Morfema Press

Es lo que es

DBuford

Vía DDC

El régimen incumple las medidas cautelares otorgadas por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos a los presos políticos Walnier Aguilera, Ibrahim Domínguez y Fray Pascual Claro Valladares.

El régimen cubano sostiene una actitud de doble estándar jurídico internacional, aparejado a su añejo, pero cada vez más vigente, doble rasero político. En tal sentido, el Estado cubano ha incurrido en un incumplimiento sistemático y deliberado de las medidas cautelares otorgadas por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en favor de los presos políticos Walnier Luis Aguilera Rivera, Ibrahim Domínguez Aguilar y Fray Pascual Claro Valladares.

Al no notificar dichas decisiones a los beneficiarios ni adoptar acción alguna para su implementación, el régimen los mantiene en una situación de total desprotección, vulnerando su integridad física, su salud y su dignidad. Esta conducta, además de agravar la situación individual de los beneficiarios, revela un uso instrumental y oportunista del sistema internacional de derechos humanos.

La negativa del poder judicial a reconocer estas medidas por mandato estatal demuestra una ruptura de la independencia judicial y consolida una estructura institucional orientada a la impunidad. Este patrón no solo afecta a los beneficiarios, sino que debilita gravemente la legitimidad del Sistema Interamericano de Derechos Humanos y sienta un precedente preocupante para otros estados.

Estos hechos reflejan un incumplimiento manifiesto por parte del Estado cubano de las obligaciones internacionales asumidas en el marco del Sistema Interamericano de Derechos Humanos, y comprometen gravemente los derechos fundamentales de las personas beneficiadas por las medidas, toda vez que las autoridades cubanas no reconocen como vinculantes las decisiones de protección decretadas, postura que infringe el espíritu y principios contenidos en la Ley de ejecución de sentencias penales y Reglamento del Sistema Penitenciario.

Lo anterior, así como la reiterada postura frente a decisiones adoptadas por varias estructuras de la ONU, permite afirmar que el Estado cubano es un actor internacional oportunista, que actúa de forma selectiva en su relación con el sistema internacional de derechos humanos.

Así, reconoce y se beneficia de resoluciones o pronunciamientos favorables, mientras que desconoce, desacredita o incumple los que implican obligaciones, críticas o cuestionamientos. Esto es un comportamiento instrumental del derecho internacional, que desnaturaliza el principio de universalidad y coherencia que debe regir en materia de derechos humanos.

Mientras se presenta como defensor de los derechos humanos en espacios multilaterales, la práctica interna del régimen contradice ese discurso. En foros internacionales aboga por el respeto a la soberanía, la equidad y la no injerencia. Sin embargo, en su política interna, reprime, censura y silencia a quienes denuncian abusos, criminaliza el disenso y desatiende mandatos internacionales como los de la CIDH.

Este desajuste entre discurso externo y práctica interna configura un modelo de hipocresía diplomática. En tal sentido, al no cumplir con las decisiones de la CIDH, el régimen de Cuba incurre en una práctica de desacato sistemático, al tiempo que no garantiza acceso ni comunicación a los beneficiarios de medidas cautelares. Esto erosiona la credibilidad del Estado como sujeto de derecho internacional y atenta contra los principios de cooperación y buena fe.

Desde el punto de vista judicial, se pone de manifiesto la complicidad institucional en la violación de derechos humanos. La obediencia del poder judicial a un mandato político convierte a los tribunales en instrumentos de legitimación de la impunidad, en lugar de garantes de justicia y legalidad. En este contexto, los jueces se convierten en agentes del poder político, lo cual desnaturaliza su rol de defensa de los derechos fundamentales.

Consecuentemente, estos hechos refirman la tendencia sostenida de inexistencia, y en su mejor caso de deslegitimación, del Estado de Derecho, porque la negativa a reconocer decisiones internacionales mina la confianza en el sistema judicial interno. Esto equivale a decir que el Estado se coloca por encima del derecho, lo cual es incompatible con cualquier régimen que aspire a ser democrático.

El incumplimiento de las medidas cautelares otorgadas por la CIDH tiene efectos profundamente nocivos y preocupantes, tanto para los beneficiarios como para el Estado incumplidor, los demás estados miembros del sistema y el propio Sistema Interamericano de Derechos Humanos.

El daño más directo y grave lo sufren las personas para quienes se concedieron las medidas, toda vez que, al no implementarse medidas de protección, los beneficiarios siguen expuestos a tratos crueles, tortura, enfermedades no tratadas y violencia carcelaria. Además, al no informarles ni garantizarles acceso a las medidas adoptadas a su favor, se niega a los beneficiarios el ejercicio pleno de su derecho a defensa y recurso efectivo ante una instancia internacional. Así, la ocultación deliberada de las decisiones de la CIDH puede ser utilizada como herramienta de castigo, represión o invisibilización del preso político.

Dada la situación de incumplimiento total por parte del Estado cubano respecto a las medidas cautelares otorgadas por la CIDH y el aislamiento de los beneficiarios, por su condición de personas privadas de libertad, sus opciones son limitadas, pero no inexistentes.

En este contexto aciago, se pueden activar mecanismos internacionales adicionales para presionar al régimen, como denunciar ante el Grupo de Trabajo sobre la Detención Arbitraria de la ONU, además de seguir documentando y dejar siempre constancia para un posible litigio internacional.

Aunque Cuba no reconoce la competencia contenciosa de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, la información y documentación reunida pueden servir para iniciar un caso de fondo ante la CIDH (más allá de la medida cautelar), crear un expediente de responsabilidad internacional del Estado cubano y fortalecer informes temáticos de otras organizaciones, o presentarlos ante organismos como el Consejo de Derechos Humanos de la ONU.

Ante este panorama, es urgente avanzar hacia una denuncia de fondo, como vía de resistencia jurídica, presión política y resguardo de la memoria y la verdad.

Vía NewYork Times

El gobierno del presidente Donald Trump está intensificando la presión sobre Venezuela y su mandatario, Nicolás Maduro, en un escenario que, según analistas, podría desembocar en un enfrentamiento militar.

En las últimas semanas se ha producido un despliegue inusual de fuerzas navales estadounidenses en el sur del mar Caribe, acompañado de una retórica más dura desde la Casa Blanca, que ha calificado a Maduro como líder de un “cártel narcoterrorista”.

El mes pasado, Trump firmó una directiva secreta que autoriza al Pentágono a utilizar la fuerza militar contra cárteles de la droga en América Latina, designados por Washington como organizaciones terroristas. Poco después, se declaró formalmente que un grupo criminal venezolano operaba como organización terrorista bajo el mando de Maduro.

Acumulación de fuerzas en el Caribe

Funcionarios del Departamento de Defensa confirmaron que hasta tres destructores de misiles guiados —el USS Jason Dunham, el USS Gravely y posiblemente el USS Sampson— se dirigen hacia aguas internacionales próximas a Venezuela. Estas naves, de la clase Arleigh Burke, cuentan con más de 90 misiles cada una, así como capacidades avanzadas de defensa aérea, antisubmarina y ataque terrestre con misiles Tomahawk.

Asimismo, se desplegarán el Grupo Anfibio Listo Iwo Jima, integrado por el USS Iwo Jima, el USS San Antonio y el USS Fort Lauderdale con 4.500 marineros, y la 22ª Unidad Expedicionaria de Marines, con 2.200 efectivos. También se han movilizado aviones de vigilancia P-8 y al menos un submarino.

“Enviar tres destructores Arleigh Burke frente a las costas de Venezuela es aportar una capacidad de ataque terrestre seria”, declaró el almirante retirado James Stavridis, exjefe del Comando Sur.

Reacciones en Caracas y Washington

En Caracas, Maduro respondió con el anuncio del despliegue de 4,5 millones de milicianos en todo el país. “Nuestros mares, nuestros cielos y nuestras tierras las defendemos nosotros”, afirmó en un acto público.

En Washington, la secretaria de prensa Karoline Leavitt insistió en que Trump está dispuesto a “utilizar todos los elementos del poder estadounidense para impedir que las drogas inunden nuestro país y llevar a los responsables ante la justicia”.

El portavoz del Pentágono, Sean Parnell, subrayó que los cárteles “han protagonizado una oleada histórica de violencia y terror en todo nuestro hemisferio” y que el Departamento de Defensa “desempeñará un papel importante en eliminar su capacidad de amenazar la seguridad de Estados Unidos”.

Incertidumbre y paralelismos históricos

Aunque la Casa Blanca mantiene en reserva las reglas de enfrentamiento, el secretismo ha generado comparaciones con episodios como el incidente del golfo de Tonkín en 1964 y la invasión de Panamá en 1989, ambos usados como justificación para una intervención militar estadounidense.

Expertos legales, como Brian Finucane, advierten que cualquier uso de la fuerza contra Venezuela debería contar con autorización del Congreso. Sin embargo, otros señalan que el refuerzo militar podría ser también parte de una estrategia de presión para forzar concesiones en temas como la cooperación en la deportación de migrantes venezolanos.

Escalada política y judicial

El gobierno de Trump también ha duplicado la recompensa por la captura de Maduro a 50 millones de dólares y amplió el uso de programas de vigilancia de la Agencia de Seguridad Nacional para rastrear operaciones de narcotráfico internacional.

Mientras tanto, la situación plantea interrogantes sobre la estrategia de la administración: ¿se trata de un esfuerzo reforzado contra el narcotráfico o de la antesala de una acción militar destinada a acelerar un cambio de régimen en Caracas?

China Concord Resources Corp comenzó a desarrollar dos campos petroleros en Venezuela y planea invertir más de 1.000 millones de dólares en un proyecto para producir 60.000 barriles por día de petróleo crudo para fines de 2026, dijo un ejecutivo directamente involucrado en el proyecto.

El proyecto representa una inversión inusual de una empresa privada china en el país miembro de la OPEP, que ha tenido dificultades para atraer capital extranjero debido a las sanciones internacionales impuestas al gobierno del presidente Nicolás Maduro. La cifra de inversión y el plan de producción se publican por primera vez.

Beijing ha sido un aliado clave de Maduro y de su predecesor, el difunto presidente Hugo Chávez, y actualmente compra más del 90% de las exportaciones totales de petróleo de Venezuela.El gigante petrolero estatal chino CNPC fue uno de los mayores inversores en el sector petrolero de Venezuela antes de que se impusieran por primera vez las sanciones energéticas estadounidenses a Venezuela en 2019. China también fue un importante prestamista de Venezuela.

A principios del año pasado, CCRC comenzó a negociar su participación en los dos campos petroleros, Lago Cinco y Lagunillas Lago, y firmó en mayo de 2024 un contrato de producción compartida por 20 años con Venezuela, dijo el ejecutivo, hablando bajo condición de anonimato debido a la delicadeza del tema.

El modelo de contrato, introducido por el gobierno venezolano en 2020 bajo la Ley Antibloqueo para hacer frente a las sanciones estadounidenses, permite a los inversores actuar como operadores a cambio de una parte acordada de la producción.PDVSA y el Ministerio de Petróleo de Venezuela no respondieron a las solicitudes de comentarios.

Los yacimientos petrolíferos en la segunda región productora de petróleo más grande de Venezuela, el Lago de Maracaibo, son parte de un grupo de bloques para los que PDVSA ha estado buscando socios en los últimos años.

La mayoría de los socios potenciales son empresas poco conocidas y sin trayectoria en la producción de petróleo, según un documento de PDVSA.

Sin experiencia previa en perforación petrolera, CCRC ha enviado desde septiembre pasado alrededor de 60 empleados chinos capacitados en el desarrollo de yacimientos petrolíferos y una plataforma de perforación china, con el objetivo de reabrir rápidamente alrededor de 100 pozos y recuperar la producción de crudo, dijo el ejecutivo.

La producción en ambos campos, en gran medida paralizada en los últimos años debido a la falta de inversión y experiencia técnica, ahora está funcionando a un ritmo de 12.000 bpd, dijo el ejecutivo.

CCRC tiene como objetivo desarrollar un total de 500 pozos y aumentar la producción hasta 60.000 bpd para fines de 2026, dijo, y agregó que es una mezcla de petróleo ligero y pesado, con crudo ligero que se entregará a PDVSA y crudo más pesado destinado a China.

«Debido a las sanciones de Estados Unidos al sector petrolero de Venezuela, ninguna empresa grande se atrevería a operar allí, lo que le da oportunidades a pequeñas empresas como Concord», dijo el ejecutivo.

La petrolera estatal PDVSA, que controla empresas mixtas y contratos, ha estabilizado la producción de petróleo en alrededor de 1 millón de bpd, en parte debido a las licencias estadounidenses que permiten a un número limitado de socios extranjeros operar allí y exportar petróleo.

Desde que Estados Unidos impuso sanciones energéticas a Venezuela en 2019, la mayoría de las petroleras estatales chinas han dejado de extraer petróleo. Sin embargo, las refinerías independientes chinas siguen comprando petróleo a través de intermediarios.

Reuters

Acerca de CCRC (vía ChatGPT)

China Concord Resources Corp (CCRC) es una empresa privada china registrada en Hong Kong en abril de 2024 como sociedad limitada por acciones. Su irrupción en Venezuela marca su primer proyecto petrolero, ya que no posee antecedentes en perforación ni producción de crudo.

Limitaciones de la información pública: Los registros del Companies Registry de Hong Kong (accesibles vía icris.cr.gov.hk) ofrecen únicamente datos básicos y no incluyen detalles como nombres de directores, accionistas o estados financieros, salvo que se soliciten informes específicos. En fuentes abiertas tampoco aparecen referencias sobre el capital registrado, la composición accionaria ni la estructura corporativa de CCRC.

Ubicación y perfil público: No se especifica una dirección exacta en el registro de portales empresariales como 996co.com. Tampoco se encontraron un sitio web oficial, perfiles en redes sociales ni comunicados corporativos propios de la compañía. Este bajo perfil es frecuente en empresas privadas que operan en sectores estratégicos o geopolíticamente sensibles, como el energético en países bajo sanciones.

“En una guerra en las sombras, el ocultamiento es una forma de poder y la información se convierte en un arma. Si distorsionas la percepción de la realidad de tu enemigo, puedes manipularlo para que cometa errores estratégicos que pueden ser explotados para alcanzar la victoria. También es una gran defensa”.

Sean McFate

En el siglo XXI, el crimen organizado ha traspasado las fronteras del bajo mundo. En Venezuela se ha institucionalizado, asumiendo el ropaje de ministerios, uniformes y embajadas. Lo que en México o Colombia se presenta como cárteles que corrompen al Estado, en Caracas se ha convertido en algo más inquietante: un Estado que es el cártel.

Este fenómeno desafía no solo la política exterior de los países democráticos, sino el concepto mismo de soberanía. En teoría, un Estado existe para imponer la ley; en la práctica venezolana, la ley se convierte en una coartada para proteger el comercio ilícito de drogas, oro, petróleo y minerales. En su cadena de valor participan desde los más altos miembros del Poder Ejecutivo, oficiales de las Fuerzas Armadas hasta funcionarios del Servicio Exterior, financiando la corrupción y honorarios con los beneficios del contrabando.

La ventaja competitiva del crimen de Estado

El régimen de Maduro ha logrado algo paradójico y arriesgadamente eficaz: fusionar los activos de un Estado soberano con la acción criminal de un cártel transnacional. Esta combinación genera una ventaja tan peligrosa como competitiva que, una vez consolidada, resulta muy difícil de desmontar.

Tres pilares sostienen esta ventaja. Primero, el control sobre recursos críticos —petróleo, minerales, oro y rutas ilícitas— que garantiza un flujo constante de ingresos independiente de mercados legales o auditorías transparentes. Segundo, la infraestructura operativa —puertos, aeropuertos y fuerzas de seguridad— controlada por quienes se benefician directamente de su uso ilícito. Y tercero, la legitimidad formal —un reconocimiento parcial por parte de la comunidad internacional— que actúa como escudo frente a sanciones y aislamiento total.

Esta triple integración constituye su cadena de valor criminal, en la que cada eslabón refuerza a los demás: los ingresos financian la represión; la represión protege la infraestructura y la legitimidad compra tiempo para mantener el sistema intacto.

Por qué las prácticas estándar fracasan

Enfrentar a un Estado de este tipo equivale a intentar competir con un monopolio estatal: las reglas del mercado ya no sirven. La aplicación de la ley, por sí sola, no basta para erosionar su ventaja; solo una intervención externa decisiva puede hacerlo.

El manual tradicional contra el crimen organizado —operativos locales, reformas judiciales o sanciones económicas— resulta inútil frente a un Estado criminal-terrorista global en el que desapareció por completo la independencia de poderes. Primero, porque no puede sustituir la plataforma estatal que respalda la red ilícita. Segundo, porque no modifica los incentivos de los patrocinadores extranjeros que lo sostienen. Y tercero, porque la cúpula del régimen siempre encuentra la manera de redirigir y adaptar sus operaciones. En síntesis: no hablamos de una red criminal dentro del Estado. El Estado mismo es la red criminal

La estrategia: un cerco de valor

Desmontar la ventaja de un Estado criminal exige una respuesta tan integrada como el problema: una estrategia que golpee de manera simultánea los tres pilares que lo sostienen.

  • Interrupción de recursos clave 
  • Bloqueo marítimo y cibernético de las rutas de exportación ilícitas.
  • Ataques tecnológicos de precisión contra nodos estratégicos: minas ilegales, laboratorios y centros de acopio.
  • Debilitamiento de la estructura interna
  • Compra de lealtades dentro del círculo de poder para fracturar la cadena de mando. 
  • Programas de protección y reubicación que incentiven a los insiders a colaborar.
  • Aislamiento geopolítico
  • Negociación directa con Rusia y China para reducir su respaldo, a cambio de concesiones en otros escenarios estratégicos. 
  • Incorporación de aliados regionales como Argentina y Ecuador, entre otros, en tareas de inteligencia y logística.

En síntesis, la fortaleza del régimen radica en su integración; la estrategia debe centrarse en su desintegración. Solo al romper los vínculos entre recursos, infraestructura y legitimidad, el Estado criminal perderá su monopolio sobre el poder y, con él, la inmunidad que le ha permitido sobrevivir.

El cambio en la estrategia estadounidense

Durante años, Washington trató a Venezuela como una dictadura más, sujeta a sanciones económicas y aislamiento diplomático. El resultado fue predecible: el régimen se adaptó, diversificó sus rutas ilícitas y se atrincheró con apoyo externo.

La administración actual ha aprendido de esos fracasos. El despliegue naval y aéreo en el Caribe no es un gesto simbólico: forma parte de un plan para cercar, cortar y asfixiar. Este enfoque busca interrumpir el flujo de recursos ilícitos, desestabilizar la estructura interna mediante la compra de lealtades y aislar geopolíticamente al régimen negociando directamente con sus patrocinadores.

En 2020, la administración Trump desplegó también fuerzas militares en el Caribe Sur para reforzar la lucha antidrogas dentro de su política de “máxima presión”. Aunque los cárteles aún no eran catalogados como organizaciones criminales globales, la operación buscaba interceptar rutas marítimas y aéreas usadas por el narcotráfico desde Venezuela y México hacia Estados Unidos. El dispositivo incluyó destructores, guardacostas, buques de combate litoral, aviones P-8, submarinos, inteligencia y cooperación con países aliados como Colombia y Países Bajos, otorgando a Estados Unidos una capacidad inédita de patrullaje, monitoreo e interdicción en la región.

En 2025, la lucha antidrogas se entrelaza con el paradigma antiterrorista, abriendo paso a operaciones extraterritoriales de alta tecnología cuyo objetivo ya no es solo interceptar rutas, sino desmantelar y neutralizar de manera definitiva a los cárteles catalogados como organización terrorista global.

Las piezas que faltan

Ningún plan contra una organización criminal de Estado puede ser unilateral. Las rutas marítimas requieren vigilancia regional, así como la presión diplomática necesita coaliciones. De ahí el interés en sumar a países como Argentina o Ecuador, que ya han manifestado su disposición a cooperar.

El verdadero punto de inflexión no se juega solo en Suramérica, sino también en Moscú y Pekín. Venezuela no es vital para Rusia ni para China, pero sí es útil como carta de negociación. En una cumbre, entregar a Maduro podría intercambiarse por concesiones en Ucrania, Siria (base naval) o incluso en el Ártico (explotación). No se trata de una maniobra puntual en el Caribe, sino de una partida estratégica a escala global.

La neutralización del Estado-cártel

En conclusión, la solución no pasa únicamente por sanciones o presiones diplomáticas, sino por la neutralización definitiva del Cártel de los Soles y de su jefe, Nicolás Maduro. La estrategia estadounidense también apunta a desvincular al régimen de los apoyos de Moscú y Pekín, cerrando las rutas financieras y militares que han permitido su supervivencia. Sin esa red externa de protección, la cúpula del Estado criminal pierde su escudo geopolítico y queda expuesta a la acción directa.

Los cabecillas de esta organización terrorista global —identificados como una amenaza inmediata para la seguridad nacional de Estados Unidos— serán objeto de operaciones específicas de desmantelamiento y captura. El mensaje es claro: frente a un Estado convertido en cártel, la única respuesta posible es su desarticulación total y la anulación de sus líderes, para restaurar la seguridad hemisférica y frenar la expansión del crimen como forma de gobierno.

Por Tanvi Ratna en FOXBusiness

Los titulares dicen que la cumbre de Alaska entre el presidente Donald Trump y Vladimir Putin fue sobre Ucrania. Los comentaristas en Bruselas y Washington repiten los debates de siempre: ¿Fue Trump demasiado blando con Moscú? ¿Socavó a Kiev?

Pero ese encuadre pierde de vista el panorama mayor.

La administración Trump ya ha fijado los términos de la competencia del siglo XXI: la mayor amenaza a largo plazo para Estados Unidos no proviene de Rusia, sino de China. Desde sanciones drásticas al acceso de Pekín a chips avanzados de inteligencia artificial, hasta el intercambio de garantías de seguridad estadounidenses por alineamientos en Medio Oriente y el Indo-Pacífico, Trump ha estructurado consistentemente la política exterior en torno a contener el ascenso chino. En ese contexto, su acercamiento a Rusia no es una distracción. Es un intento deliberado de dar coherencia a una estrategia “América primero”, que lo enfrenta al viejo consenso globalista aferrado a la agenda UE–Ucrania.

Europa y la guerra en Ucrania

Para Europa, la guerra en Ucrania se presenta como la “línea de frente de la democracia”. Bruselas, con el respaldo de Kiev, insiste en un enfrentamiento indefinido con Rusia: sanciones máximas, compromisos más profundos con la OTAN e integración permanente de Ucrania en el orden occidental. Es una visión ambiciosa, pero que se da a costa de Estados Unidos.

La expansión de la OTAN aumenta las garantías de defensa que Washington debe asumir. El colapso demográfico y económico de Ucrania hace improbable la restauración plena de su territorio, dejando a EE.UU. con una carga abierta. Y en lo económico, ha sido Europa —no Estados Unidos— la que ha soportado el mayor golpe por la disrupción energética y comercial desde 2022. Mientras tanto, EE.UU. ha ganado con las exportaciones de gas natural licuado y sigue relativamente protegido. Lo que busca Bruselas es claro: atar más profundamente a EE.UU. a los asuntos continentales como garante último, aunque eso desvíe a Washington del escenario que definirá el siglo.

La jugada rusa de Trump

La apuesta de Trump hacia Rusia va en dirección opuesta. No se trata de indulgencia, sino de realismo, en línea con su doctrina de “China primero”. Hoy Rusia es el eslabón débil en la estrategia de Pekín. La dependencia de Moscú del capital, los mercados y la cobertura diplomática china ha crecido dramáticamente. Pekín ha explotado esa situación para obtener fuertes descuentos en petróleo ruso, afianzar el comercio en yuanes y asegurar la alineación de Moscú con sus posiciones geopolíticas. Dejar eso sin control significaría que la “entente euroasiática” encierra a EE.UU. en una confrontación con dos potencias nucleares al mismo tiempo.

El objetivo de Trump es fracturar ese eje. Sus herramientas son transaccionales, pero claras. En lo económico, ha insinuado aperturas en energía, transporte ártico y minerales críticos que reducirían la dependencia rusa de Pekín y crearían oportunidades de cadenas de suministro para la industria estadounidense. En lo militar, ha administrado la ayuda a Ucrania con cuidado —Patriots, Bradleys, HAWKs— lo suficiente para contener la línea, pero no un cheque en blanco que agote arsenales o arriesgue una escalada directa. Y en lo diplomático, ha combinado incentivos condicionales con sanciones duras: todo alivio atado a pasos verificables de Rusia —alto al fuego, desescalada y distanciamiento de Pekín— con sanciones reactivables siempre en reserva.

Coherencia con la estrategia hacia China

Esta estrategia se alinea con todo lo demás que ha hecho la administración Trump. Washington ya cortó el acceso de China a los semiconductores más avanzados de IA, bloqueó su uso de recursos de computación en la nube que alimentan sus laboratorios y buscó reestructurar las cadenas de suministro de tierras raras a través de aliados desde Australia hasta África. En Medio Oriente, Trump ha intercambiado garantías de seguridad estadounidenses por alineamientos en petróleo y tecnología, enmarcándolo explícitamente como parte de la competencia con China. En Asia, expandió derechos de base en Filipinas y Guam, citando la agresión china en el Mar del Sur de China. Visto así, su acercamiento a Rusia no es una ruptura, sino la continuación del mismo diseño.

El momento de Putin

Para Putin, la cumbre de Alaska llega en un momento de fuerza y vulnerabilidad a la vez. Moscú ha logrado modestas ganancias en Ucrania y ha visto crecer en 17% sus ingresos petroleros interanuales a inicios de 2025. Pero enfrenta crecientes presiones financieras. Su demanda prioritaria es una reincorporación gradual al sistema SWIFT, comenzando con Rosselkhozbank.

Mientras tanto, Trump ha duplicado los aranceles a bienes indios hasta 50%, citando explícitamente las compras de petróleo ruso por parte de India, y ha amenazado con sanciones de hasta 100% a cualquier país que compre crudo ruso con descuento —una advertencia dirigida directamente a China. Moscú entiende que esta es una palanca seria: Washington puede exprimir sus ingresos no solo bloqueando exportaciones, sino forzando descuentos más profundos a través de terceros.

Ahí es donde está la oportunidad. Si Trump logra canalizar a Rusia hacia acuerdos transaccionales —cooperación limitada en energía, Ártico y minerales— y despegar siquiera parcialmente a Moscú de Pekín, EE.UU. gana espacio estratégico. Al reducir su sobreextensión en Europa, libera recursos para el Indo-Pacífico, donde se decidirá el desenlace del siglo.

La elección real para EE.UU.

Esa es la verdadera disyuntiva. La primera opción es seguir el guion UE–Ucrania: sanciones permanentes, expansión infinita de la OTAN y un enfrentamiento abierto que sirve a la agenda europea mientras desvía la atención estadounidense. La segunda es el curso realista de Trump —no confianza, no apaciguamiento, sino apalancamiento frío: usar la debilidad rusa para fracturar su vínculo con China, y asegurar que EE.UU. enfrente solo un gran desafío de poder, no dos.

Anchorage, entonces, no fue sobre concesiones. Fue sobre coherencia. Trump ya ha reformulado la política exterior de EE.UU. en torno al desafío chino. Su jugada con Rusia forma parte de ese mismo marco. La reunión de Alaska debe entenderse no como una traición a Ucrania ni un regalo a Putin, sino como una apuesta estratégica para reconfigurar el tablero y permitir que EE.UU. luche —y gane— la competencia que realmente importa.

Tanvi Ratna es analista de políticas y ingeniera con una década de experiencia en el arte de gobierno en la intersección de geopolítica, economía y tecnología.

Vía El País

En la celebración del aniversario 192 de Bolivia, en 2017, el entonces expresidente Evo Morales protagonizó un largo discurso en el que regaló titulares a los medios: “El día que Bolivia llegue a la gran industria en el tema del litio, será otro país que mande en el mundo, como Arabia Saudí con el petróleo”. Dos años después, en 2019, el Gobierno proyectaba hasta 2025 la construcción de 14 plantas industriales para extraer anualmente 150.000 toneladas del oro blanco. Llamado así por su papel crucial en la transición energética —al ser materia prima de las baterías de coches eléctricos—, Bolivia posee una de las mayores reservas del mundo, con 21 millones de toneladas cúbicas, según datos gubernamentales. Sin embargo, a día de hoy, existe una sola planta industrial, de la que se extrajeron en 2024 unas 2.000 toneladas, y cuyos ingresos fueron tan ínfimos que el país no aparece en las listas de mercado de litio de portales especializados.

El proyecto de industrialización del litio en Bolivia comenzó en 2008, cuando se anunció su nacionalización. Desde entonces, el proceso ha sufrido una seguidilla de postergaciones que alejan cada vez más el prometido desarrollo económico, más urgente aún ahora que el país afronta mínimos históricos en sus reservas internacionales por la reducción en la exportación de gas. Las razones de la demora van desde las peculiaridades geográficas que dificultan la explotación del salar de Uyuni —el más grande del mundo y que concentra la mayor parte del mineral— hasta la crisis política de 2019, que terminó con el derrocamiento de Morales y el abandono del programa. Pero, sobre todo, por una gestión ineficiente y atropellada que ha llevado a 11 exmiembros de la empresa estatal dedicada a su industrialización, Yacimientos de Litio Bolivianos (YLB), a ser acusados el año pasado por incumplimiento de deberes y otros delitos.

“La experiencia ha demostrado que la industrialización del litio tiene un alto nivel de complejidad, que para un país como Bolivia tal vez sea demasiado poder aspirar a un desarrollo con esta tecnología. No imposible, pero mucho más difícil de lo que cualquier gobernante hubiera imaginado”, comenta el sociólogo e investigador en actividades extractivistas Óscar Campanini.

“El gran problema es que nuestros gobernantes toman las peores decisiones posibles, no sé si consciente o inconscientemente, pero hay errores de orden técnico, de transparencia, de cómo operativizar la tecnología necesaria…”, continúa quien también es director del Centro de Documentación e Información de Bolivia (CEDIB). La institución ha sintetizado años de seguimiento en el reciente cortometraje documental La tortuosa carrera del litio en Bolivia.

Planta ineficiente

A pesar de que se construyó una planta piloto en 2010, el primer paso hacia la ilusión del litio se dio en 2018, con el inicio de la construcción de la planta industrial en la localidad de Llipi (Potosí). Se anunció entonces una inversión de 96 millones de dólares para producir potencialmente 15.000 toneladas anuales del mineral. El complejo debió ser entregado en 2020, pero recién empezó a funcionar en 2024, según el Estado, por la convulsión social de 2019 y el cambio de autoridades, seguido por la pandemia del coronavirus. Su producción el año pasado fue del 13% de su capacidad, lejos del 30% que había comunicado en la inauguración la presidenta de YLB, Karla Calderón, para su primer año y fase inicial. Este medio contacto a la empresa estatal para conocer su versión al respecto pero no ha obtenido respuesta.

La estabilización de una planta de litio de este tipo suele tomar tres años, pero no se prevé que su funcionamiento vaya a mejorar, según expertos y legisladores que estuvieron en las instalaciones. Es el caso de una comisión del Senado que investiga el bajo rendimiento de la infraestructura. “El principal problema son las piscinas de evaporación que proveen la materia prima. De las 20 líneas de piscinas que hay en la planta, solo 12 están impermeabilizadas; el resto ha sufrido deterioros y no funciona”, declara a este medio la senadora Elena Aguilar, presidenta de la comisión que realizó la última inspección en abril. Se trata de gigantescas estructuras que pueden llegar a medir lo equivalente a 10 campos de fútbol cada una. A ellas se traslada el agua extraída de debajo de los salares, conocida como salmuera.

Gracias al sol y al viento, el agua se evapora en un lento proceso de hasta 12 meses. El líquido residual precipitado es rico en litio. El fondo de las piscinas está revestido con varias capas de geomembranas que impiden la pérdida de las sales, filtros que faltan o ya están desgastados en muchas de las que están en la planta de Llipi, según denuncia la comisión y la misma YLB. “Existe una auditoría interna que concluye que hay un desajuste entre el precio presupuestado y el ejecutado para el recubrimiento”, apunta Aguilar.

Como resultado, YLB presentó una denuncia en abril contra varios exfuncionarios, entre ellos el exministro de Minería, Alberto Echazú, quien cumple detención domiciliaria. La productividad y cantidad de piscinas es fundamental en el proyecto boliviano del litio, debido a la alta presencia de magnesio en la salmuera de Uyuni, una impureza que se debe eliminar y cuya concentración es hasta 10 veces mayor que la que existe en Chile, por ejemplo.

Nuevo camino, nueva frustración

El mismo presidente, Luis Arce, afirmó que hay un tiempo “perdido” que el país debe recuperar. Su propuesta fue cambiar la tecnología de evaporación por el método de Extracción Directa de Litio (EDL). Esta alternativa promete procesar en dos horas lo que antes tomaba hasta un año, usar menos agua y tener menor impacto medioambiental. El Ejecutivo convocó a un concurso internacional en 2021 para implementar esta vía y prometió producir entre 45.000 y 100.000 toneladas de litio por año para 2024 y 2025. Australia y Chile, el primer y segundo productor mundial del mineral, produjeron 86.000 y 44.000 toneladas respectivamente en 2023.

El consorcio chino CBC y la empresa rusa Uranium One fueron anunciados como ganadores del concurso, y en 2023 se formularon los contratos para cada una. Las controvertidas condiciones de los documentos son el último capítulo del drama del oro blanco en Bolivia. “Desde una visión neutral, China se perfila como un buen socio porque es el país que controla casi el total de las tecnologías para fabricar baterías de litio y es el líder mundial en vehículos eléctricos. Sin embargo, cuando se ven las condiciones económicas y medioambientales, ya no parece tan interesante la alianza”, asegura el analista en minería y miembro de la Fundación Jubileo, Héctor Córdova. Esta organización dirigió los reclamos de la sociedad civil para que los contratos se hicieran públicos y presentó observaciones que tienen ahora su aprobación congelada en el Legislativo.

“La coyuntura económica de Bolivia ha presionado al Gobierno para aceptar estos contratos. El acuerdo con Rusia le permitiría al país obtener combustible, que tanto escasea. Por otra parte, una venta anticipada de carbonato de litio podría darle al Estado las divisas que necesita”, prosigue Córdova. En el aspecto monetario, le preocupa que el contrato con el consorcio chino contemple más que una inversión, un crédito, y que el Estado asuma la mayoría de los riesgos. “Es como un préstamo que debe ser pagado en 10 años, del que hemos calculado su tasa de interés —con base en consultas a bancos— en alrededor del 20%. La misma YLB ha hecho una estimación del 12%, que sigue siendo altísima”, agrega.

Otro aspecto que llama la atención es la desigualdad en las propuestas de producción entre ambas empresas. La rusa Uranium One ofrece, con un crédito de 976 millones de dólares, levantar una planta que produciría 14.000 toneladas de litio anuales. Mientras que la china CBC, con 1.030 millones de dólares, propone una planta con capacidad de 10.000 toneladas por año y otra para 25.000. Respecto al daño medioambiental, Campanini del CEDIB, alerta que existe un sector de comunidades que dependen del ecosistema del salar y que no fueron consultadas sobre los contratos, como manda la Constitución. “No se hizo un estudio del impacto hídrico que puede desestabilizar la región. Por eso hay una oposición con fundamento al proyecto desde estos pueblos”, asegura.

La amabilidad con el medio ambiente que se pregonaba de la técnica EDL no era tan cierta, según un informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), citado por la Fundación Jubileo. “De acuerdo con esta investigación, este nuevo método conlleva un consumo de agua mucho mayor que el de las piscinas que se están utilizando actualmente”, sentencia Córdova. Los baches en los contratos han vuelto a alejar la esperanza del litio en Bolivia. A ello se suma la carrera contrarreloj que supone la mayor oferta del mineral, con nuevos países que se suman a su explotación. El litio llegó a tener un máximo histórico de cotización de 66.000 dólares por tonelada en 2020; su precio actual es de 8.600 por tonelada métrica.

Ruta correcta

Para los analistas, el panorama es poco alentador. Las ganancias recibidas por la estimada inversión de mil millones de dólares hasta la fecha les hacen pensar que el litio puede sumarse a la lista histórica de recursos desaprovechados por Bolivia en épocas de demanda. Sucedió con la goma en la segunda mitad del siglo XIX, con el estaño en las primeras décadas del siglo XX, y hasta hace poco con el gas. “Los beneficios quedaron concentrados en élites y empresas extranjeras, sin fortalecer instituciones ni diversificar la economía. Después, con la revolución de 1952, el Estado intentó redistribuir la renta mediante nacionalizaciones, pero la debilidad institucional y la corrupción impidieron que se canalizara hacia inversión productiva”, explica el economista Ricardo Fernández.

La crisis actual la atribuye a un modelo económico rentista redistributivo que funcionó bien mientras los precios internacionales eran altos y las reservas fiscales estaban llenas. ¿Qué hace falta, entonces, para que el país revierta con el litio esta tendencia histórica? “Si las plantas operan a plena capacidad, podrían generar entre 800 y 1.000 millones de dólares al año. No basta con extraer y exportar el mineral, la verdadera oportunidad está en fabricar en Bolivia productos de mayor valor, como cátodos o baterías”, sostiene Fernández. “Hay que auditar el uso de los recursos, crear tal vez un fondo soberano para invertir los ingresos en educación o tecnología, y asegurar que regiones como Potosí participen en los beneficios. Lamentablemente, la probabilidad de que se logre es baja”.

La jefatura de la misión participó en la ceremonia inaugural organizada por el Tribunal Supremo Electoral (TSE) en La Paz

En el marco de las Elecciones Generales 2025, la Misión de Observación Electoral de la OEA en Bolivia, encabezada por Juan Fernando Cristo Bustos, inició su labor de seguimiento a la apertura y desarrollo de los comicios en distintos recintos del país.

La jefatura de la misión participó en la ceremonia inaugural organizada por el Tribunal Supremo Electoral (TSE) en La Paz, reafirmando el compromiso de garantizar un proceso transparente y democrático.

Un total de 87 observadores internacionales provenientes de 19 países conforman el equipo de la OEA, quienes acompañarán la jornada electoral en la que más de 7,9 millones de bolivianas y bolivianos están habilitados para ejercer su derecho al voto.

Con esta presencia internacional, la OEA busca fortalecer la confianza ciudadana en los resultados y velar por el cumplimiento de los principios democráticos durante toda la jornada electoral.

Vía LaPatilla

El presidente de Copei y dirigente de la Plataforma Unitaria Democrática, Roberto Enríquez, denunció este domingo la persecución que sufren numerosos dirigentes opositores, tanto dentro como fuera del país, durante una entrevista en el programa «Abriendo Puertas» de Venevisión.

«Tratan de hacer ver que hay una oposición pacífica y una oposición violenta, eso es falso. Pero hay una cosa que es verdad: no hay bombas solo mata chavista. Pero es que tampoco puede haber un país solo para chavistas, el país es para todos los venezolanos», afirmó.

Enríquez insistió en que es necesario avanzar hacia una negociación real y no ficticia, que enfrente los problemas de fondo y se desarrolle con actores legítimos y con liderazgo. «Debe haber una negociación real, no de ficción, no de fake, y eso pasa por entender que hay que tocar el problema de fondo, sin temor, sin que nos dé miedo y con los actores que tienen legitimidad y liderazgo», subrayó.

El dirigente opositor advirtió que la persecución política continúa siendo una grave amenaza. «Es un tema bien sensible, muy delicado. Tenemos muchos compañeros en la clandestinidad, no solamente de la Plataforma, que se han tenido que resguardar por miedo, por protegerse; muchos compañeros en el exilio», denunció.

Finalmente, Enríquez hizo un llamado a no trivializar el proceso político. «No desvalijemos la palabra negociación», concluyó.

En una operación binacional se hizo efectiva una notificación roja de la Interpol contra el miembro del Tren de Aragua

Autoridades colombianas detuvieron en la ciudad de Barrancabermeja, en el departamento de Santander, al venezolano Alberto Carlos Mejía Hernández, uno de los miembros más buscados de la banda criminal transnacional Tren de Aragua en Chile.

En una operación binacional, en la que participó la Policía colombiana, la Oficina Central Nacional de Interpol Chile y Carabineros del país austral, se hizo efectiva una notificación roja de la Interpol contra el miembro del Tren de Aragua.

«El prófugo planeó y ejecutó, junto con otros miembros de la organización criminal transnacional, varios asesinatos, entre ellos el del prestamista informal José Felipe Reyes Ossa, conocido como ‘El Rey de Meiggs’, perpetrado el pasado 19 de junio en Ñuñoa (en Santiago)», detalló en X el director de la Policía colombiana, general Carlos Fernando Triana.

Tras su detención, el venezolano, a quien las autoridades chilenas lo requieren por el delito de homicidio calificado, quedó a disposición de la Fiscalía colombiana para «continuar el respectivo trámite diplomático para su extradición».

Siguen en búsqueda de los cabecillas del Tren de Aragua

La banda Tren de Aragua nació en las cárceles de Venezuela y se ha extendido por varios países latinoamericanos, como Colombia, Perú, Bolivia y Chile, donde las autoridades la acusan de cometer numerosos delitos, como narcotráfico, extorsión, secuestros y homicidios.

La Embajada de Estados Unidos en Colombia y la Policía colombiana ofrecen un total de 12 millones de dólares por la captura de tres líderes de la organización criminal.

Esos cabecillas del Tren de Aragua son Giovanny San Vicente; Yohan José Romero, alias ‘Johan Petrica’, y Héctor Guerrero Flores, alias ‘Niño Guerrero‘, por quienes se ofrecen recompensas de tres, cuatro y cinco millones de dólares, respectivamente.

A los tres mencionados se les acusa de delitos de conspiración para cometer crímenes, tráfico de narcóticos y de personas, y lavado de dinero

Vía AP

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, llegó a la cumbre con su homólogo ruso, Vladímir Putin, decidido a exigir un alto el fuego inmediato en Ucrania bajo amenaza de “consecuencias severas” y nuevas sanciones contra el Kremlin. Sin embargo, terminó cediendo y abandonando esa postura, al aceptar que la salida debía ser un acuerdo de paz integral, en línea con la posición defendida por Putin.

La reunión tuvo lugar el viernes en la base militar de Elmendorf-Richardson, Alaska, donde ambos mandatarios caminaron por la alfombra roja, intercambiaron sonrisas y ofrecieron una rueda de prensa conjunta. Al regresar a Washington, Trump escribió que, tras conversar también con el presidente ucraniano Volodímir Zelenski y líderes europeos, “se determinó que la mejor forma de acabar con esta guerra es un acuerdo de paz y no un simple alto al fuego que muchas veces no se sostiene”.

Una cumbre sin avances concretos

Aunque Trump y Putin destacaron un supuesto “progreso”, no trascendieron detalles del encuentro. Para analistas como Fiona Hill, exasesora del Consejo de Seguridad Nacional, el giro de Trump lo dejó en una posición debilitada: “Salió sin el único objetivo que se había fijado: un alto al fuego. Y eso después de dar a Putin el trato de alfombra roja”.

Desde Europa, la cumbre fue interpretada como una victoria simbólica para Moscú. El ex primer ministro sueco Carl Bildt señaló que Putin “no cedió un centímetro”, mientras que Trump sufrió “un revés evidente”.

Críticas en casa

En Estados Unidos, el recibimiento con honores a Putin —la primera visita del líder ruso a suelo estadounidense en una década— generó fuertes críticas de los demócratas. La senadora Jeanne Shaheen lo calificó como “un día de deferencias” y advirtió que el presidente “no obtuvo nada a cambio”. Pidió al Congreso responder con sanciones más duras contra Rusia.

El senador Jack Reed coincidió en que la diplomacia debe ejercerse “con responsabilidad” y no en términos de concesiones al Kremlin.

Reacciones republicanas

Los republicanos, en cambio, reaccionaron con cautela. La senadora Lisa Murkowski se declaró “moderadamente optimista” y subrayó que cualquier negociación debe contar con el consentimiento pleno de Ucrania. El senador Lindsey Graham se mostró confiado en que una eventual reunión trilateral con Zelenski “pueda poner fin a la guerra antes de Navidad”.

Otros aliados de Trump celebraron simplemente el hecho del encuentro. El activista Charlie Kirk lo describió como “una gran cosa”.

Un impulso para Putin

En Moscú, el expresidente Dmitri Medvédev elogió la cumbre como un paso hacia la restauración del diálogo al más alto nivel, destacando que las conversaciones se dieron “sin amenazas ni ultimátums”.

El propio Putin invitó a Trump a visitar Moscú, consolidando una imagen de recuperación de protagonismo internacional tras años de aislamiento por la invasión a Ucrania.

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