Pero en 2025 hay nuevos casos, el más reciente esta semana, con la detención arbitraria del reportero Rory Branker, del digital La Patilla.
Entre enero y comienzos de diciembre pasados el gobierno bloqueó otros 39 sitios en Internet de medios de comunicación y plataformas de información de interés colectivo, señala ese informe en constante actualización.
«Con un ecosistema de medios tradicionales desmantelado, el aumento de las restricciones contra los medios digitales disminuye la posibilidad de acceder a información procesada periodísticamente», agrega.
En efecto, como nunca antes, el venezolano común está más expuesto a la desinformación, las falsas noticias, la manipulación y el pensamiento único.
Las redes sociales son el último refugio de quienes todavía tienen algo que decir. Estrellas del periodismo y la comunicación y las propias cabeceras de los medios más acosados eluden los bloqueos para publicar todavía contenidos de valor sobre los más espinosos temas.
Pero las redes también están en la mira del régimen chavista que ha tomado por asalto el cielo de la información y la desinformación. La red X –que era una de las más usadas en el país- está bloqueada desde agosto del año pasado; sobre WhatsApp hay un patrullaje constante en busca de mensaje que arbitrariamente pueden ser considerados fomentadores del odio, o afines al fascismo y la ultraderecha.
Por estos tiempos entran en vigencia nuevas leyes que sirven de excusa para encuadrar toda esta persecución contra el pensamiento crítico y la disidencia.
“En Venezuela se han sancionado y promulgado leyes contrarias a los estándares internacionales de protección de la libertad de expresión que han sido aplicadas a periodistas y medios de comunicación social», señala Ipys.
Hostigamiento judicial, procesos civiles o penales contra periodistas y medios de comunicación y amenazas de procesos legales o administrativos son algunas de las herramientas más usadas.
Este año el chavismo se dispone a atornillarse definitivamente en el poder mediante una reforma de la Constitución para sellar un sistema socialista y comunal.
También se dispone a aniquilar lo que queda de los desconcertados partidos políticos opositores a través de nuevas elecciones anticipadas de la Asamblea Nacional, de gobernadores y legisladores de estados.
Una de las nuevas leyes es la llamada Ley Simón Bolívar, que tiene el propósito manifiesto de castigar a quien promueva sanciones internacionales contra el régimen chavista.
Pero en la práctica, advierten juristas, puede ser usada de manera discrecional y arbitraria para perseguir a medios, periodistas y cualquier persona que divulgue mensajes que alguien desde el gobierno pueda calificar como promoción de esas sanciones o del desconocimiento a las autoridades constituidas.
El gobierno también dispone ahora de una ley que fiscaliza y regula la actuación y el financiamiento de las ONG y organizaciones sin fines de lucro, y se prevé que haya una fuerte persecución contra estas entidades, como ocurre en Nicaragua.